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“Fuera lo viejo, adentro lo nuevo” ha sido la actitud general del régimen comunista hacia la herencia arquitectónica del país.
En la memoria reciente se encuentra el derrumbamiento del viejo Beijing para construir un reluciente estadio de acero para las Olimpiadas de 2008 y las numerosas demoliciones forzadas de casas de ciudadanos para el levantamiento de rascacielos.
No hace mucho, durante la Revolución Cultural, China también vio la supresión de miles de templos y reliquias en manos del Ejército de Liberación Popular. Este proceso de eliminación del pasado continúa actualmente en áreas como el Tíbet.
Sin embargo, los íconos arquitectónicos continúan atrayendo a los visitantes como centros turísticos, inspirando preguntas sobre la variada riqueza cultural de China.
Una fantasía hecha realidad
El fotógrafo Peter Shay de Manhattan se enamoró de la cultura de construcción de la antigua China durante su primera visita a la Gran Muralla en 2007.
Hastiado por la cantidad de turistas en Badaling, la parte más visitada de la muralla, buscó la ayuda de guías locales para explorar la sección de Simatai, más al norte.
“Fue allí cuando me hipnotizó la magnificencia de la Gran Muralla China…”, escribió en un correo electrónico. “Mirando lejos en la distancia sentí la presencia de sus antiguos constructores trabajando en condiciones extremas y la de los guerreros armados con arcos y espadas habitando las torres en defensa de fuerzas extranjeras. Para mí, fue una fantasía que cobró vida permitiéndome escapar de una realidad de rocas y piedras desmoronadas”.
Shay acumuló cerca de 500 fotografías de arquitectura tomadas en su mayoría por documentalistas japoneses en las décadas de 1920 y 1930. Se aseguró de que al menos 70 de las estructuras seguían existiendo, y decidió localizarlas y fotografiarlas desde los mismos ángulos que se presentaban en las fotos antiguas.
Cumplir con esta fantasía requirió de tres viajes separados a 15 ciudades de toda China, y resultó en un libro titulado ‘Fotografiando la arquitectura china, un siglo de cambios’, que ahora se encuentra disponible en Amazon Kindle y Apple iTunes.
Un siglo de cambios
Las páginas del libro están dispuestas de tal manera que las fotos antiguas se yuxtaponen a las fotos actuales. En su mayor parte, los puentes, pagodas y pabellones siguen existiendo más o menos de la misma forma. Algunas lucen peores por el desgaste; otras, obviamente, están avocadas al paisajismo o trabajos de pintura y se mantienen cercadas para evitar que los visitantes entren en contacto.
Existe cierta homogeneidad en las fotografías contemporáneas: pavimentos rasos y smog envolviendo los rascacielos que asoman de fondo. También puede verse un ambiente de comercialización y contaminación. En un punto de la costa del río Yangtzé podía verse una pequeña aldea pesquera situada en medio de una abundante vegetación. Hoy en día se ve una gran barca transportando miles de troncos pulcramente cortados flotando más allá de una mega publicidad de un restaurante que reza “Pescado cocinado en casa Yangtzé” en letras mayúsculas de color rojo.
Queda claro en todas las fotos que el antiguo país solía ser un lugar tranquilo, tanto literalmente como psicológicamente. Más espacios para la contemplación y menos para el comercio. Los templos no tenían cafés en sus plantas bajas ni tiendas de obsequios. Ahora, a pesar de que el tamaño físico de estos edificios no disminuyó, parecen haber perdido importancia dentro de una sociedad que mira cada vez más al futuro y menos al pasado.
Preservación local
Sin embargo, como descubrió Shay, el entusiasmo local por las reliquias culturales sigue vivo en las personas.
Dijo que la interacción más memorable con un ciudadano local fue la que tuvo con el Sr. Hou Qingshan, cuya granja asentada en un valle a 125 kilómetros al nordeste de Beijing central, tenía una vista sorprendente a la sección de la Gran Muralla de Jinshanling.
“Extraoficialmente, el Sr. Hou actúa como guardián autoproclamado de esta remota sección de la Gran Muralla”, explicó Shay.
“En la parte trasera de su propiedad, me guió por un camino de tierra apisonada y grandes bloques de piedra que él mismo construyó para acceder a la muralla, y de esta forma mantenerla y protegerla de elementos extraños. Viendo la vieja fotografía que llevaba conmigo para guiarme, sus ojos brillaron de emoción… La gratitud que sentí estuvo más allá de cualquier cosa que haya experimentado durante las veinte semanas de viaje que hice por China”.
También recuerda la “abrumadora ayuda y cooperación de ciudadanos locales, taxistas y empleados del gobierno que sintieron mi pasión por nuestro patrimonio y generosamente me brindaron una valiosa asistencia en la localización de viejas estructuras”.
Shay es optimista y piensa que el turismo ayudará en la preservación de estos sitios históricos, y alentará a las personas locales, dirigentes y otros visitantes a apreciar sus valores intrínsecos. Cree que la oportunidad económica y el respeto por el legado cultural no se oponen entre sí, sino que en harmonía pueden resultar en una “sociedad balanceada”.
“Mi esperanza personal para la arquitectura china y su patrimonio artístico es que los ciudadanos y gobernantes chinos, ahora y en el futuro, puedan ver la importancia de la educación y transmitan las experiencias del pasado y el presente para que las futuras generaciones entiendan, aprecien, respeten y protejan la única herencia cultural que existe dentro de sus fronteras”.
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