Las frustradas negociaciones entre Grecia y la troika han adolecido de un error de cálculo por parte del gobierno heleno, a saber, supresunción de que Europa necesita más a Grecia de lo que ésta necesita a Europa. Este monumental error de apreciación tiene serias posibilidades de conducir a un default griego e incluso a su salida de la unión monetaria. El comportamiento del tándem Alexis Tsipras-Yanis Varoufakis tiene unas claras connotaciones suicidas derivadas de una percepción equivocada de su capacidad de juego. Sin la asistencia de sus acreedores, la Hélade está abocada al desastre y, además, tiene serias probabilidades de convertirse en un Estado fallido. El 30 de junio debía devolver 1.600 millones de euros al FMI y, a finales de julio, 3.400 millones de euros al Banco Central Europeo (BCE). Esta es la dura y triste realidad.
En apenas seis meses, el Gobierno Tsipras ha destruido las bases económico-presupuestarias que le hubiesen permitido disfrutar de un cierto margen de maniobra en las conversaciones con sus acreedores. En 2014, la economía helena creció por vez primera desde 2007 impulsada por el consumo privado, la inversión en bienes de equipo y las exportaciones. Esta mejora de la actividad estuvo acompañada de un superávit primario hasta la victoria electoral de Syriza. En la actualidad, Grecia ha retornado a la recesión y ha vuelto a incurrir en un déficit primario. Ese es el efecto de la política aplicada y de las expectativas generadas por la coalición gobernante, que ha tirado por la ventana los sacrificios realizados durante el último sexenio.
Junto a sus gravísimos problemas económicos, Grecia tiene otro fundamental, a menudo olvidado: carece de un Estado moderno y eficiente. Tiene una burocracia gigantesca, opaca y clientelar. Su sistema judicial es bananero; se tarda una media de 1.580 días en hacer cumplir un contrato y los indicadores de Estado de Derecho se sitúan en nivelessimilares a los de Rusia. La regulación de los mercados de bienes y servicios está al servicio de los grupos de interés que sustentan a los diferentes partidos políticos…De las 239 recomendaciones formuladas por el FMI para reformar el Leviatán heleno, los gobiernos deNueva Democracia y del Pasok sólo llevaron a la práctica 13, y Syriza está cerrado en banda a cualquier avance en esa dirección. Sin esas reformas estructurales el potencial de crecimiento, tiene un lastre insuperable.
Dicho esto, qué sucedería si Grecia se va del euro o suspende pagos. El Ministro de Finanzas heleno, Sr. Varoufakis, declaró al New York Times que la quiebra de su país produciría una crisis financiera de dimensiones mundiales. Esta afirmación es ridícula y refleja la megalomanía con tintes psicóticos de los gobernantes helenos. De entrada, si el BCE deja de prestar soporte a los bancos griegos, su gobierno no podrá servir el pago de su deuda y sus acreedores perderán su dinero pero el gabinete presidido por Syriza no tendrá los recursos necesarios para pagar los salarios, las pensiones de los sufridos habitantes de la Hélade y sus bancos quebrarán. Por añadidura, el default convertirá a Grecia en un paria internacional como lo fue Argentina después de su colapso financiero en 2001. ¿Se contagiaría un escenario de esa naturaleza a la Eurozona? La respuesta es negativa.
El 22 de enero de este año, el BCE anunció la puesta en marcha de un programa de compra de bonos mucho mayor, en términos relativos, que los desplegados por EE.UU., Gran Bretaña y Japón. A partir de ese momento, el instituto emisor europeo puede imprimir dinero en cantidades ilimitadas para asegurar la solvencia de los banca y de los gobiernos lo que reduce el riesgo de contagio a la insignificancia. En este contexto, la default o la retirada griega del euro se reducirían a la quiebra de todos sus bancos y a la perdida por sus ciudadanos de los ahorros que no tengan fuera del país. Es la historia de Chipre en 2013. Pero, ¿qué pasaría si los ahorristaso los inversores sobre reaccionan, entran en pánico y sacan sus euros de otros países, léase, de la periferia europea? Este interrogante, interesante a efectos teóricos tiene una sencilla explicación práctica.
En el extremo, el precio de los bonos de los Estados deudores podría desplomarse y arrastrar al sistema bancario de los estados afectados por una masiva salida de capitales. Sin embargo, la materialización de esta hipótesis es inverosímil en tanto el BCE esté dispuesto a comprar esa deuda y lo está. De igual modo, si los ahorristas, atemorizados por el posible contagio de un default griega, sacasen su dinero de, por ejemplo, las entidades financieras portuguesas, el BCE reciclaría esa fuga de divisas de vuelta a la vieja Lusitania a través de depósitos interbancarios. De nuevo no hay límites a una operación de esa índole. En otras palabras, el armazón institucional existente en Europa hace inviable o, mejor, tiene capacidad de esterilizar la extensión de una eventual bancarrota helena al resto de la zona euro. Esta es la diferencia radical con el escenario existente en 2010 y en 2012 que el Gabinete Tsipras no ha interiorizado.
Por otra parte, la default de uno o de varios estados dentro de una unión monetaria no implica su destrucción ni tampoco su abandono por quienes se vean afectados por ella. La experiencia de los EE.UU. es paradigmática. Entre 1841 y 1847, siete estados norteamericanos suspendieron pagos pero el dólar siguió siendo la moneda de los EE.UU y los quebrados permanecieron dentro de esa área monetaria. Entre 1970 y 2009, 54 municipalidades -entre ellas Nueva York- quebraron y, recientemente, dos estados del tamaño y la importancia económica de California e Illinois suspendieron pagos. En ninguno de esos episodios, el Gobierno Federal y la FED rescataron a los quebrados; en ninguno se produjo contagio al mecanismo de pagos de la economía norteamericana; en ninguno se puso en cuestión la supervivencia del billete verde. El resultado de esos episodios críticos fue la paulatina adopción por los estados de la Federación de normas que les obligaban a cerrar sus presupuestos anuales en equilibrio (Henning R.C. and Kessler M., ‘Fiscal Federalism: US History for Architects of European Fiscal Union’, Bruegel, 2012).
En el supuesto de que Grecia no acepte las propuestas de la troika en el referendum del próximo domingo hay que dejarla ir a la quiebra. El mantenimiento de la Unión Económica y Monetaria (UEM) se sustenta en la credibilidad y ésta depende de que sus miembros cumplan las reglas del club. La pelota está en el tejado de los griegos y cualquier solución que se desvíe sustancialmente del plan de los acreedores sólo servirá para premiar a un gobierno irresponsable, para estimular comportamientos parecidos en otros Estados de la UEM y, finalmente, para volver a la situación actual dentro de unos meses. Desde esta perspectiva, la salida de Grecia de la zona euro sería una excelente noticia, un magnifico aviso a navegantes y, aunque resulte paradójico, un fortalecimiento de la unión monetaria.
Lorenzo Bernaldo de Quirós es presidente de la firma Freemarket International Consulting enMadrid, España. Se desempeña también como consultor económico para el Instituto de Estudios Económicos y sirve en el comité de directores de numerosas compañías y editoriales en España. Bernaldo de Quirós escribe columnas con rigor semanal en La Gaceta de los Negocios, La Razón, y Epoca.
Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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