Los nuevos convenios firmados con el “gigante asiático” refuerzan la estrategia de este último de avanzar firmemente sobre los recursos naturales de América Latina, y de Argentina en particular.
Compramos más de lo que vendemos
El intercambio comercial entre Argentina y China creció enormemente en la última década. Sin embargo, a juzgar por los resultados, como prácticamente en todo el mundo, el país asiático ha salido mucho más favorecido. De hecho, desde el año 2008, Argentina tiene déficit comercial con China, es decir, le compra más de lo que le vende. El año pasado, esa diferencia representó un desembolso de más de 5 mil millones de dólares a las arcas del país sudamericano. Es el mayor déficit que Argentina tiene con otro país.
La diferencia en el comercio bilateral es aún más relevante si se la analiza no solo desde un punto de visto cuantitativo sino también cualitativo, es decir, además de medir el saldo comercial en dólares, indagar en qué es lo que se comercia.
Según los datos de la Cámara Argentina de Comercio (CAC), del pasado mes de mayo, el grueso de las exportaciones argentinas a China está basado en los productos derivados de la soja, combustibles y calamares. En cambio, Argentina le compra al país asiático básicamente manufacturas, automotores, maquinas y aparatos electrónicos.
“En esta relación se le compra o se le saca a Argentina materias primas o recursos naturales, que generalmente tienen un valor de commodities y aquí no se le añade ningún valor agregado. Y eso sabemos históricamente que es algo problemático”, manifiesta al respecto el Dr. Oscar Agost Carreño, Master Internacional en Cultura, Sociedad y Economía de China e India (Universidad de Alcalá de Henares de España).
Los bienes manufacturados al igual que los bienes de capital incorporan mucho más valor agregado (mano de obra y materias primas) que los bienes primarios, alimentos y derivados, que se exportan prácticamente luego de ser cosechados y sus precios residen simplemente como commodities, es decir, están determinados internacionalmente.
En ese sentido cabe remarcar que el déficit comercial con el “gigante asiático” sería aun mayor si el precio internacional de la soja no fuera tan alto (desde hace un tiempo se mantiene en niveles históricos record). Esta situación refuerza la tesis de que, a través de esta forma de intercambio, Argentina es mucho más endeble ante algún eventual shock externo (por ejemplo, si el precio de la soja bajara drásticamente), lo cual le dejaría aun menos margen de maniobra para revertir este desfavorable saldo comercial.
Hacia dónde van las inversiones chinas
Hace años que China viene teniendo severos problemas con sus recursos naturales. La contaminación y depredación de las tierras de cultivo, el aire y el agua ha provocado que el régimen saliera al mundo a intentar paliar ese déficit.
En ese marco, en los últimos años han venido aterrizando en Argentina inversiones chinas ubicadas en estos sectores estratégicos.
“Las pocas inversiones que ha hecho China han sido a través de empresas chinas que han invertido en cuestiones de su interés, ya sea para facilitar la extracción de recursos, por un lado, o si no han sido empresas que han dado créditos o han hecho obras que el gobierno termina pagando”, señala el Dr. Carreño y sintetiza, “por donde se lo vea siempre el ganador es China”.
El académico sostiene que, a diferencia de Argentina y América del Sur en general, China tiene bien en claro cuál es su estrategia; en el caso de las inversiones, “son obras que generalmente permiten, por ejemplo, hacer caminos o represas hidroeléctricas; (…) gracias a esa energía, a esos caminos y a esos puentes, pueden sacar la mercadería llegando de una forma más barata al puerto”.
Para finalizar y dejarlo para otro capítulo, es imprescindible señalar que el actual segundo socio comercial de Argentina, China, es un país que ha sido múltiples veces denunciado por la severa violación a los derechos humanos de su régimen gobernante. El Dr. Carreño señala que si bien se han logrado algunos avances en el terreno económico, lo cierto es que en el país asiático se violan, entre otras, las libertades políticas, de expresión y de creencia. “Sin dudas eso es parte de un régimen totalitario”, agrega y concluye, “la reflexión que tenemos que hacer es que la economía no es todo”.
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