¿Qué son los sueños? ¿Son reales o irreales? Aunque dedicamos nada menos que un tercio de nuestras vidas a dormir, poco sabemos y poco recordamos de lo ocurre durante tan peculiar y acaparadora actividad. A los ojos de la ciencia médica moderna, el sueño es una actividad neuronal que ocurre en la corteza cerebral del hombre cuando está durmiendo. Pero los antiguos sabios no se limitaban a observar los meros cambios del cuerpo físico, contasen o no con los medios para hacerlo. Ellos decían, con firme convicción y lejos de un mero sentido poético, que “el sueño es como la vida, y la vida es un sueño”.
Es que para los antiguos chinos, el sueño no era apenas un lapsus restaurador, sino una fuente de numerosas respuestas. Ya en la Dinastía Shang (aprox. 1600 a.C. a 1100 a.C.) existía el oficio de interpretar los sueños, principalmente al servicio de las familias reales y los habitantes de los palacios. Aplicando la compresión de principios como el yin y el yang y los cinco elementos, los recuerdos de la porción más enigmática de nuestras vidas servían para predecir con precisión la fortuna del soñador.
Actualmente, hay quienes afirman que los sueños a veces muestran vidas de los cuerpos del ser humano en otros espacios. En efecto, mucha gente, en algunos sueños especiales, de verdad ve lo que sucederá en el futuro o siente que está efectuando algo real. En el sueño se ve alguna escena que luego toma forma en la vida de los despiertos.
Para los antiguos chinos, el sueño no era apenas un lapsus restaurador, sino una fuente de numerosas respuestas
“Soñé que sonó el timbre de la puerta en la parte de la casa que da a S. Pietro. Fui a abrir y encontré a un hombre de aproximadamente cuarenta años, con pantalones grises y sobretodo más oscuro. Era muy gentil y preguntó si me suscribiría a los fascículos de una novela, diciendo que después recibiría un par de aritos de obsequio. Dije que no, porque pensé que era un impostor”, escribió una vez María Manzini. En su continua experiencia de tener sueños que más tarde se hacían realidad, por indicación del escritor e intelectual Andrew Lang, esta mujer inglesa empezó a registrar, con fecha y descripción pormenorizada, cada sueño a penas se despertaba.
Cuatro días más tarde, Andrew Lang pudo comprobar que la escena se hizo realidad y tomó nota de lo sucedido: “La persona vino dos veces; la primera vez, a eso de las 11 de la mañana, cuando María no estaba. La señora Annetta (su madre) estaba sola en la casa. El visitante tenía muy buenos modales y tenía aproximadamente treinta y cinco años (la señorita María estimó cuarenta). Tenía una caja cubierta con una ropa negra, tal como usan los vendedores ambulantes. Para deshacerse de él, la señora Annetta dijo que María no estaba en casa; él respondió que volvería, y la Señora Annetta le dijo que lo hiciera a las 2 de la tarde. Él volvió a las 2 de la tarde y tocó el timbre en la puerta del lado de S. Pietro. La Señora Annetta le abrió y dijo que cuando él entró al cuarto, María parecía muy sorprendida. Él propuso que se suscribieran a los fascículos de una novela; habría premios cuando terminasen los fascículos; dos pinturas, o un pequeño órgano, o un par de aritos.”
Había otros dos testigos en la sala. Tras una minuciosa investigación, Lang termina por descartar cualquier postulado de alucinación, de algún recuerdo real de otro encuentro con esa misma persona o intento de engaño.
Eventos similares le sucedieron numerosas veces a María, cuyo caso, que data de finales del siglo XIX, fue registrado entre tantos otros en The Book of Dreams and Ghosts (“El libro de sueños y fantamas”, 1897) de Andrew Lang. Aquel libro es testigo de una de las primeras corrientes de investigación científica sistemática de los sueños encarnada por la legendaria Society for Psychical Research –una de las más antiguas de las organizaciones de estudios psíquicos y paranormales, con sede en Londres–, que Lang presidió en 1911.
