La mitad del oxígeno del mundo es proporcionado por el fitoplancton, un organismo acuático que funciona como un sumidero de carbono y cuyo nombre en griego significa «plantas errantes». Todos los peces dependen del fitoplancton, ya sea directa o indirectamente.
Los científicos no entendían cómo el fitoplancton puede obtener todo el hierro que necesitan para funcionar y producir oxígeno.
El biólogo marino, Víctor Smetacek, calculó la cantidad de hierro que debía haber en el océano y advirtió que éste era insuficiente o bien provenía de una fuente que aún no identificada.
Empezó calculando cuántas ballenas pudieron habitar en el océano hace un siglo. Para que este número de ballenas pudiera sobrevivir, necesitarían una dieta combinada de 1.500 millones de toneladas de kril. Tal cantidad de kril requeriría una enorme cantidad de fitoplancton para sobrevivir, y esta cantidad de fitoplancton requeriría una cantidad absurda de hierro, una cantidad imposible de hierro.
De este modo, Smetacek concluyó que nos falta una parte del rompecabezas, y esta se encuentra en las heces de las ballenas.
Las ballenas que se alimentan en aguas profundas y liberan sus heces en las aguas superficiales, proveen un alimento súper rico en hierro para el fitoplancton. Smetacek estima que sólo los cachalotes de inmersión profunda del Océano Austral defecan 50 toneladas de hierro a la capa de la superficie del océano. El plancton se come las heces y convierten el dióxido de carbono en oxígeno.
El excremento de ballena no sólo ayuda a proveer la mitad del oxígeno del mundo, sino que también desempeña el importante papel de mantener el plancton vivo, lo cual afecta a todo el ecosistema. A su vez, el kril se alimenta del plancton y los peces y las ballenas se alimentan del kril, así la biodiversidad florece por todas partes.
El cachalote del Océano Austral, que se alimentó de plancton, produjo una reducción de 200.000 toneladas de carbono de la atmósfera. Los hallazgos de Smetacek fueron publicados en 2010 en las actas de la Sociedad Real de Ciencias Biológicas.
Stephen Nicol, un biólogo marino inspirado en las conclusiones del Smetacek, analizó las heces de las ballenas que se sumergen profundamente en el mar y encontró que es 10 millones de veces más rica en hierro que el agua del océano.
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