La enfermedad de Alzheimer es un problema mundial. En Estados Unidos solamente, más de 5 millones de personas tienen la enfermedad y se realiza un nuevo diagnóstico cada 67 segundos; estos son números que representan apenas una fracción de los totales en todo el mundo. Entre los investigadores médicos, la enfermedad de Alzheimer es una prioridad absoluta.
Los investigadores que trabajan con astronautas en la Estación Espacial Internacional, o EEI, por su sigla en idioma español (International Space Station o ISS, por su sigla en idioma inglés), están embarcándose en una misión destinada a descubrir el origen del Alzheimer. A pesar de que los detalles todavía no están claros, los investigadores creen que la enfermedad de Alzheimer y otras enfermedades similares avanzan cuando ciertas proteínas se juntan en el cerebro y forman largas fibras que se acumulan y, finalmente, estrangulan a las neuronas del cerebro.
Se parecen al lodo en el cárter, pero en el cuerpo humano,» explica Dan Woodard, del Centro Espacial Kennedy (Kennedy Space Center, en idioma inglés), de la NASA. «Las fibras no están activas, así que andarán por allí por siempre porque el cuerpo no tiene manera de deshacerse de ellas».
Estas fibras tardan décadas en formarse y acumularse; de allí el vínculo entre la enfermedad de Alzheimer y el envejecimiento. En los laboratorios de la Tierra, los investigadores han descubierto cómo hacer para que las fibras de proteínas se acumulen más rápidamente; de este modo, pueden estudiar el proceso sin tener que esperar tanto tiempo. En la estación espacial, las fibras acumuladas no colapsan bajo su propio peso, lo que hace que la estación sea un lugar aún mejor para estudiarlas.
Un cubo de cuatro pulgadas que contenía el experimento, el cual fue seleccionado en un concurso de investigación sobre la EEI por Space Florida and Nanoracks, y construido en el Instituto de Tecnología de Florida (Florida Institute of Technology, en idioma inglés), despegó hacia la Estación Espacial Internacional a bordo de una misión de reabastecimiento denominada SpaceX-5, el 10 de enero. El experimento en sí, llamado SABOL (Self-Assembly in Biology and the Origin of Life: A Study into Alzheimer’s, en idioma inglés), será completamente automatizado.
Sin embargo, las observaciones que se realizaron mediante este experimento, por sí solas, no llevarán directamente al descubrimiento de una cura. El SABOL está orientado más hacia el entendimiento de la manera en la cual progresa la enfermedad de Alzheimer, y no hacia la creación de un medicamento que prevenga su aparición. A pesar de que este experimento es solo el primero en lo que seguramente será una serie de investigaciones, Woodard es optimista y espera que pueda ser una experiencia de aprendizaje extremadamente valiosa.
«Todos quieren una cura, pero sin saber la verdadera causa de la enfermedad, básicamente es como estar disparando en medio de la oscuridad. No comprendemos el verdadero mecanismo de la enfermedad. Si tenemos suerte, descubriremos si las proteínas se juntan en el espacio. Únicamente bajo la falta de gravedad se puede producir un ambiente libre de convección; de modo que es posible ver si se forman por sus propios medios. Esperamos ir aprendiendo a partir de esto».
Finalmente, los proyectos como el SABOL podrían llevar al descubrimiento de un método para desacelerar la velocidad de crecimiento de las fibras dañinas, abriendo en consecuencia una ventana para hallar una cura. Los resultados del experimento se verán después de que las muestras regresen a la Tierra y sean examinadas bajo un microscopio de fuerza atómica. Woodard especula que la causa de la enfermedad de Alzheimer podría sorprendernos si es decepcionantemente simple.
Asimismo, Woodard afirma: «Tiene que haber químicos o procesos que obstaculizan o fomentan el crecimiento de las fibras de proteínas. Quizás sea algo tan simple como la temperatura o la concentración de la sal del líquido del cerebro».
Extraño pero cierto: La clave para desentrañar la misteriosa causa de la enfermedad de Alzheimer quizás no resida en los recovecos del cerebro humano, sino en la expansión ingrávida del espacio. Si la respuesta finalmente se encuentra, bien podría surgir de la microgravedad de la órbita de la Tierra. El experimento comienza pronto.
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