El caso de la compra de trenes chinos se viene cuestionando desde hace tiempo en Argentina, ya que las condiciones pactadas con el gigante asiático impactan -en muchos casos- negativamente en varios sectores de la economía del país latinoamericano.
La decisión de optar por la compra de material rodante procedente de China implicó relegar la capacidad industrial argentina de producción de material ferroviario, echando por la ventana la oportunidad de ensamblar los trenes en fábricas nacionales ociosas, en condiciones de producir material ferroviario en cantidad y calidad, imposibilitando que se generara un círculo virtuoso de producción y de empleo calificado.
“Ante la angustiosa situación que dio lugar la tragedia de Once, una vez más el gobierno prefirió salir a comprar material ferroviario (chino) llave en mano, que seguramente es la solución más cara que se podría haber encarado, al no tener ninguna intención de desarrollar una industria nacional ferroviaria”, señaló el ingeniero ferroviario Élido Veschi a La Gran Época y agregó que “el hecho de no intentar reiniciar la actividad (ferroviaria) hace que se ataque la posibilidad del desarrollo del conocimiento y el empleo, y nos retrasa en el camino de desarrollar tecnología conveniente para nuestro país”.
“Que se esté importando durmientes de hormigón de China parece un chiste de mal gusto”, enfatizó el académico Belikow
Además, se hubiera evitado la polémica decisión de atarse a sospechosos contratos de dependencia tecnológica por decenios, anulando la posibilidad de fabricar material en el país y mejorar la balanza comercial de Argentina al no tener necesidad de enviar remesas millonarias al gigante asiático.
A modo de ejemplo vale señalar la compra de durmientes de hormigón chinos que se podrían fabricar en Argentina, y por los cuáles el profesor UBA Juan Belikow estima que se pagan 4.000 dólares cada uno. “Eso es un negocio chino, algo francamente ridículo”, señaló Belikow en diálogo con La Gran Época, argumentando que Argentina es uno de los mayores productores de cemento del mundo. “Que se esté importando durmientes de hormigón de China parece un chiste de mal gusto”, agregó.
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“La Argentina es perfectamente capaz de producir durmientes, es más, históricamente los ha producido aún en la época que los ferrocarriles eran ingleses”, añadió en sintonía el ingeniero químico Martín Scalabrini Ortíz. “El gobierno anterior hizo un intento de conformar una mesa de proveedores nacionales para la infraestructura ferroviaria pero no pasó más allá de algunas reuniones, y los durmientes estaban justamente en uno de los ítems que podían ser fabricados en Argentina según los empresarios nacionales”, señaló el especialista en conversación con La Gran Época.
La misma paradoja se presenta con el mineral de hierro. Los chinos están explotando indiscriminadamente uno de los yacimientos de hierro más grandes de Sudamérica: Sierra Grande, que se ubica en el sur de Argentina, por lo que se puede presumir que la chapa que compone cada tren chino pudo haber salido del propio hierro argentino. “Es una metáfora que demuestra y simboliza la falta de agregado de valor en nuestras cadenas productivas”, expresó al respecto Scalabrini Ortiz.
Con respecto al mantenimiento y a los repuestos, como señala el sitio Soy Ferroviario, el problema principal son los contratos de compra, “donde aquel país (China) dejó bien estipulado que no se pueden fabricar los repuestos en Argentina y la obligatoriedad de compra a ellos por 20 años”. Estos convenios derivaron en una crisis en los talleres ferroviarios por falta de trabajo al no poder suministrar nuevos encargos, poniendo en peligro las fuentes de sustento. Debido a esto, muchos se encuentran al borde de la cesación de actividades, como por el ejemplo el taller ferroviario de Junín.
La minoría de la Auditoría General de la Nación elaboró hace más de un año un informe que alega que las condiciones de los acuerdos ferroviarios con China nunca fueron claras y que muchas de esas compras se habían realizado sin ninguna licitación previa, pagando un precio considerado sospechoso por cuanto oportuno y que mucha documentación se había perdido por el camino.
En cuanto al financiamiento del Tren Belgrano Cargas, básicamente el acuerdo consistió en que un banco chino prestara dinero a la Argentina para poder comprarle material ferroviario a una empresa china. Este tren es crucial para los intereses del gigante asiático ya que transporta al puerto de exportación la soja que engordará su ganado.
Tal vez por una necesidad cortoplacista, el gobierno argentino convalidó la injerencia del país asiático en un sector clave del armado productivo nacional como es el ferrocarril, afectando de esta manera la industria y el empleo. Además deja para la posteridad una carga más abultada a la ya acumulada debido a la deuda generada por las compras de los trenes chinos por una cifra cercana a los 10.000 millones de dólares.
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