La contaminación sonora, un producto no deseado de la urbanización, el trasporte y la industria, es una característica clave en el desarrollo humano y el crecimiento de la población. En algunos casos se produce intencionalmente, como por ejemplo cuando se realizan estudios sísmicos usando poderosas columnas de armas de aire para explorar y mapear el suelo marino, o activar un sonar, el cual usa ondas para detectar objetos en el océano.
Todo este ruido, ya se intencional o no, tiene la capacidad de alterar el ambiente acústico de los habitantes acuáticos o terrestres. Esto puede tener un efecto dramático sobre los animales que habitan allí, tal vez incluso les conduzcan a cambios evolutivos, ya que las especies evitan ambientes ruidosos o se adaptan a estos.
Elevando los niveles de ruido
El dramático y comparativamente reciente incremento en los niveles de ruido está marcado tanto en magnitud y extensión, con un estimado 30% de la población europea expuesta a niveles de ruido de tráfico mayores de 55db (decibeles) en la noche, por encima de objetivo de los 40db recomendados por laOrganización Mundial de la Salud. Aun las áreas naturales remotas no escapan al alcance antropogénico o causado por el hombre, el ruido. Un estudio a través de 22 parques nacionales en los Estados Unidos demostró que esta clase de ruido era, en promedio, audible en más del 28% de las veces.
El ruido no solo es irritante. Sabemos desde hace algún tiempo que este puede tener efectos directos en la salud humana. Realmente, la exposición crónica a niveles de ruido superiores a 55db, incrementan dramáticamente los riesgos de enfermedad cardiaca y accidente cerebro-vascular, se ha demostrado también que el sonido de las aeronaves impacta el desarrollo de las habilidades de lectura en los niños que asisten a escuelas cercanas a aeropuertos congestionados. La OMS estima que en Europa al menos un millón de años de vida saludable se pierden cada año debido al ruido del tráfico.
Comportamientos cambiantes
Pero, ¿cuáles son las trascendencias para la vida salvaje, particularmente dada la importancia que la producción de sonido y el escuchar son para un rango de comportamientos, tales como ubicar comida, evitar depredadores y encontrar un compañero? Por ejemplo, los murciélagos y los delfines dependen del sonar de alta frecuencia para detectar presas muy veloces, mientras que el carbonero común, el ciervo rojo y los saltamontes están entre las muchas especies que anuncian su dominio y conveniencia con cantos. Los elefantes pueden aun usar el sonido para determinar la amenaza presentada por diferentes grupos humanos.
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El interés científico de los efectos de la contaminación sonora sobre la vida salvaje se ha intensifica en la última década y estamos ahora desarrollando un mejor entendimiento de como el ruido puede impactar el comportamiento, población y procesos a nivel de comunidad a lo largo de un rango de especies animales. Utilizando enfoques experimentales y de observación que caracterizan y exploran los efectos específicos de diferentes fuentes de ruidos, la evidencia generada a partir de estos estudios es considerable, particularmente entre pájaros cantores y mamíferos marinos, los cuales dependen en gran medida del sonido y la comunicación vocal.
Ahora sabemos, por ejemplo, que la búsqueda de alimentos, manera de cantar y estrés fisiológico de los cetáceos (ballenas, delfines y marsopas) pueden ser perturbados por el ruido de los barcos. Esto es de particular preocupación para especies como la ballena del Atlántico Norte – en peligro de extinción – que viven en aguas costeras de Estados Unidos y experimentan muy altos niveles de tráfico marítimo. Aun más, además de los cambios en la distribución y comportamiento vocal, el sonar militar se ha vinculado también al comportamiento de los cetáceos.
Esos impactos no solo están limitados a los mamíferos marinos. Considerables efectos negativos de ruido también se documentan en peces de agua dulce e invertebrados.Estudios recientes demostraron que el ruido de barcos compromete el comportamiento anti depredadores en cangrejos y anguilas expuestas al mismo. Se ha demostrado que en hábitat terrestre, la abundancia y diversidad de aves puede declinar por efecto de sonidos crónicos alrededor de las ciudades y carreteras.
Varias especies han manifestado ajustes en sus cantos en un intento por adaptarse a la cacofonía del ruido humano. Por ejemplo, el carbonero común es capaz de elevar la frecuencia de sus llamados para reducir la cobertura acústica que provoca el ruido urbano de baja frecuencia, predominante, mientras que los petirrojos europeos ajustan el tiempo de su canto para coincidir con periodos más tranquilos en la ciudad. Entretanto, los colibríes de mentón negro y los pinzones de casa parecen seleccionar activamente áreas ruidosas cercanas a pozos activos de gas para evitar la depredación del nido a través de otras especies sensibles también perturbadas.
Las carreteras son la mayor fuente terrestre de ruido debido a su extensión espacial y al volumen de tráfico. Un estudio de 2003 calculó que el 83% de los 48 estados más bajos de los Estados Unidos, estaban a 1 km de una carretera. Estuve trabajando con colegas de la Universidad de Colorado y del Servicio Nacional de Parques para explorar los efectos de los ruidos de las carreteras sobre los perritos de las praderas, un mamífero social.
Nuestra investigación demostró que los perritos de la pradera, los cuales viven comúnmente en hábitat cercanos a carreteras y áreas urbanas, redujeron significativamente la búsqueda de alimento e incrementó su nivel de vigilancia cuando estaban expuestos a los ruidos de carretera. Tales cambios en el comportamiento podrían tener impacto en la salud de su población a largo plazo, particularmente en combinación con otros factores estresantes como enfermedad y pérdida de hábitat
También se reveló que el ruido de carretera perjudica la eficiencia de búsqueda de alimento en los murciélagos y altera la comunicación vocal de las ranas e invertebrado.
Dificultades de medición
Estudiar el ruido no es algo fácil de realizar. En primer lugar, los niveles de sonido no pueden ser medidos precisión y se definen usando una sola escala absoluta, como las que se usan para temperatura, lluvia o velocidad del viento. Para simplificar, frecuentemente nos referimos a un nivel de decibel, pero sin tomar en cuenta la duración y la frecuencia de la señal acústica. Los efectos específicos del ruido también necesitan ser desenredados de las fuentes de perturbación que frecuentemente le acompañan, incluyendo presencia humana, fragmentación de hábitat y contaminación química.
La necesidad de entender aún más los complejos efectos biológicos del ruido y establecer científicamente umbrales relevantes de exposición al ruido es una prioridad para la salud humana y la conservación de la vida salvaje. El veloz desarrollo, urbanización y crecimiento de la población están supuestos a continuar en el futuro. Como resultado necesitamos asegurar un esfuerzo de colaboración entre científicos, industria y gobierno para proteger los paisajes sonoros naturales donde sea posible, mientras se promueve también una nueva tecnología y métodos que mitiguen los efectos del ruido.
El ruido hecho por el hombre es un fenómeno relativamente reciente, particularmente en términos evolutivos, pero estudios científicos han demostrado que este tiene el potencial de ajustar el comportamiento, alterar la fisiología y aun reestructurar las comunidades animales. En última instancia, tan fuerte presión a las especies para seleccionar podría conducirles a un cambio evolutivo. Esas son preguntas complejas que están ahora siendo exploradas por los expertos a través de un rango de disciplinas desde el comportamiento animal a la bioacústica.
Graeme Shannon, Conferencista de la Universidad de Bangor
Este artículo se publicó previamente en The Conversation.
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