Fue hace 70 años cuando, por primera vez, y en manos de la Armada argentina, 20 castores canadienses pisaron Tierra del Fuego, en el sur de Argentina.
Después de cruzar el continente casi de lado a lado, estos roedores fueron liberados en la isla para fomentar la industria de pieles y darle un impulso a una economía que era escasa.
Pero, seguramente, lo que nunca imaginaron los de la armada es que la falta de depredadores y la abundancia de bosques iba a generar que 70 años después, la población de estos castores se multiplicara por 5.000.
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Convirtiéndose en una especie exótica invasora que ha arruinado un área boscosa equivalente a dos veces el tamaño de la ciudad de Buenos Aires, según advierte el diario español El País.
Los árboles que predominan en la zona, como los sauces o los álamos, empezaron a ser cortados por los castores para construir sus diques, sin tener la capacidad de brotar de nuevo. Casi de manera inversa mientras la población de roedores iba creciendo, la de los árboles de Tierra del Fuego se demoraba más en recuperarse.
Se estima que para alcanzar los 15 metros, cada uno de estos árboles necesita entre 80 y 100 años de vida: más del tiempo que llevan los castores canadienses rondando por la isla.
Es por esto que para evitar una catástrofe ambiental mayor, al Centro Austral de Investigaciones Científicas (Cadic), se le asignó una misión que, por encima, podría parecer “anti-ambientalista”: erradicar a los castores de Tierra del Fuego para rescatar sus bosques nativos.
Un proyecto que está coordinado por la Secretaría de Ambiente y cuenta con el apoyo financiero de Naciones Unidas.
Pero el Cadic, no la tendrá tan fácil, pues al reto de hacer desaparecer a los castores, se le suma un reclamo social y turístico.
Uno de los principales atractivos de la isla es visitar el Cerro Castor, en la ciudad de Usuhaia, donde además de poder ver a los castores se ofrece la carne de este animal.
La lucha contra la invasión del castor
Esta no es la primera vez que se prende la alarma respecto a la plaga en que se han convertido los castores. Alcantarillas, embalses y puentes de madera han sido sólo algunas de las víctimas de estos animales.
En 1994, cuando se supo que el primer individuo había salido de la isla para llegar al continente americano, se advirtió que podría ser un desastre ambiental. Y en el 2006 se catalogó a la especie como “dañina y perjudicial”.
Dos años después, Argentina y Chile formaron un acuerdo bilateral para su erradicación, el cual tendrá como resultado el proyecto piloto que adelantará el Cadic.
En este, explica El País, los científicos buscaran sacar todos los castores en ocho áreas, teniendo en cuenta que hay una o dos colonias de castores por cada kilómetro de río. La idea es cubrir este pedazo de territorio en un mes y medio.
Contarán con un equipo de diez personas que caminarán el bosque casi diariamente para revisar si los castores han caído en las trampas y, en caso de que sí, los roedores recibirán un golpe rápido en la cabeza para garantizar una muerte sin dolor.
Esta fase, en la que se espera matar entre 5.000 o 10.000 castores, alrededor del 10% de la población, servirá para calcular costos y tiempo de la operación que acabará con los 100.000 descendientes de los 20 castores que llegaron al paraíso que eran estas islas hace 70 años.
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