En las sociedades humanas, las diferencias entre pobres y ricos se reflejan en parte en la esperanza de vida, que puede variar en 10 años entre unos y otros.
Hasta ahora, se pensaba que las desigualdades socioeconómicas generadas repercuten en la salud porque las personas con menos recursos tienen menor atención sanitaria y hábitos menos saludables.
Un nuevo estudio, publicado en la revista Science, demuestra en macacos Rhesus (Macaca mulatta), que forman grupos jerárquicos similares a los humanos, que incluso ante la ausencia de factores de riesgo, el sistema inmune se altera cuando los individuos están en las categorías más bajas del grupo. El responsable es el estrés crónico.
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“Si tu estatus social es bajo, puedes tener menos control y un entorno menos predecible, así como una mayor cantidad de elementos diarios estresantes.
Y esto conlleva a la activación crónica de la respuesta del estrés, que normalmente actúa para incrementar fuertemente la función inmune y la inflamación”, explica a Sinc Noah Snyder-Mackler, autor principal del trabajo e investigador en la Universidad Duke en Durham (EE UU).
Al estar en esta desafortunada posición, la vía del estrés se activa de forma crónica, y “el sistema se vuelve loco y no se puede apagar la respuesta al estrés”, detalla Snyder-Mackler, para quien en realidad el individuo se vuelve insensible a la respuesta al estrés.
“Esto provoca una inflamación crónica, que puede conducir a una serie de enfermedades crónicas, incluyendo enfermedades cardiovasculares, diabetes y muchas más, todas ellas asociadas a altas tasas de mortalidad”, recalca el investigador.
Pero el estudio revela además que las mejoras en el estatus social o el apoyo social puede revertir la situación.
Aumenta el estatus social, mejora la salud
El equipo de investigación manipuló los rangos sociales de 45 hembras de macacos Rhesus que vivían en cautividad en el Centro Nacional de Investigación de Primates de Yerkes de la Emory University, e introdujo a estos individuos que no se conocían entre sí en grupos cuya jerarquía ya estaba establecida.
“Como todos los monos de nuestro estudio tenían el mismo acceso a los recursos, hemos sido capaces de demostrar que existen efectos directos del estatus social en la función inmune de las células”, indica el experto.
Para comprobar cómo la categoría social afecta a su salud, los científicos tomaron células del sistema inmunitario de los monos y midieron la actividad de unos 9.000 genes.
Más de 1.600 de ellos estaban expresados de manera diferente en los animales que tenían un estatus bajo, en especial los comprendidos en un tipo de linfocitos llamadas células asesinas, que se defienden contra las infecciones.
Los científicos reubicaron a las hembras en los nueve grupos sociales y estas se posicionaron socialmente por orden de llegada, es decir, las primeras en unirse a los nuevos grupos estaban mejor posicionadas que las siguientes.
Después el equipo les cambio de rango: las que estaban con estatus bajo subieron y viceversa.
A medida que las hembras mejoraban de rango social, también progresaban las células del sistema inmune, por lo que los genes se apagaban o encendían con la mejora social.
“Esto sugiere que los efectos del estatus en la salud no son permanentes, al menos en edad adulta”, indica Jenny Tung, coautora del trabajo e investigadora en la Universidad de Duke (EE UU).
Según Snyder-Mackler, todas las respuestas observadas en los monos se debían estrictamente a su entorno o estatus social.
“No hubo características en las hembras empleadas para el estudio que las hicieran más propensas de estar en categorías altas o bajas.
La estructuración social fue fruto de nuestra manipulación”, certifica a Sinc el investigador.
“El entorno social es un determinante crucial en la salud, y esto se demuestra al revertir los efectos mejorando el estatus social de los animales de bajas categorías, o empeorando el de los monos de alto rango”, recalca el investigador.
El estudio demuestra así que si se mejora el estatus social de una persona, los efectos se verán rápidamente reflejados en su fisiología y en la función celular de su sistema inmune.
“Es un mensaje social muy claro: no es algo intrínseco de la persona que la mantiene en un estatus social bajo, si mejoramos su posición podrá recoger los beneficios fisiológicos de una categoría más alta”, concluye.
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