En reiteradas ocasiones resaltamos la importancia de un buen líder, definimos sus características y cuánto aporta al éxito de una empresa. Sin embargo, raras veces hacemos referencia a la necesidad de un liderazgo efectivo a nivel familiar.
Dirigir un hogar no es tarea fácil. Según Juan Pablo II, «la familia es la base de la sociedad y el lugar donde las personas aprenden, por vez primera, los valores que les guían durante toda la vida». Ese punto de vista adquiere mayor trascendencia si existen menores dentro del seno familiar. Podemos disfrutar del éxito a nivel laboral o social, pero si el hogar está dividido, si existen malas relaciones entre sus miembros, la felicidad y el triunfo nunca serán plenos.
Los principios básicos del liderazgo tienen validez también en la vida hogareña. A continuación te relaciono cinco de los más significativos:
-Toda empresa necesita una estrecha unidad entre sus miembros para acariciar el éxito. Igual sucede en casa. Una familia dividida es disfuncional.
-La unidad demanda, además de amor, lealtad. En el seno familiar nunca debe practicarse el engaño y la mentira.
-Es preciso respetar, tolerar y comprender a los demás. Estas tres virtudes se traducen en amor en el ambiente familiar.
-Para un buen líder, el objetivo básico es ganarse la confianza del colectivo y hacerlo partícipe de las decisiones fundamentales. En la familia ocurre igual; incluso, el criterio de los menores debe tenerse en cuenta.
-Nunca debe fallar la comunicación. Quienes asumen el liderazgo tienen el deber de mantener un alto nivel de comunicación con los integrantes de la comunidad, y entre ellos. ¡Nadie debe ser extraño para nadie!40
El éxito familiar es responsabilidad de todos, sin tener en cuenta edad, sexo, nivel de instrucción o manera de pensar.
En repetidas ocasiones, debido al trabajo, en medio del vaivén de la sociedad moderna, descuidamos la familia y no le dedicamos el tiempo que realmente merece. Eludimos de manera inconsciente su importancia, y cuanto ella requiere de nosotros.
A pesar de la agitada realidad, estamos obligados a encontrar el tiempo necesario para reverenciar a nuestra familia, porque, como expresó Demóstenes, el gran maestro de la palabra, «la reverencia es seguida por el amor».
Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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