“El guerrero venido del cosmos se divertía al ver la fragilidad de sus adversarios. A fin de darles una demostración de su fuerza, alzó su arma laza-rayos y, apuntando sucesivamente a un árbol y a una piedra, destruyó ambos. Todos comprendieron que Bep-Kororoti había querido demostrarles que no había venido a hacer la guerra» (antigua leyenda de los nativos amazónicos).
El mundo ha evolucionado desde lo simple a lo complejo; de la herramienta de piedra a la tecnología de punta. Sin embargo, decenas de relatos de nativos parecen enredar por completo la concepción acabada que los historiadores intentan brindar a la humanidad. Megalítos descomunales e historias de antiguos visitantes del espacio redundan en detalles desde cada rincón del planeta.
John Frum: radiografía de un culto cargo
Desde aquel mayo de 1941, los días nunca fueron iguales para los habitantes de Tanna, una de las islas más pequeñas del archipiélago de Vanatu, en el Pacífico occidental. “El día de John Frum”, representa por lejos la jornada más importante para los isleños. Los desfiles para honrar al bondadoso Dios americano, nunca pueden ser demasiados.
Es probable que el caso de adoración de los nativos de Tanna hacia un soldado norteamericano llamado John Frum (o “John, from… América”) que conviviera un tiempo con la tribu en la década del 40´ sea el caso más conocido de lo que antropológicamente se denomina como “culto cargo”. Los cultos cargo o cultos de cargamentos, representan un singular fenómeno étnico-social frecuentemente presenciado durante las continuas expediciones norteamericanas sobre las islas del Pacífico en los tiempos de la Segunda Guerra Mundial. La distribución de provisiones desde aviones, las continuas visitas, los regalos y la aplicación de medicinas entre los hombres de las tribus subdesarrolladas de la región, provocaron el surgimiento de multiplicidad de religiones y cultos proféticos que proclamaban por años el pronto regreso de sus dioses, tan humanos como una piel blanca llamado John o el mismo Duque Felipe de Edimburgo adorado por la tribu Yaohnanen, del archipiélago Vanatu.
Bep-Kororoti: el astronauta que visitó el Amazonas
Sin embargo, los cultos cargo surgidos en la región de las pequeñas islas, no son el único ejemplo de tragicómicas adoraciones; de hecho, el origen del culto cargo de la tribu amazónica de los Kayapo, permanece hasta el presente más como un enigma pendiente que como un gracioso producto de interacción racial. Con un traje de mimbre parecido al de un astronauta contemporáneo, los Kayapo celebran anualmente la llegada del misterioso Bep-Kororoti o “venido del Universo”. Según los lideres tribales, aquel extraño hombre surgido de la cordillera Pukato-Ti infundió miedo en un principio, pero rápidamente adoptó la postura de Mesías en el grupo de nativos. “Poco a poco, la gente de la aldea fue sintiéndose atraída hacia el extranjero a causa de su hermosura, la blancura resplandeciente de su piel y su bondad para con todos, reza la antigua leyenda. “Era más inteligente que los demás y pronto comenzó a enseñar muchas cosas desconocidas para la gente”.
Según la leyenda amazónica, un día Bep Kororoti estalló en un ataque de locura. Gritaba y no permitía que los aborígenes se acercaran a su cuerpo. Fue entonces que estos lo persiguieron hasta el pie de la montaña, y el extranjero escapó hacia los cielos en medio de una “tremenda explosión que sacudió todo a la redonda”. Según la historia, “Bep-Kororoti desapareció en el aire en medio de nubes llameantes, humo y truenos”. “Con la explosión, la tierra se había conmovido de tal manera que saltaron hasta las raíces de las plantas, y la selva desapareció y la tribu empezó a sentir hambre”.
El etnólogo Joao Americo Peret, quien hubiera entrevistado a los ancianos de la comunidad aborigen en 1952, afirmaba que la historia de Bep-Kororoti se remontaba a períodos lejanos. El culto cargo surgido en torno a un ser definitivamente real, deja en vilo a los actuales investigadores acerca de qué clase de persona visitaría la selva del Mato Grosso en un período tan remoto, con un traje de astronauta y una vara “mágica” capaz de tumbar un animal con solo tocarlo.
Con seguridad, Bep-Kororoti no encaja con el tipo de soldado norteamericano con fines humanitarios que los Tanna de Vanatu aún adoran. Aún más extraño, cuando la historia de los Kayapos fue difundida por primera vez, el diseño de los trajes de astronautas ni siquiera existía en los bocetos de las agencias espaciales de las grandes potencias. Inclusive, el detalle de la segunda partida del cosmonauta “entre nubes de humo, rayos y truenos”, recuerda al despegue de una nave de propulsión moderna. El mecanismo de propulsión, según explica la leyenda, estaría comandado por lo que los aborígenes entendían como ramas, y la nave, camuflada en árbol. “El hombre venido del cosmos volvió a sentarse en aquel árbol especial y ordenó flexionar las ramas hasta que éstas tocasen el suelo. Y otra vez se produjo una explosión y el árbol desapareció nuevamente en el aire”.
Los Dogón: la tribu extraterrestre
Una de las tribus africanas más enigmáticas para los investigadores es la de los Dogón, de la nación de Mali. En 1947, luego de haber convivido con los Dogón por más de dieciséis años, el antropólogo francés Marcel Griaule fue agasajado por los más ancianos de la tribu con la revelación de uno de los secretos más altos entre los nativos, desconocido incluso por la mayoría de los miembros de la propia comunidad.
Los líderes relataron cómo los Nommo, una especie mezcla de pez y humano, habían fundado una civilización sobre la Tierra; también contaron de la existencia de cuatro lunas de Júpiter, los anillos de Saturno y el conocimiento de que la Vía Láctea posee una forma espiralada. Incluso decían conocer la esterilidad del ambiente lunar y que los planetas se movían alrededor del Sol.
Pero probablemente, el conocimiento más impactante que los Dogón reservaban desde tiempos remotos eran las órbitas, tamaños y densidades del sistema de estrellas Sirio. Conformado por tres estrellas, Sirio A, B y C, el sistema estelar conocido a la perfección por los Dogón, solo terminó de conocerse con la enana roja Sirio C, descubierta el año 1995 por la influencia ejercida en el movimiento de todo el sistema.
Hasta la actualidad, nadie ha conseguido aportar pruebas de contundencia a favor o en contra de la teoría que unifica a las tribus de los Kayapo, Dogón, o Dogu del Japón como culturas contactadas por presuntos “Dioses” del espacio exterior. Aunque hoy en día puedan encontrarse cientos de testimonios gráficos y escritos que teoricen sobre antiguas visitas de inteligencia sideral, probablemente nunca logremos saber si el ser humano siempre habitó las cavernas, o si tuvo su mirada mas apostada en los cielos.
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