Las 18 piezas hexagonales que conforman el espejo de 6,5 metros de diámetro, recubierto de oro, del telescopio espacial James Webb, están ya ensambladas en su soporte mecánico, a la espera de su lanzamiento al espacio para sustituir al icónico telescopio Hubble, y desentrañar de una vez por todas los misterios del Universo profundo.
El telescopio “de la próxima generación” como le llama la NASA, es el mayor complejo que se desarrolla en el Centro de Vuelos Espaciales Goddard, en Greenbelt (Maryland. EE.UU.) y la tarea de ensamblado comenzó en noviembre pasado, siendo su culminación un paso de vital importancia para el proyecto que debe estar culminado en 2018.
Los 18 hexágonos ahora ensamblados, conforman una superficie total colectora de luz de 6,5 metros de diámetro, lo que significa un tamaño gigante en términos de instrumental astronómico espacial, el triple de lo que tiene el Huggle, en una sola pieza concentrado. Los múltiples hexágonos, han sido todo un logro de ingeniería, en tanto no había –ni hay- cohete capaz de transportar semejante tamaño de espejo de una sola pieza, un diseño desarrollado en tierra, con el Gran Telescopio de Gran Canaria y los Keck de EE.UU.
Algo similar vendrá en el futuro pero en suelo firme, cuando el Observatorio Austral Europeo, construya el E-ELT, que con 39 metros de diámetro auscultará los cielos desde el desierto de Atacama, en Chile.
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Un logro difícil de captar en toda su extensión
“Nuestros científicos e ingenieros han trabajado sin descanso para instalar estos increíbles, casi perfectos espejos, capaces de enfocar la luz de entornos hasta ahora escondidos de atmósferas planetarias, regiones de formación estelar y llevarnos a el principio del Universo. Con el espejo finalmente completo, estamos cada vez más cerca de las observaciones más audaces que no revelarán los misterios del universo”, afirmó un entusiasmado John Grunsfeld , director científico de la NASA en un comunicado publicado por el ente espacial.
El espejo ensamblado (18 espejos en realidad en el primario y 21 en total) viajará plegado desde el lanzamiento hasta colocarse en su órbita, donde se desplegará. Construido en berilio (un material de máxima rigidez, ligereza y estabilidad ante las temperaturas bajas extremas en el espacio), tiene el problema de no ser lo suficientemente reflectante a la luz infrarroja, la que necesita captar el James Webb. Por eso que cada pieza irá recubierta de una fina capa de oro que lo dotará de la capacidad necesaria.
El telescopio en su conjunto costará en el orden de los 7.000 millones de dólares, un sobrecosto impresionante desde los 1.000 millones originales, por lo que todos los demás planes de la NASA han sido recortados, en beneficio de éste que promete acceder a secretos inimaginables.
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