Las investigaciones muestran que la ideología política del comunismo restringe la innovación, la cual es la panacea actual del crecimiento económico y la prosperidad a largo plazo.
A grandes rasgos, la doctrina comunista de la propiedad estatal de la industria y los bienes, con estricta supervisión por el gobierno, llevó a una cultura reacia al riesgo en un ambiente que desalienta la ambición y la creatividad. Esto no podría estar más lejos de los componentes que la innovación requiere para florecer.
El Índice de Propiedad Intelectual Internacional de 2017, recientemente publicado por el Centro Global de Propiedad Intelectual (CGPI) y la Cámara de Comercio de EE. UU., ubica al actual bastión del comunismo, China, en el Nro. 27 y a la ex Rusia comunista en el Nro. 23 –detrás de las economías más pequeñas de Malasia, México y Turquía, por ejemplo.
El informe asocia los regímenes de protección de propiedad intelectual más fuertes con economías más innovadoras y, a la inversa, una débil protección de la propiedad intelectual como un impedimento a la innovación estratégica y el desarrollo a largo plazo.
Según el informe del CGPI: “Un ambiente nacional de robusta propiedad intelectual tiene una fuerte correlación con un amplio rango de indicadores macroeconómicos que caen bajo el paraguas de la innovación y la creatividad”.
Los países líderes con fuerte propiedad intelectual son economías capitalistas, de libre mercado, como Estados Unidos y el Reino Unido. Países democráticos de Europa y Asia también clasifican alto.
El informe afirma que las medidas proteccionistas de Rusia (en producción local, contratación y manufactura) trabajan para restringir los derechos de propiedad intelectual. Rusia también sufre altos y persistentes índices de piratería en software.
Para China, el informe destaca los históricos altos niveles de violación de la propiedad intelectual.
China y Rusia son los “usuales sospechosos” de espionaje cibernético. El robo de propiedad intelectual, la infraestructura de la innovación, es una forma en que estas naciones fuertemente influenciadas por el comunismo tratan de mantenerse competitivas a nivel global.
La agencia 2thinknow, con sede en Melbourne, Australia, ha estado calificando las ciudades más innovadoras del mundo por los últimos 10 años. En sus últimos rankings publicados el 23 de febrero, la ciudad más innovadora en un país comunista, Beijing, de ubica en el Nro. 30, Moscú en el Nro. 43.
Desafilando la eficacia de las universidades
Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), ni una sola universidad china califica entre las primeras 30 en términos de publicaciones científicas más citadas.
Las universidades son caldos de cultivo para las mentes jóvenes e innovadoras. Entre sus paredes, nacen y se debaten ideas, se forman compañías, y se conduce investigación. Son componentes claves de un saludable ecosistema de innovación.
El profesor de la Escuela de Negocios Harvard, William Kirby, escribió sobre las estrictas limitaciones de lo que la facultad podría discutir con los estudiantes dentro de las universidades chinas.
“La facultad no podría hablar sobre ningún fracaso pasado del partido comunista…. No podrían hablar sobre las ventajas de la separación entre los poderes judicial y ejecutivo del gobierno”, afirmó Kirby en un artículo publicado en el Harvard Business Review (HBR) en 2015.
“Es difícil exagerar el impacto de estas censuras en el discurso del campus y el ambiente de aprendizaje”, escribió Kirby.
El comunismo es conocido por su corrupción y nepotismo. Una editorial de Science señaló que el grueso del presupuesto de investigación y desarrollo del gobierno chino fue asignado debido a conexiones políticas y no a mérito basado en el juicio de paneles de análisis independientes.
Interferencia comunista
El informe de 2014 de McKinsey “El efecto de China en la innovación global” señaló que el impacto de la innovación en el crecimiento económico de China disminuyó al nivel más bajo desde alrededor de 1980.
China tiene un mercado de consumo enorme, un gobierno dispuesto a invertir grandes cantidades de dinero (cerca de U$S 200 mil millones en investigación y desarrollo en 2014) y de sus universidades se gradúan más de 1,2 millones de ingenieros por año.
Claramente, China tiene tanto potencial, pero es Estados Unidos el que ha tomado el mando de supremacía tecnológica.
