“El odio como factor de lucha”, fue la consigna del argentino Ernesto Guevara (1928-1967), conocido como “El Che”, un carismático guerrillero marxista comunista que desembarcó con Fidel Castro en la isla de Cuba un 2 de diciembre de 1956 para tomar el poder con la violencia armada e instaurar un nuevo régimen dictatorial.
Después de la revolución, el régimen de Castro le concedió la nacionalidad cubana, nombrándolo líder de la milicia y director del Instituto de Reforma Agraria (1959). Más tarde, también fue presidente del Banco Nacional, Ministro de Economía (1960) y por último, Ministro de la Industria (1961).
La figura del Che Guevara es a menudo idealizada por los más nostálgicos. Sin embargo, si se analizan sus palabras y sobre todo sus acciones, se puede ver que en sustancia no difiere mucho de un terrorista. Sus discursos a menudo dan la imagen de un hombre fanático que recurre al ideal de la justicia con el objetivo final de dar rienda suelta a su ‘sed de sangre’, que el mismo hace referencia en sus notas de viaje y cartas personales difundidas por el movimiento político al que se asoció.
Esta naturaleza del Che se había gestado ya muchos años antes de enrolarse al grupo armado clandestino de los hermanos Castro, como lo testimonian las Notas de Viaje escritas entre 1951 y 52 : “y sé porque lo veo impreso en la noche que yo, el ecléctico disector de dogmas, aullando como un poseído, teñiré en sangre mi arma y loco de furia, degollaré a cuanto vencido caiga entre mis manos (…) Ya siento más narices dilatadas saboreando el acre olor de pólvora y de sangre, de muerte enemiga”, según cita El libro Las Víctimas Olvidadas del Che Guevara de María Werlao.
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La manipulación de un personaje
Ernesto Guevara nació el 14 de junio de 1928 en Rosario, Argentina, dentro de una familia acomodada. Durante sus estudios de medicina se embarcó en su largo viaje a través de América en motocicleta, popularizado por la película producida por Robert Redford y dirigida por Walter Salles.
La película muestra a un hombre joven frente a la naturaleza desolada del desierto de Chile, que en su segundo viaje, incluso atraviesa Argentina, Perú y Venezuela. El guion se basa en el diario del guerrillero.
Al público se muestra un Che atento a las necesidades de los demás e impaciente frente a la injusticia y la corrupción de los poderosos. Una imagen que, como se puede adivinar fácilmente de sus propios escritos y discursos, difiere radicalmente del verdadero Ernesto Guevara.
¿Por qué el Che, hijo de una familia acomodada, titulado como Médico se fue a dirigir una guerrilla en vez de elegir el camino de la democracia y la acción social a favor de los desposeídos como un hombre de paz?
Si uno lee como termina el Manifiesto Comunista, el documento principal del partido que militó desde joven, se puede comprender como esta “doble identidad” contradictoria del Che, no constituye una extrañeza en los principios de su partido: “Los comunistas no se molestan en ocultar sus opiniones y sus metas. Abiertamente declaran que sus fines sólo pueden obtenerse mediante el derrocamiento violento de todos los sistemas sociales existentes”.
Esta lectura de Marx y su doctrina, Ernesto Guevara la había adquirido de los libros de su madre. Además se le caracteriza por ser ateo, según el documental A Mi Padre el Che, realizado por Marie Monique Robin, con la participación de su hijo Ernesto, que lo hace notar como un hombre “alérgico” a los lugares de fe (también esto era característico de cada convencido comunista).
Seguramente de Marx habría aprendido a creer que “la lucha de clases conduce, necesariamente, a la dictadura del proletariado”, ya que fue su objetivo en Cuba.
Entre sus dichos, el Che escribió: “El odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar”.
Estas fueron sus palabras según el documento de Guevara del 16 de abril de 1967, publicado en Tricontinental, un órgano del Secretariado Ejecutivo de la Organización de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América Latina (OSPAAAL), para transmitir estas ideas a los jóvenes de todos los continentes.
