Un estilo de vida en comunidad, alternativo y sostenible, así define el diario español La Vanguardia, los conceptos básicos que están conquistando a los españoles y que los lleva a alejarse cada vez más del bullicio de las grandes urbes.
Si algunos observadores han hecho notar que el fenómeno ha sido coincidente con la crisis de fuentes de trabajo y económica en general que sufrió España, otros sociólogos responden que aún cuando cierto, también es que muchos ya no quieran volver a los errores del pasado con una vida carente de todo estímulo vivencial y solamente limitada por el consumismo absorbente.
Más allá, otros idealistas también lideran las ideas de formar más ecoaldeas, sobre la base de intentar detener la crisis ecológica o de abandonar la dependencia energética tal cual la conocemos.
Una nueva forma de ver la realidad
La Red Ibérica de Ecoaldeas, aparece así como “la más antigua y consolidada de toda Europa”, entanto tiene ya una treintena de iniciativas que conforman asentamientos comunitarios tan diversos como reales.
“No hay un perfil único y las iniciativas caminan entre lo espiritual y lo socio-político”, afirma a La Vanguardia, Kevin Lluch portavoz de la Red Ibérica, psicólogo de profesión que dejó Sevilla para emprender sus visiones hace ahora unos 17 años. Sus sueños se convirtieron en mucho en comunidades pequeñas, autogestionadas, que se financian con lo que producen y abastecen de lo que cultivan, cuyos miembros comparten tareas y decisiones, llevando adelante la bandera de que “otra sociedad es posible”.
Las ecoaldeas tienen ya centenares de habitantes en toda España, y los coordinadores afirman recibir decenas de correos electrónicos cada mes, de personas interesadas en desarrollarse en esta forma de vida. Con perfiles de edad promedio entre 20-30 años, pero con gente mayor a 60 interesada, el movimiento crece a expensas de ciudadanos “convencionales, que se plantean una nueva realidad después de fracasos sociales con mayúsculas. El mensaje de ´estoy harto de mi vida´, está entre los que más recibo”, afirma Lluch. “Hay una tremenda efervescencia por romper con el individualismo y la competitividad y vivir con más conciencia”, sentencia.
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