A día de hoy conviven en todo el mundo más de 350 millones con diabetes tipo 2, enfermedad caracterizada por una producción insuficiente o una utilización inadecuada de la insulina.
En consecuencia, y dado que esta insulina es la hormona responsable de que las células capten la glucosa de la sangre para producir energía, el torrente sanguíneo acaba portando un exceso de glucosa, lo que acaba provocando daños en múltiples órganos del cuerpo.
Sin embargo, parece que la incapacidad para utilizar correctamente la insulina –o lo que es lo mismo, de desarrollar ‘resistencia a la insulina’– podría evitarse simplemente con una alimentación saludable. Y es que según muestra un estudio dirigido por investigadores de la Universidad de Copenhague (Dinamarca), la composición de nuestra flora intestinal, que puede ser regulada con la dieta, es responsable de que acabemos padeciendo o no este tipo de resistencia y, por tanto, la diabetes tipo 2.
Como explica Oluf Pedersen, director de esta investigación publicada en la revista «Nature», «nuestros resultados muestran que ciertos desequilibrios específicos en el microbioma intestinal contribuyen de forma esencial a la resistencia a la insulina, un estado precursor de trastornos generalizados como la diabetes tipo 2, la hipertensión arterial y la aterosclerosis, enfermedades epidémicas cuya prevalencia continúa creciendo».
Cuestión de bacterias
Para llevar a cabo la investigación, los autores contaron con la participación de 75 pacientes diagnosticados de diabetes tipo 2 y de 277 personas ‘sanas’ –sujetos control–, en los que analizaron los niveles en sangre de más de 1.200 metabolitos y efectuaron un minucioso análisis genético de más de un centenar de bacterias residentes en el tracto intestinal.
Los resultados mostraron que las personas con resistencia a la insulina presentaban altas concentraciones sanguíneas de un subtipo de aminoácidos denominados ‘aminoácidos de cadena ramificada’ (BCAA). Y asimismo, y lo que es más importante, que esta elevación de los BCAA está mediada por los cambios en la composición y función de la flora intestinal.
Concretamente, las especies bacterianas ‘Prevotella copri’ y ‘Bacteroides vulgatus’, residentes habituales en nuestro microbioma intestinal, son responsables de la biosíntesis de estos BCAA. Entonces, ¿puede esperarse que estas bacterias estén asimismo implicadas en el desarrollo de la resistencia a la insulina?
Pues para evaluar esta posible relación, los investigadores llevaron a cabo un estudio con un modelo animal –ratones– al que alimentaron con grandes cantidades de ‘P. copri’ a lo largo de tres semanas. ¿Y qué sucedió? Pues que los ratones saturados con la bacteria, además de mostrar unos niveles inusitadamente elevados de BCAA en sangre, desarrollaron resistencia a la insulina e intolerancia a la glucosa.
Como indica Henrik Bjorn Nielsen, co-autor de la investigación, «nuestro estudio, en el que se combinan por primera vez la metobolómica sérica, la microbiota y los datos clínicos en un único análisis, representa un avance muy significativo a nivel tanto técnico como médico.
Y lo que es más destacable, el análisis describe la importancia de las diferentes especies bacterianas en relación con la enfermedad, permitiéndonos así identificar una bacteria que origina la resistencia a la insulina cuando es transferida a un modelo animal».
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Hay que comer bien
En definitiva, la composición de nuestra flora intestinal condiciona nuestro riesgo de resistencia a la insulina y, por ende, de desarrollo de diabetes tipo 2. Pero para evitar sufrir esta resistencia tan solo tenemos que adoptar una medida muy sencilla: cuidar de nuestra alimentación.
Como concluye Oluf Pedersen, «la mayoría de las personas con resistencia a la insulina desconocen que la sufren. Sin embargo, es bien conocido que la mayoría de los individuos con sobrepeso y obesidad presentan resistencia a la insulina. Y de la misma manera, que las dietas bajas en calorías, ricas en vegetales y con un bajo contenido de grasas animales, tienden a normalizar los desequilibrios en la flora intestinal y, simultáneamente, mejoran la sensibilidad a la insulina».
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