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Odio y violencia no son la única vía
En estos últimos 5.000 años de historia de la humanidad, surgieron renombradas personas que transmitieron al hombre importantes valores espirituales de tolerancia. Entre ellos Lao Tse en China, Sakya Muni en India y Jesús en Judea, demostraron que la felicidad y la paz de los pueblos estaban en el desarrollo interior de cada individuo y que el bien genera el bien y el mal genera el mal, con el resultado de la destrucción de la humanidad.
Estos personajes históricos impulsaron una vía de pureza interior, que lleva a cultivar en sí mismo un corazón libre de odio y envidia por los logros del prójimo. Un camino en verdad, benevolencia y tolerancia que ayuda a alejar la maldad del hombre y porta la felicidad de los pueblos.
Por el contrario el fin del Che, junto a Fidel y Raul Castro en América, Mao en China, y Lenin y Stalin en Rusia, fue privar al hombre de su propia humanidad, destruyéndola, la mayoría de las veces sin el conocimiento propio de sus seguidores (a menudo de buena fe). Su objetivo era el de expropiarse de los bienes ajenos, con la excusa de las injusticias sociales creadas por la corrupción.
En la historia, dar muerte intencional al prójimo nunca fue considerado un acto de honor y heroísmo, sino la consecuencia de pérdida de valores humanos.
El Premio Nobel de la Paz, Rabindranath Tagore escribió una vez: “Dormía y soñaba que la vida era alegría. Desperté y vi que la vida era servicio. Serví y vi que el servicio era alegría”. ¿Qué alegría puede sentir una persona que le quita a otro el derecho de vida y a la justicia?
Hasta el autor ruso Fiódor Dostoievsky luego de pertenecer a un grupo revolucionario, reconoció como fue envenenado con aquellas doctrinas. Pese a que nunca se liberó de este tormentoso pasado, definió a los líderes de las revoluciones como “los poseídos”, y describió con detalle sus enfermizas almas vacías, en una obra homónima, titulada en algunas ediciones como Los endemoniados, o Los demonios.
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El Che y el gran malentendido
Volviendo al revolucionario de América del Sur, no son pocos los que alzan a Guevara como un héroe que luchó y se sacrificó por los más desfavorecidos, una bandera y un mártir de los grupos de rebeldes armados que arremetió contra el tirano de turno, además de una válida justificación para matar y llegar al poder acaparando todo a su ventaja.
Pero los hechos dicen otra cosa: Guevara y los hermanos Castro, con su régimen comunista, son considerados responsables de la muerte y desaparición de miles de cubanos, más que los asignados al dictador predecesor, Fulgencio Batista y Zaldívar. El comunismo en Rusia, también causó decenas de millones de muertes, y en China alrededor de 100 millones.
Uno de los “logros” del Che, Fidel y Raul Castro en Cuba, luego que una masiva huelga para derrocar a la dictadura de Batista, fue dar al país no la paz anhelada (para lo que las personas lo habían apoyado), sino para crear una nueva dictadura extremadamente cruel y criminal, por la que el 20 por ciento de los residentes tuvieron que huir, poniendo en riesgo sus vidas.
Se supone que el Che siendo un comunista seguramente habría escuchado a Mao decir: “La guerra puede ser abolida solo con la guerra. Para que no existan más fusiles se debe empuñar un fusil”. Su lógica para actuar era de esta naturaleza.
En el mismo sentido, pudo haber escuchado a Stalin, responsable de los peores genocidios de la historia, y a quien se le atribuye la siguiente frase: “Una sola muerte es una tragedia, un millón de muertes es una estadística “.
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El gran engaño del sueño comunista
Los líderes comunistas han sido siempre hábiles en dirigir a las masas de los desposeídos recurriendo a engaños. Volviendo a Cuba, en realidad la guerrilla de los hermanos Castro y el Che, no fue la que en realidad expulsó al militar dictador Fulgencio Batista, sino que lo hizo una huelga general masiva del país al pedir la rendición de la Guarnición de Santiago de Cuba. Esto fue lo que obligó a Batista a escapar.