Si bien los sueños premonitorios frecuentes en un persona son casos excepcionales, tal experiencia no es un privilegio de unos pocos, sino que la gran mayoría de las personas tuvo alguna vez un sueño que lo conectó con una realidad de alguna manera particular que lo haya sorprendido. Sin embargo, uno suele terminar olvidándose de aquel suceso que, tal como los sueños, sede ante la “vida real” y diluye su rastro con el paso del tiempo.
El universo del cuerpo humano
En efecto, la vida humana es muy compleja, y dicha complejidad se manifiesta en particular al adentrarse en el mundo de los sueños. La complejidad radica en que cada vida individual se compone de infinidad de vidas. Este principio es fácil de entender si se considera que cada célula tiene vida propia, tal como explica la ciencia actual. Pero según la medicina tradicional china y la cultura espiritual ancestral del país oriental, es mucho más complejo que eso.
El ‘Clásico del Emperador Amarillo’ –una de las “biblias” chinas– explica que el hombre vive por una conjunción de “Cielo” y “Tierra”. “Cielo” se puede entender como los elementos intangibles o invisibles para la percepción humana, pues existen en otro espacio dimensional (otro nivel de partículas); mientras que “Tierra” abarca lo «visible» o “tangible” en este plano.
Cada nivel de partículas constituye un determinado espacio, y el ser humano posee un cuerpo en cada uno de estos espacios, que constituye un ‘yo’ en esos espacios
De modo que la vida humana se compone de ambos tipos de elementos principales; por eso el hombre no sólo vive a través de la parte «física» del cuerpo de este espacio, sino que existe en él una convivencia con múltiples factores de vida en todos los distintos espacios dimensionales o niveles de partículas que componen al cuerpo humano.
Pero no termina ahí. La medicina tradicional china considera que los cinco órganos internos de las personas (corazón, hígado, pulmón, bazo, riñón) guardan no sólo lo esencial de la vida física, sino su parte divina (la vida que resulta “intangible” desde la perspectiva del cuerpo físico), que son «los cinco órganos divinos»; en chino: 神、魂、魄、意、志 (deidad, alma, espíritu, intención, voluntad). De todos ellos, “deidad” es el supremo y se refiere al espíritu primordial original de la persona, el verdadero y definitivo “yo”.
El cuerpo tangible está compuesto de moléculas; mientras que las partículas que componen al «espíritu primordial original» son las más pequeñas en el cuerpo humano. Entre el cuerpo de moléculas y el espíritu original existen multitudes de niveles de espacio o capas del cuerpo formadas por partículas de diferentes tamaños. Es decir, cada nivel de partículas constituye un determinado espacio, y el ser humano posee un cuerpo en cada uno de estos espacios, que constituye un ‘yo’ en esos espacios.
Como las partículas del espíritu primordial original son más pequeñas, su energía es más poderosa y puede restringir a los ‘yo’ en el resto de los espacios. Por eso, el espíritu original principal –que es la conciencia lúcida del ser humano cuando está despierto en este espacio– es el verdadero amo del cuerpo humano.
Cuando el cuerpo humano está despierto y consciente, el espíritu original emite mensajes que el cerebro traduce en órdenes para realizar las actividades físicas y cerebrales. Pero cuando disminuye la lucidez o, en lo que aquí concierne, cuando el cuerpo duerme, el espíritu original relega las funciones corporales.
La medicina tradicional china explica que durante el día, el espíritu original suele residir en lo que llama “el palacio Niwan”, que está conectado con los ojos (las ventanas del espíritu); y en la noche va al hígado. Estando en los ojos, será capaz de ver el mundo en este espacio; mientras que en el hígado, sueña.
¿Quién es el protagonista de los sueños?
En los sueños difusos comunes, cuando uno parece ser protagonista, lo que se percibe pueden ser las vidas de otros ‘yo’ en otros espacios-tiempo. Esos ‘yo’, que son los actores principales en esas vidas, no son el espíritu primordial principal; pero al conformar todos una unidad –que es el cuerpo humano en conjunto–, existe una conexión en el cuerpo de este espacio. De esta manera, el ‘yo real’ (el espíritu original principal) es testigo de aquellas facetas de la vida humana en otros espacios y también las afecta; pero no tiene una relación directa con ello.
