“Las personas que dañen el nombre, retrato, reputación y honor de héroes y mártires” serán responsabilizadas, reportó este 13 de marzo la agencia estatal de noticias del Partido Comunista Chino, Xinhua, refiriéndose a una frase agregada a un proyecto de código civil.
Xinhua también señaló que el proyecto de ley consideraría a los niños desde los 8 años como con “capacidad para la conducta civil”, menor que el límite anterior de 10 años. Un proyecto anterior contemplaba acusar niños de apenas 6 años por blasfemar a los mártires del Partido.
El Partido Comunista Chino (PCCh) resguarda de cerca su historia, retocando cuidadosamente sus eventos para pintar el derrocamiento de la China republicana en 1949 y su ulterior liderazgo como históricamente inevitables y como un beneficio para el pueblo chino.
Citando funcionarios públicos anónimos, Xinhua dijo que “cierta gente difamó e insultó maliciosamente héroes y mártires torciendo la verdad y calumniando, dañando el interés público y causando un impacto social adverso”.
Dada la sugerencia de los legisladores, la nueva disposición fue añadida al proyecto en el Congreso Nacional del Pueblo – el parlamento de fachada que hace eco de la política y las actitudes ideológicas del PCCh.
El Partido evita la discusión holística y a fondo de su pasado, prefiriendo exagerar la presencia de narrativas e individuos autorizados. El pasado julio, Zhang Shujun, del Centro de Investigación Histórica del Partido, anunció una iniciativa de investigación para “conquistar la opinión pública con historias persuasivas e inspiradoras de los logros históricos del Partido”, como lo expresó el periódico estatal Global Times.
En su propaganda, el PCCh ha combinado relatos semi-míticos de personajes heroicos con sus mensajes ideológicos de revolución, lucha de clases, y lealtad a la organización del Partido –características que se supone han sido indispensables para la supervivencia de los chinos. Entre ellos está el famoso soldado Lei Feng, defendido como el chino arquetípicamente fuerte, pero oprimido, que supuestamente nació en un trasfondo de clase excelente y durante su corta vida trabajó con dedicación desinteresada para el líder comunista Mao Zedong. A pesar de que la mayoría de los académicos son escépticos respecto de sus supuestos actos e incluso de su existencia, Lei aun tiene un feriado oficial, llamado “Aprenda de Lei Feng”, en su honor.
La historia del comunismo en China es decididamente menos glamorosa.
Las fuerzas comunistas jugaron un rol secundario, si es que lo hicieron, respecto del gobierno del Kuomintang durante la guerra de resistencia contra Japón y establecieron una dictadura más represiva y asesina que la junta nacionalista que reemplazaron. Luego, en los años 1960 y 1970, la sociedad china descendió a la Revolución Cultural –el frenesí masivo que devoró gran parte del antiguo legado invaluable de la nación y sus tradiciones académicas.
Hoy en día, las autoridades del régimen abrazaron la economía de mercado a pesar de su ‘consagrado’ Marxismo-Leninismo-Maoísmo, pero la represión violenta y el asesinato en masa de minorías religiosas y étnicas, así como de ciudadanos que defienden sus derechos y bienestar, continúa.
El Partido parece inflexible respecto de su versión del pasado. Desde febrero, las ediciones en inglés y en chino de La Gran Época, junto con New Tang Dynasty Television, del mismo grupo de prensa, comenzaron a sufrir un mes de persistentes ciberataques, aparentemente dirigidos a perturbar su trabajo y robar sus datos.
Los ataques, al menos uno de los cuales fue originado en Shanghai, coincidieron con el lanzamiento de una serie de artículos dedicado a documentar la historia de los regímenes de izquierda y su ideología subyacente, incluidos los regímenes comunistas soviéticos y chinos.
Se estima que el comunismo ha matado al menos 100 millones de personas, no obstante sus crímenes no han sido recopilados y su ideología aún persiste. La Gran Época busca exponer la historia y creencias de este movimiento, que ha sido una fuente de tiranía y destrucción desde su surgimiento.
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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