Luego de la conversación mundial vista en los últimos días, vinculada al Día Internacional de la Mujer, es importante recordar el problema que muchas mujeres enfrentan en la República Popular China. Muchas de ellas en este país deben hacer frente a la prohibición de tener hijos, mientras que otras tantas se les ha negado el derecho más fundamental de todos, esto es, el derecho a la vida.
En la actualidad, China cuenta con una población en la que existen 33 millones más de hombres que mujeres. De hecho, estadísticas extraídas del censo realizado en China en 2015 estiman que existen casi 116 niños por cada cien niñas.
Este desequilibrio en materia de género en territorio chino no surge de la casualidad, sino que se debe a la draconiana política oficial de un solo hijo, interpuesta en 1979. En tanto China transitó de una política de un solo hijo a una de dos hijos a inicios de 2016, es improbable que esta modificación sirva como remedio al desequilibrio de género y, en rigor, podría incluso exacerbarlo.
El desequilibrio de referencia se debe, casi de manera absoluta, a las políticas de control de natalidad implementadas por el gobierno chino. Factores que hacen de mitigantes, como ser la preferencia cultural de los chinos por los niños -en desmedro de tener niñas- y la realidad de que, en la edad madura, hay un niño bajo cuidado de dos padres, ha conducido a muchas familias chinas a abortar a sus niñas. Pero, a raíz de los últimos datos, la intervención del gobierno en cuestiones que hacen a la familia es la variable que explica la ocurrencia de abortos forzados -que contribuye al desequilibrio mencionado.
Al día de la fecha, algunos expertos han calificado a la política de dos hijos como una modificación significativa respecto de prácticas pasadas. Los funcionarios chinos esperan que la salida del programa de un solo hijo resulte en un aproximado de tres millones de nacimientos anuales adicionales, incrementando los nacimientos chinos de poco más de 16 millones, a apenas por debajo de 20 millones por cada año. Pero, aún así, la política de dos hijos derivará en menos nacimientos adicionales que la modificación hecha a estas políticas en 2013.
Más allá del beneficio limitado en materia de fertilidad, la transición hacia una política de dos hijos no solucionará el desequilibrio de género. Los análisis históricos de las tasas de natalidad en áreas en donde China ya había implementado tácitamente la política de dos hijos hallaron una perturbadora tendencia: un significativamente sesgado ratio de sexo para segundos y terceros nacimientos -y de orden superior.
La política estatal impacta de forma más notoria en las mujeres: privando a niñas de vivir, imponer esterilización forzada a mujeres, abortos forzados y la exacerbación de la problemática social -incluyendo tráfico humano y de ‘novias por correspondencia’. Pero la cuestión no afecta con exclusividad a la mujer.
La devaluación de las mujeres registrada bajo las políticas de uno o dos hijos es el resultado del fracaso a la hora de reconocer la importancia de la vida humana. Y su impacto social es tan negativo como irreversible.
Como resultado directo de la política oficial de un solo hijo, la tasa del crecimiento del PBI chino -proyectado anualmente- probablemente disminuya de un 7.2 por ciento en 2013, a alrededor del 6.1 por ciento hacia 2020. Y los desequilibrios de género en lo que tiene que ver con los nacimientos ha conducido a otro fenómeno, a saber, que los hombres en la República Popular China están volviéndose cada vez más inquietos y violentos, a partir de su incapacidad para hallar esposas.
La franca devaluación de la vida humana -en particular, de las mujeres- en China, debería ser tema de preocupación para sociedades enteras -hombres y mujeres por igual.
No hemos de olvidar nuestra obligación de hablar en nombre de aquellos que no pueden hacerlo: los niños y niñas no-natos de China, y sus madres -a quienes se les impone el aborto forzado-. Será hora de exigir el final de las políticas oficiales de control poblacional.
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