Dicen que un siglo antes del nacimiento de Jesucristo, el emperador romano Nerón ya empleaba una “piedra preciosa” para observar mejor desde la lejanía el espectáculo sangriento que sus gladiadores le ofrecían sobre la arena del Coliseo.
Con aun mayor certeza y contando con evidencia arqueológica de alto valor, científicos de la Universidad Aalen de Alemania descubrieron que, probablemente, los antiguos vikingos también conocían el arte de la telescopía, 500 años antes de que el primer telescopio reconocido por la comunidad científica fuese confeccionado en Europa por el español Juan Roget y popularizado a partir de 1609 por el italiano Galileo Galilei.
El equipo de la Universidad Aalen descubrió que las lentes vikingas redescubiertas en la isla sueca de Gotland en 1990, catalogadas en un principio como artefactos ornamentales o lupas para encender fuego mediante la concentración de rayos solares, podrían considerarse actualmente la evidencia más sólida sobre la existencia telescopios modernos, siglos antes de lo establecido en los libros de historia; una brecha temporal especialmente incómoda para el arraigado tradicionalismo científico de la pequeña comunidad auto-declarada “excéptica crítica”.
“Al parecer, el diseño elíptico de los lentes fue inventado mucho antes de lo que pensamos”, comentaba al respecto el Dr. Olaf Schmidt, uno de los miembros del equipo de estudio de Aalen, citado por la agencia BBC News. “Luego, ese conocimiento se perdió”.
Sin ocultar la excitación por el hallazgo, el Dr. Schmidt admitió en el año 2000 que el pulido de algunos lentes era “casi perfecto” y su imagen “muy buena”.
Enigmática “evidencia”
Muchos siglos antes que Nerón, y probablemente mucho antes de lo que cualquier astrónomo vikingo pudiera soñar, muchas antiguas culturas como la griega, la egipcia y la asiria podrían haber ya confeccionado artefactos capaces de magnificar las estrellas mediante el uso de lentes convexas.Tal sería el caso de los antiguos habitantes de Helwan, una antigua ciudad egipcia en la que, casualmente, luego se fundaría un observatorio astronómico a principios del siglo XX. Según la datación de una lente pulida encontrada en una tumba perteneciente a las primeras dinastías del antiguo Egipto, el pueblo de Helwan ya dominaba con exquisitez la técnica del pulido de lentes, 5.000 años antes de que Galileo Galilei sostuviera un telescopio en sus manos por primera vez.
Otra pieza que pondría en jaque a la historia de la telescopía moderna es la llamada lente de Nimrud, perteneciente a una antigua población asiria de Oriente Medio. Apta para ser utilizada en un catalejo o telescopio moderno, la lente hallada en territorio del actual Irak cuenta con unos 3.000 años de antigüedad, lo que convertiría a la pieza en la segunda más antigua de la historia después de la de Helwan.
El uso de una tecnología tal por parte de los asirios podría evidenciarse en el conocimiento del antiguo pueblo sobre la bóveda celeste. Los asirios describían al planeta Saturno como “un Dios rodeado por un anillo de serpientes”, haciendo una evidente alusión a los anillos que el mismo Galileo Galilei describiría erróneamente y milenios después como “dos lóbulos” al costado de “un curioso objeto”.
La antigua cultura griega tampoco se encuentra exenta de “sospechas” en cuanto al conocimiento de una tecnología a la que hoy se le atribuyen apenas 3 siglos existencia. Con una lente en su mano y un llamativo “cuerno” (¿telescopio?) a su espalda, una sacerdotisa griega quedó inmortalizada sobre un vasija cerámica en lo que, quizás, fuera un claro resumen del conocimiento que los griegos tenían del uso del telescopio.
Los mayas, fundadores de una cultura tan extraordinaria como enigmática, no solo realizaban una multitud de mediciones astronómicas con exactitud escalofriante, sino que prácticamente erigieron los primeros observatorios astronómicos del mundo.El Dr. Michael Guillen, un físico encantado con la cultura que habitó Mesoamérica más de 3.000 años en el pasado, decía respecto a su astronomía: “Solemos hablar de las culturas de la antigüedad como si fueran primitivas, pero los mayas no lo eran en absoluto”.
Mediante estructuras como “El Caracol” y el “Templo de Kukulkán”, los mayas poseían conocimientos como el transito del planeta Venus a lo largo de todo el año, y predecían movimientos cósmicos a gran escala, como la gran “alineación estelar” esperada para el año 2012.
Sin embargo, si las piedras halladas en el departamento de Ica, Perú, atestiguan lo correcto, el uso del telescopio podría remontarse mucho más allá de los griegos, vikingos, mayas o asirios. Unos 30.000 años en el pasado, en la actual meseta peruana, alguien esculpía en roca uno de los paisajes menos esperados, más conflictivos y más ignorados de la arqueología moderna: un ser humano dotado de calzado, ropa y sombrero, ya estudiaba los astros y las estrellas con un telescopio en sus manos.
¿Es posible que un ser humano, nativo o moderno, ya conociera de óptica cuando los neandertales aún caminaban al otro lado del Atlántico en busca de refugio y comida? ¿Por qué no habría de hallarse más evidencia concreta o testimonios gráficos, si la tecnología de los telescopios era conocida y utilizada muchos milenios antes? ¿Podrían los cristales vikingos, de Nimrud y Helwan ser meros ornamentos corporales? ¿Podrían ser los dibujos de Ica, en los que se retratan miles de escenas actualmente inverosímiles, ser una mera farsa? ¿Era el asombroso conocimiento de los mayas y los asirios una mera “charlatanería” de pueblos primitivos?
Suponer la no existencia de tecnología avanzada en un pasado remoto solo por el hecho de no haber perdurado hasta nuestros tiempos podría ser un grave error por parte del pensamiento escéptico.
Es un hecho demostrado que la abrumadora mayoría de los artefactos tecnológicos desaparecen en muy pocos años tras la caída de una civilización. Técnicas como el pulido de lentes fácilmente pudieron haber nacido y desaparecido muchas veces en diferentes períodos de la historia.
De cualquier modo, la relación entre los pueblos antiguos y el conocimiento de la tecnología óptica probablemente permanezca como un enigma nunca descifrable para los buscadores de “evidencia concreta”.
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