El pasado 9 de mayo el presidente Evo Morales declaró que «si en esta demanda no (nos) fuera bien, ni se imaginan ustedes que tenemos planes mucho más interesantes que esta primera etapa de batalla legal en la Comunidad Internacional».
Lo cierto es que desde la fecha se ha evidenciado con mayor claridad los ribetes de la maniobra comunicacional boliviana. Como se ha podido apreciar, el mandatario boliviano ha desplegado un abanico de erráticas estrategias para mantener el tema marítimo en la agenda internacional. La organización de la visita del Papa Francisco a Bolivia y los evidentes esfuerzos por conseguir que declare de manera abierta su apoyo a la demanda marítima, se mezclan con acciones comunicacionales que, por un lado, proponen al Pontífice como «garante» del diálogo en caso que la Corte Internacional de Justicia falle a favor de Bolivia y, por otro, realizan ataques verbales manifestando que hubo chilenos detrás de las protestas mineras de Potosí y que el Cónsul estaría desarrollando gestiones sospechosas.
Los hechos invitan a reflexionar en torno a tres aspectos relevantes.
En primer lugar, Bolivia despliega una estrategia comunicacional orientada a cubrir distintos frentes. Es por este motivo que, anticipando un posible fallo desfavorable, comienza a formular alternativas anexas como la ambigua propuesta de mediación Papal. Sin embargo, en este esfuerzo el discurso boliviano pierde coherencia y credibilidad internacional, ya que queda en evidencia que se está frente a un interlocutor poco consistente en sus argumentos.
En segundo lugar, la estrategia se caracteriza por exigir imperiosamente el cumplimiento de su demanda marítima, maniobrando discursivamente para distorsionar el mensaje. Al respecto, basta recordar que frente a la propuesta del Canciller Heraldo Muñoz de establecer relaciones diplomáticas sin condiciones, el Presidente Morales responde que Bolivia está de acuerdo en «restablecer las relaciones diplomáticas para que en menos de cinco años se resuelva el tema del mar para Bolivia, una salida al Océano Pacífico con soberanía, y con garante, al hermano Papa Francisco».
En tercer lugar, el discurso boliviano es altamente persuasivo y utiliza hábilmente un lenguaje implícito y ambiguo, de acuerdo al contexto en el que se emplaza. Si se comparan las alocuciones públicas de Evo Morales desde el 2011 a la fecha, con el contenido del Libro del Mar y el del texto de la demanda presentada ante la Corte Internacional de Justicia en abril del 2013, se evidencia cómo los argumentos para apoyar la reclamación marítima varían en su tenor. Por ejemplo, se observa que en los discursos y en el Libro del Mar se acentúan los argumentos reivindicacionistas que sostienen, por un lado, que Bolivia contaría con un derecho histórico sobre territorios costeros poco definidos y, por otro, que Chile tendría el deber moral de negociar al haber privado a Bolivia de su territorios y del usufructo de sus recursos naturales. No obstante, los argumentos presentados a la Corte Internacional de Justicia ponen énfasis en los supuestos compromisos adquiridos por Chile en el pasado y se expresan en un lenguaje prudente que omite información y deja premisas implícitas.
Lo anterior demuestra que la estrategia comunicacional boliviana en torno a la reclamación marítima se ha desarrollado de forma errática y carece de un discurso argumentativo sólido. Las últimas declaraciones del Presidente Morales respecto de una eventual expulsión del Cónsul chileno, no hacen más que confirmar esta tesis. No obstante, la situación brinda a Chile oportunidades para desarrollar una actitud más proactiva en defensa de los intereses nacionales.
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