¿Y por qué los pensamientos del día a veces se ven reflejados en los sueños de la noche? Tal como los sueños, los pensamientos también debieran tener existencia material en otros espacios de materia más fina que solemos englobar conceptualmente como parte del mundo de lo intangible o inmaterial.
Así mismo, como el espíritu original es el amo que rige sobre el cuerpo humano en su conjunto, los pensamientos y las intenciones que produce en este espacio afectarán a los demás. Cuando uno está sumamente preocupado por un asunto y piensa todo el día sobre eso, naturalmente, al dormir, la conciencia podría tomar contacto con cierta manifestación de ello.
Los pensamientos también debieran tener existencia material en otros espacios de materia más fina que solemos englobar conceptualmente como parte del mundo de lo intangible o inmaterial
Los mensajes que se perciben de las actividades de los ‘yo’, de escenarios afectados por nuestros pensamientos diurnos o de otro tipo de escenas de otros espacios tienen su reflejo en la corteza del cerebro. La reacción física de esos reflejos es lo que llega a observar la ciencia moderna; pero la vía científica es incapaz de seguir el rastro más allá. La medicina tradicional china puede explicar más allá porque ha seguido una vía de desarrollo totalmente distinta a la vía científica; sus conocimientos surgen de la abertura de capacidades perceptivas y de sabiduría a través de la elevación mental y espiritual.
La vida es un sueño
A pesar de haber soñado miles de veces, está garantizado que en el próximo sueño tampoco te darás cuenta de que estás en un sueño. En los sueños normales, por más extravagantes que sean, todo se siente real hasta que uno se despierta.
¿Y qué pasa si uno sueña dentro de un sueño? Si la vida en los sueños es tan real como se ve en aquellos momentos, los ‘yo’ en esos espacios también podrían tener días y noches, y asimismo dormir; pero, tal como en la vida tangible, aquellos sueños dentro de sueños se diluirían y parecerían efímeros mientras se esté “despierto” en el sueño.
La ciencia moderna ha podido comprobar que lo que parecen días, meses o incluso una vida en los sueños, todo transcurre en el lapso de unos pocos minutos del cuerpo dormido en este espacio físico. En efecto, toda una vida puede transcurrir en cuestión de minutos, y hasta más vidas si consideramos los sueños dentro de los sueños. Partiendo de la comprensión de los sueños como vidas de diferentes ‘yo’ en distintos espacios, así como de la existencia material de los pensamientos en otro espacio, esto encuentra su explicación precisamente en las diferencias entre los tiempos de esos espacios-tiempo.
Una manera simple de comprender un tipo de diferencia de tiempo es poner a un jugador de básquet y a un enano abriendo los brazos uno al lado del otro. Si el jugador de básquet quisiera abrirlos al mismo tiempo que el enano, sentiría que debe hacerlo muy rápido; mientras que para el enano significaría abrirlos lentamente. Lo mismo ocurriría al adentrarse, por ejemplo, en el mundo de un átomo. Desde este espacio se percibe que un electrón viaja a varios miles de kilómetros por segundo al girar alrededor del núcleo atómico; una velocidad inconcebible. Pero si uno entrase en esa dimensión y adquiriese un tamaño como si fuese un individuo en ese “planeta” –que sería el núcleo atómico–, probablemente vería al electrón trasladándose lentamente tal como se ve la Luna desde la Tierra.
Por lo tanto, durante el sueño las cosas transcurren normalmente según el tiempo de ese o esos espacios, y como la conciencia se encuentra allí, se percibe de esa manera hasta que el cuerpo despierta; recién entonces parece como si todo hubiese pasado muy rápido.
Entonces, si durante un sueño no se sabe que se está en un sueno, y si durante un sueño dentro un sueño tampoco se sabe que se está en un sueño, cuando se “despierta” de la vida tangible después de morir, la conciencia ya estará en otro espacio y esta vida que vemos como tangible y larga también se percibirá como un sueño fugaz. Cuando uno piensa en lo prolongado que puede ser el ciclo de las reencarnaciones en este plano, quizás, al final, resulte no ser tan prolongado. Pero el breve lapso de tiempo de vida en este espacio es sumamente valioso, pues aquí se encuentra el espíritu original, y es aquí donde puede purificarse y cultivarse dentro de la ilusión –donde se muestra la naturaleza real del espíritu– para regresar a su espacio original.
