Es bien sabido que beber demasiado alcohol puede tener un grave impacto en la salud, incluso dañar el hígado. Pero, ¿cuánto es demasiado? Para condiciones como la cirrosis hepática, eso es usualmente más de 21 unidades de alcohol a la semana, alrededor de dos botellas de vino a la semana o una lata y media de cerveza al día. El Director Médico del Reino Unido recomienda que los adultos no consuman más de 14 unidades de alcohol a la semana para mantener bajo el riesgo de problemas de salud.
Sin embargo, el hígado no es el único órgano que se puede dañar con la bebida —el cerebro también. Beber más de lo que recomiendan las actuales directrices de bajo riesgo del Reino Unido se asocia con un mayor riesgo de demencia. Y un estudio reciente, publicado en Scientific Reports, encontró que incluso la bebida moderada está asociada con la disminución del volumen cerebral.
Los investigadores de este último estudio evaluaron a 300 personas de 39 a 45 años para comprender los efectos de la bebida en el cerebro. La mayoría de las personas en el estudio informaron que bebían a lo que se consideraba niveles de riesgo moderados o bajos (un promedio de menos de 14 unidades de alcohol por semana). Incluso a este nivel, hubo una reducción en la cantidad total de tejido cerebral que se observó en las exploraciones cerebrales. Esto se mantuvo para los hombres y las mujeres cuando se consideraron otros factores de riesgo, como el fumar. Sus cerebros se compararon con un modelo de referencia de volumen cerebral promedio.
Aunque el estudio no examinó el impacto fisiológico de la pérdida de tejido cerebral, cualquier pérdida significativa de este reducirá la capacidad del cerebro para funcionar a un nivel óptimo. El cerebro adulto se reduce lentamente con la edad, y es probable que la reducción del cerebro se acelere por problemas médicos, como la hipertensión arterial y la diabetes, que pueden surgir a finales de la mediana edad y en etapas posteriores de la vida. Esto es importante, dado que ahora sabemos que algunos de los primeros signos de daño cerebral por el alcohol se pueden revertir parcialmente después de la abstinencia. Esto se observó seis semanas después de la abstinencia total, reflejando una recuperación cerebral en los lóbulos frontales del cerebro, que juegan un papel importante en la regulación del comportamiento y nuestro pensamiento.
Estos hallazgos son similares a los de un estudio anterior que reveló que beber entre siete y 14 unidades de alcohol a la semana se asociaba con un menor tamaño del cerebro. Este nivel de bebida también se asoció con un menor rendimiento en las habilidades que implicaban recordar palabras memorizadas.
Daño en el lóbulo frontal
Cuando estudiamos los efectos del alcohol en el cerebro, naturalmente nos centramos en la demencia. Esto inevitablemente significa buscar cambios en la memoria. Después de todo, el diagnóstico de la demencia se basa en la pérdida de memoria. Pero ahora sabemos que los lóbulos frontales del cerebro están realmente dañados por el alcohol en una etapa más temprana que aquellas partes del cerebro asociadas con la memoria. Los lóbulos frontales controlan nuestra personalidad, comportamiento y capacidad de pensar con flexibilidad. Estas habilidades no se evalúan con las pruebas que se usan comúnmente para diagnosticar la demencia.
Pero beber de una forma que la población en general cree que es sensata y moderada podría estar dañando lentamente nuestros cerebros. Dado esto, necesitamos ser mejores en la detección de daños en una etapa temprana. Afortunadamente, una prueba de ocho elementos ahora puede detectar el deterioro cognitivo en una etapa temprana y se utilizada rutinariamente por los especialistas de salud mental para detectar el daño cerebral causado por el alcohol en sus primeras etapas. Otras pruebas de la función del lóbulo frontal también se pueden realizar en hospitales o consultorios generales.
Bebedores de edad avanzada
El descubrimiento sobre el potencial del alcohol para dañar nuestros cerebros a niveles en los que podríamos encontrar sorprendentes, y en formas que no son usualmente detectadas, tiene grandes implicaciones para nuestra sociedad. Por ejemplo, los «baby boomers» (personas que ahora tienen entre 55 y 74 años) han mostrado el mayor aumento de los daños causados por el alcohol en comparación con otras generaciones. También corren un mayor riesgo de demencia que los grupos de edad más jóvenes.
Si queremos abordar el problema, debemos cambiar las actitudes hacia el consumo de alcohol y la forma de prestar asistencia médica. El cambio de la conducta de consumo de alcohol en las personas mayores debe ir acompañado de la detección de los primeros signos de daño cerebral en todos los que beben alcohol.
Se han hecho progresos en cuanto a preguntarle a las personas mayores sobre su consumo de alcohol, tanto en el marco de las políticas y prácticas de salud pública como de salud mental. Pero esto aún no ha sucedido para la detección de daños cerebrales en las personas que beben alcohol. Darle la misma importancia tanto a nuestro cerebro como a nuestro hígado puede ayudarnos a mantenernos en mejor salud. Como sociedad, tenemos el potencial de cuidar de estos dos órganos vitales.
Reducir la cantidad que bebemos o dejar de beber puede reducir el riesgo de daños cerebrales. Pero esto solo puede suceder si también mantenemos un estilo de vida que incluya una dieta saludable y ejercicio.
Tony Rao es un profesor visitante de psiquiatría de la tercera edad en King’s College de Londres. Este artículo fue publicado por primera vez por The Conversation.
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