Hace unas semanas y por primera vez, Beijing anunció una ‘alerta roja’ como consecuencia de la gruesa capa de esmog que cubría la ciudad, la cual fue considerada como un problema para la salud.
Por tal motivo, diferentes medidas han sido impuestas no sólo por el régimen, sino que también los ciudadanos comenzaron a buscar sus propias soluciones, por ejemplo, un restaurante en la provincia de Jiangsu ya cobra a sus clientes una “tarifa de aire limpio” por un yuan, es decir unos 0,15 dólares.
Mientras tanto, Vitality Air, una compañía de Canadá “ofreció su ayuda” a chinos y les quieren vender aire de las montañas por 28 dólares por botella.
A su vez, una empresa francesa lanzó una publicación en la que muestra en un mapa en tiempo real el nivel de contaminación en el aire del mundo.
Luego de la amplia degradación ambiental, con el propósito de mantener en la punta sus tasas de crecimiento económico, China siente hoy los efectos. Hay que indicar, sin embargo, que expertos han expresado que debido a la manera como se administra el velo de contaminación en la mayoría de las ciudades chinas, los desafíos que tendrán que enfrentar serán cada vez más notables. Unos que, incluso, muy probablemente, no podrán enfrentar.
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