Por eso, la frase “La vida es un sueño” no es una mera metáfora literaria, sino más bien una verdad precisa que ayuda a entender la vida humana. La clave es cómo aprovechar la oportunidad del ciclo de la reencarnación –o llámese el ciclo de “sueños” en este espacio– para regresar a la vida verdadera fuera de la ilusión.
Cuando un sueño no es un sueño
En los sueños normales, los sucesos son muy difusos; se intercalan muchas escenas y escenarios que se reflejan desde otros espacios como mensajes fugaces. Esos sueños se diluyen fácilmente al despertar y sólo recordamos fragmentos hasta que desaparecen totalmente de la memoria, porque no tienen relación directa con nosotros (con el espíritu original, la conciencia lúcida).
Pero hay casos especiales en que el sueño se vive en plena conciencia y sí lo recordamos claramente luego de despertar: la escena, las conversaciones, los detalles de los colores, del lugar, de los hechos, etc. En estas situaciones, es el espíritu original el que realmente vivió algo. ¿Bajo qué circunstancias se dan estos sueños?
Frecuentemente, en este tipo de sueños, el espíritu original recibe algún mensaje o encargo de otras vidas desde otros espacios. Pueden ser parientes ya fallecidos que pretenden dejar algún testimonio; o un ser celestial o deidad que da un mensaje para evitar algún peligro, o también pueden ser santos que dan alguna guía para la iluminación o la comprensión de un asunto en particular a alguien que se cultiva espiritualmente. Relatos sobre este tipo de episodios abundan en antigua China y, como se menciona al comienzo de este artículo, se les daba suma importancia, especialmente en el entorno de los emperadores.
En efecto, toda una vida puede transcurrir en cuestión de minutos, y hasta más vidas si consideramos los sueños dentro de los sueños
Aun más relevantes para la historia humana han resultado las incursiones de ángeles en los sueños. Registros históricos, especialmente religiosos, dan cuenta de ángeles utilizando los sueños para trasmitir mensajes divinos con el fin de salvaguardar el curso de los mandatos divinos. De esta clase hay muchos ejemplos en la Biblia.
Uno de los más conocidos en el mundo occidental es cuando un ángel encargó en un sueño a José que tomara a María como esposa. En el Nuevo Testamento, evangelio de Mateo, está registrado que cuando María quedó embarazada de Jesús por obra del Espíritu Santo, José quiso cancelar el casamiento. Entonces, un ángel se le apareció a José en un sueño y le dijo: “José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta”.
La Biblia también cuenta que después del nacimiento de Jesús, los tres Reyes Magos de Oriente llegaron para adorarlo; la ansiedad invadió a Herodes, el rey de los judíos, quien ordenó matar a todos los bebés en Belén para eliminar a Jesús. Entonces, un ángel encomendó a José a través de un sueño que llevase a María y a Jesús al país vecino, Egipto, para salvar al bebé. José acató, y la familia recién volvió Israel tras la muerte de Herodes.
Ya que al dormir el espíritu original suelta las riendas del cuerpo, puede interactuar con elementos de otros espacios; entonces el reino de los sueños resulta en un puente de comunicación directa o indirecta con lo “intangible” y hasta con lo divino en circunstancias especiales. En este último caso, al despertar, los sueños siempre dejan un significado claro, nítido y muy importante.
Por lo tanto, los sueños, cualquiera sea la clase, son una parte importante e indispensable de la vida. La vida “real” y la vida de los sueños constituyen una vida íntegra, y ambos lados se influyen mutuamente; esta es una de las razones por las que los antiguos daban tanta importancia a los sueños. Ahondar sobre la existencia, los interrogantes y los legados de los sueños, más allá de las respuestas que se barajen, ayuda recordar que existe un amplio universo en el ser humano más allá de su escasa percepción; que la vida “real” puede ser tan fugaz como un sueño y que, en el camino de vida en vida, de sueño en sueño, no hay que apegarse a los límites preceptivos o conceptuales y, en cambio, recordarse siempre cultivarse y buscar la verdad para llegar a un verdadero “despertar”.
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