Hace más de mil años, un sacerdote japonés llamado Kukai inició una práctica para demostrar el último acto de dedicación en la disciplina religiosa, la automomificación.
La práctica, conocida como Sokushinbutsu, fue un ritual observado durante muchos años, que culminaba con la muerte y completa preservación del cuerpo. Si tenía éxito, subsecuentemente el monje era colocado en un templo para ser visto y que otros lo veneren.
Kukai (774-835), fue un monje japonés, funcionario, erudito, poeta, artista y fundador de una secta esotérica conocida como Shingon, que combina elementos del budismo, viejo sintoísta, taoísmo y otras religiones. Él y sus seguidores practicaban el Shuguendo, una filosofía basada en alcanzar el poder espiritual a través de disciplina y abnegación.
Hacia el final de su vida, Kukai entró en un estado de meditación profunda y se negó comer alimentos y tomar agua, que finalmente lo llevaron a una muerte voluntaria. Fue sepultado en el Monte Koya, en la prefectura de Wakayama. Un tiempo después, la tumba fue abierta y Kukai, conocido póstumamente como Kobo Daishi, supuestamente fue encontrado como si estuviera durmiendo, su tez sin cambios y el cabello sano y fuerte.
La práctica, conocida como Sokushinbutsu, fue un ritual observado durante muchos años, que culminaba con la muerte y completa preservación del cuerpo
Desde entonces, el ritual Sokushinbutsu se desarrolló, evolucionó y el proceso de auto-momificación llegó a ser practicado por un número de seguidores dedicados de la secta Shingon. Los practicantes de Sokushinbutsu, no consideraban a esta práctica como un acto de suicidio, sino más bien como una forma de mayor iluminación.
En “Budas Vivientes: Los monjes automomificados de Yamagata Japón”, Ken Jeremiah señala que muchas religiones han visto la incorruptibilidad del cuerpo como un signo de gracia especial o habilidad sobrenatural.
Proceso de automomificación
Los pasos necesarios para momificar al propio cuerpo eran extremadamente rigurosos y dolorosos. Durante los primeros mil días, los monjes dejaban de comer, excepto frutas, frutas secas, semillas y bayas, participando en una amplia actividad física para despojarse de toda grasa corporal.
Para los próximos mil días, su dieta se limitaba sólo a cortezas y raíces. Cerca del final de este período, bebían té venenoso, hecho de la savia del árbol Urushi, que les causaba vómitos y una rápida pérdida de líquidos corporales. También actuaba como conservante y terminaba con gusanos y bacterias que al cuerpo podrían causarle decadencia después de la muerte.
En la etapa final, tras más de seis años de preparación tortuosa, el monje se encerraba en una tumba de piedra apenas más grande que su cuerpo, donde iba a entrar en un estado de meditación. Permanecía sentado en posición de loto, una posición de la que no se movería hasta morir. Un tubo de aire pequeño proporcionaba oxígeno a la tumba.
Cada día, el monje hacía sonar una campana para que el mundo exterior supiera que aún seguía vivo. Cuando la campana dejaba de sonar, se retiraba el tubo y se sellaba la tumba para el período final de mil días de ritual.
Al finalizar este período, se abría la tumba para ver si el monje había tenido éxito en momificarse a sí mismo. Si el cuerpo era encontrado en un estado preservado, el monje era elevado a la condición de Buda, su cuerpo era retirado de la tumba y se le colocaba en un templo para que fuera adorado y reverenciado. Si el cuerpo se había descompuesto, al monje se le encerraba nuevamente en su tumba y era respetado por su resistencia, pero no adorado.
Esta antigua práctica de auto-momificación continuó hasta el siglo XIX, cuando fue prohibida por el gobierno japonés. Hoy en día, el ritual Sokushinbutsu no es seguido o practicado por ninguna secta Budista.
Se cree que cientos de monjes trataron el ritual Sokushinbutsu, pero solo se sabe de 28 que hayan logrado momificarse, muchos de ellos pueden ser visitados en varios templos en Japón. El más famoso es Shinnyokai Shonin del Templo Dainichi-Boo, en el venerado monte Yudono. Otros pueden ser encontrados en el Templo Nangakuji, en los suburbios de Tsuruoka, y en el templo Kaikokuji, en la pequeña ciudad de Sakata.
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