“El país [China] aun tiene que elaborar un motor de combustión interna que pueda ser exportado y se encuentra detrás de países desarrollados en las ciencias, desde la biotecnología hasta las telas”, según McKinsey.
“Mientras que todos los gigantes occidentales de la tecnología tienen laboratorios de investigación y desarrollo en China, la mayor parte de lo que hacen es adaptación en vez de desarrollar la nueva generación de tecnologías y productos”, escribieron Anil Gupta y Haiyan Wang en un artículo de 2016 en el Harvard Business Review (HBR). Gupta y Wang son coautores del libro “Entendiendo China e India”.
El excesivo involucramiento del gobierno a menudo lleva al desperdicio y el exceso –exceso de construcción y de capacidad. La burbuja de bienes raíces y los molinos de acero de China son dos ejemplos.
Últimamente, el gobierno chino ha estado intentando estimular una arremetida de nuevas empresas al proveerles de subsidios generosos. Pero no tiene la inteligencia para elegir ganadores y perdedores. En cambio, un uso más eficiente del capital viene de las empresas capitalistas conocedoras y sagaces. La mayoría de las nuevas empresas están destinadas a fracasar después de todo.
“¿Por qué China no puede innovar?”, un artículo de 2014 publicado en el Harvard Business Review, de la coautoría de Kirby, señaló que el Partido Comunista Chino requiere que uno de sus representantes esté asociado con cada compañía de más de 50 empleados. Las empresas más grandes deben tener una célula del Partido, cuyo líder reporte directamente al Partido en el nivel municipal o provincial.
“Estos requisitos comprometen la naturaleza propietaria de la dirección estratégica, operaciones y ventaja competitiva de una empresa, limitando así el comportamiento competitivo normal, sin mencionar los incentivos que llevan a los fundadores a desarrollar sus propios negocios”, según el artículo.
El sistema de “gobierno paralelo” limita el flujo de ideas. La innovación de China viene en gran parte a través de la “adaptación creativa”, que puede significar muchas cosas incluidas las adquisiciones del extranjero y sociedades con empresas foráneas, pero también el robo cibernético.
Fuga de capitales
El comunismo está en contra de la propiedad privada. Esto pone un impedimento a la innovación.
“La clave para saber si China puede o no convertirse en un país de innovación está ligada al respeto de los derechos de propiedad y del estado de derecho”, escribió Ma Guangyuan, un economista independiente en China.
En su blog, Ma cita a los ensayos del renombrado inversor estadounidense William Bernstein, que discute los derechos de propiedad como lo más importante de los cuatro factores necesarios para un rápido crecimiento económico. Guangyang escribió, “Los empresarios viven en el constante miedo al castigo” dadas a las cuestionables prácticas comerciales en China, un ambiente que los lleva a perder la confianza en un futuro económico viable a largo plazo.
La fuga de capitales fuera de China es un síntoma del problema; otro es la preferencia de los chinos acaudalados por enviar a sus hijos al extranjero para la educación superior. La pérdida de empresarios como Li Ka-shing y Cao Dewang es un signo de que el césped más verde está en el extranjero.
El excampeón del ajedrez mundial Garry Kasparov, un ruso, escribió: “El comunismo como ideología política está tan en ruinas como siempre”.
En su blog, siguió diciendo: “No es coincidencia que los valores del siglo estadounidense sean también los valores de innovación y exploración. La libertad individual, la toma de riesgos, la inversión, la oportunidad, la ambición y el sacrificio. Las dictaduras religiosas y seculares no pueden competir con estos valores y así atacan los sistemas fundados sobre ellos”.
Los autores del artículo del Harvard Business Review “¿Por qué China no puede innovar?” reconocen la casi ilimitada capacidad de los individuos chinos, no obstante, el ambiente político en China actúa como un collar de ahogo para la innovación.
“El problema, creemos, no es la capacidad intelectual o de innovación del pueblo chino, que es ilimitada, sino el mundo político en el que sus escuelas, universidades y empresas necesitan operar, que está muy limitado”, escribieron.
Se estima que el comunismo ha matado al menos 100 millones de personas, no obstante sus crímenes no han sido recopilados y su ideología aún persiste. La Gran Época busca exponer la historia y creencias de este movimiento, que ha sido una fuente de tiranía y destrucción desde su surgimiento.
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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