Con respecto a los datos que salen de China, hay que tomarlos con pinzas. Algunos son más altos de lo que se informa, otros son más bajos, y algunos nadie sabe con exactitud.
Sin embargo, la mayor parte del tiempo pueden indicar una tendencia. Por ejemplo, nadie cree que el PBI creció un 7,3 % en el primer trimestre, pero la trayectoria es claramente descendente.
Ahora hay otra cifra que está bajo la lupa: la huida de capitales.
Según datos oficiales, en el primer trimestre de 2015China registró el mayor déficit de su historia en la balanza de pagos. Fue de sólo U$S 80.000 millones, pero eso significa que un capital récord de U$S 159.000 millones salió del país para obtener mejores dividendos en otro lugar.
A excepción de un trimestre en 2012 y otro en 2014, el capital siempre entraba a China –al menos oficialmente– pero ahora tenemos el tercer resultado negativo para el capital y el comercio combinados. Primero, porque el dinero sigue saliendo y segundo porque recientemente el comercio ha colapsado.
En la superficie, los funcionarios chinos no están preocupados, pero deberían estarlo: “La reciente huida de capitales representa un ajuste dentro de las expectativas. No se los puede comparar con la salida ilegal y secreta de capitales”, afirmó a principios de año Guan Tao, director del departamento de balance de pagos en la Administración Estatal para el Intercambio Extranjero.
Deberían estar preocupados porque más allá de la superficie, la huida de capital podría haber alcanzado ya los billones de dólares.
“La mayor parte del total mundial de Asia se debe a la salida ilegal de capitales de China, la fuente principal de flujos financieros ilícitos desde países en desarrollo en nueve de los diez años abarcados en este estudio”, indica un informe de Global Financial Integrity, la cual rastrea los flujos de capital más allá de los números oficiales.
El informe afirma que China ya exportó U$S 1,25 billones en los últimos diez años hasta 2012 inclusive, cuando salieron unos U$S 250 mil millones, mucho más que el número oficial de 2015 hasta ahora.
Por varias razones, estas son malas noticias. Primero, disminuye el balance del banco central, lo que suma presión deflacionaria a un ambiente ya deflacionario.
Segundo, aumenta la presión sobre la moneda, ya que una gran cantidad de yuanes están siendo cambiados por dólares y otras divisas. Esto no es lo que China quiere, ya que está compitiendo por convertirse en moneda de reserva del Fondo Monetario Internacional.
Por último, pero no menos importante, las reservas en moneda extranjera y una moneda estable permiten que un país adquiera bienes y servicios extranjeros que todavía no puede producir por sí mismo. Si China realmente quiere pasar de economía manufacturera a economía de servicios, para eso necesitará capital.
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