El pueblo creía que se instauraría con ello la democracia, de acuerdo a declaraciones de la hermana de Fidel, Juanita Castro, en una entrevista al diario Las Américas luego de la muerte de su hermano. Los cubanos nunca pensaron que llegaría una nueva dictadura y menos del extremo comunista marxista.
Juanita describe que ella fue una activista del movimiento del 26 de julio de Cuba, que colaboró en primer momento con la rebelión, pero se sintió traicionada por Fidel y especialmente por el Che, quien se encargaba de encarcelar o ejecutar, sin juicio ni proceso. Juanita abandonó del país, y nunca más volvió.
“Cuando yo empecé a ver los fusilamientos en la fortaleza militar de La Cabaña, aquello eso me volvió loca (…) “Yo no se qué movía al Che Guevara a hacer tanto daño gratis sin siquiera pasar por un tribunal una sola vez para que lo juzgaran. ¡Eso también me llegó mucho!», dijo Juanita.
«Tu veías el poner preso a cualquiera porque tenía un pariente que había sido batistiano. Desalojarlos de sus casas (….) todo el mundo empezó a tomar la justicia por su cuenta. Al principio yo pensaba que todo esto debía ser porque Fidel no sabía lo que estaba pasando….ingenuamente”, destacó la hermana de Fidel.
Ernesto «Che» Guevara no tuvo reparos para reconocer los fusilamientos en Cuba, durante su discurso en la Asamblea General de las Naciones Unidas 11 de diciembre de 1964.
«Es una verdad conocida y la hemos expresado siempre ante el mundo. Fusilamientos, sí. Hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando mientras sea necesario. Nuestra lucha es una lucha a muerte”, dijo el líder.
En el libro Las Víctimas Olvidadas del Che Guevara de María Werlao, presentado en el Primer Festival del Arte y la Literatura Independiente de Miami, y traducido al español por Eida del Risco, la autora afirma que Fidel le dio al Che la última palabra sobre la pena capital.
En el documento se explica que un equipo de la organización Archivo Cuba logró recopilar datos de 79 fusilamientos directos del Che en pocos meses, y 954 de toda Cuba en el año 1959.
Otras investigaciones, como la de la Embajada de Estados Unidos en Cuba, hablan de 200 y 700 ejecuciones responsabilizadas al Che. Un abogado que trabajó con el Che describió al menos 600 fusilamientos en 6 meses, pero también se mencionan 2000.
“Es probable que nunca se conozca el número de víctimas del Che. Mucha gente murió en las incursiones guerrilleras que dirigió en el Congo y en Bolivia, así como en revueltas y acciones violentas que planeó y facilitó en América Latina. El sistema totalitario que ayudó a diseñar e imponer en Cuba ha costado en las últimas décadas miles de vidas”, dijo María Welrlao.
Para exponer su teoría de la naturaleza perversa del Che, la Sra. Werlao agrega las palabras de Carlos Franqui, editor del periódico oficial Revolución, quien cita las palabras de Guevara para justificar los asesinatos: “Hemos encarcelado a mucha gente sin saber con seguridad si eran culpables. En Sierra Maestra, fusilamos a mucha gente sin saber si eran totalmente culpables. A veces, la Revolución no puede detenerse a conducir una investigación, tiene la obligación de triunfar”.
Añade además que el Che Guevara, en lugar de ocultar sus acciones, igual que Stalin, trató de legalizarlas, nombrando como Juez Comisionado de los tribunales revolucionarios a un contador de 21 años llamado Orlando Borrego.
Testigos informan que según Guevara no había ninguna necesidad de recurrir a métodos “burgueses» legales para las ejecuciones y que la evidencia era secundaria.
En la mente del Comandante sólo había por una parte los ricos y burgueses y en el otro lado, los proletarios. En el primer grupo ponía a todos sus oponentes y a los contrarrevolucionarios. El segundo grupo en cambio lo convirtió en parte de su sistema de educación.
De hecho la Sra.Werlau informa estas otras palabras del Che citadas en su libro por algunos testigos: “No hace falta hacer muchas averiguaciones para fusilar a uno. Lo que hay que saber es si es necesario fusilarlo nada mas”.
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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