Antes de la toma del poder comunista en la Revolución de Octubre de 1917, la economía de Rusia era la quinta más grande del mundo y la nación se modernizaba constantemente.
Siendo un régimen marxista, el Partido Comunista de Rusia (los bolcheviques) concibieron un nuevo orden social que liberaría a las masas oprimidas de la opresión anterior. Tras la toma del poder en las principales ciudades rusas, su líder Vladimir Lenin decidió «comenzar sin transición a construir el socialismo».
En su lugar, las políticas comunistas de Lenin derribaron rápidamente la producción, causando una hambruna mortal que cobró la vida de millones de personas y motivó el descenso del régimen soviético a una dictadura absoluta. En 1921, la destrucción y la vergüenza eran tan grandes que Lenin se vio obligado a acuñar retroactivamente el término «comunismo de guerra» como una manera de justificar un retorno temporal a los principios del mercado bajo la subsiguiente «Nueva Política Económica».
Fantasías rojas
Justo después de la Revolución de Octubre, los bolcheviques se apoderaron de todos los bienes inmuebles que no tenían los agricultores y cancelaron toda la deuda del gobierno. La antigua organización del trabajo de fábrica fue abandonada en nombre de la auto organización. Incluso funcionarios revolucionarios que carecían de conocimientos básicos sobre principios económicos, ordenaron que Rusia aboliera la moneda.
Los bolcheviques pretendían que sus políticas instituyeran una economía plenamente comunista desde el principio de su gobierno, no como una medida de emergencia para ganar la guerra civil que siguió, como lo sugeriría más tarde el nombre «Comunismo de Guerra». Pero las leyes de la economía y la ingeniería, ridiculizadas como los grilletes de un pasado opresor, no se movieron. Según Richard Pipes, estudioso y distinguido de la historia rusa y soviética, el «intento por construir una sociedad comunista lo más rápido posible, dejó la economía rusa en caos».
En 1920 y 1921, la industria pesada había caído a un quinto de su producción anterior en 1913, y la productividad de los trabajadores se redujo a una cuarta parte. Con los incentivos del mercado que se volvieron ilegales, la producción agrícola disminuyó al punto de que el 70 por ciento de la población de San Petersburgo huyó al campo para buscar alimentos. La mitad de todos los moscovitas hicieron lo mismo.
El Kremlin respondió presionando efectivamente a todos los obreros de la fábrica bajo los sindicatos controlados por el Partido Comunista. Todos los ciudadanos entre 16 y 50 años fueron reclutados para trabajar obligatoriamente.
A mediados de 1918, pocos meses después de que los bolcheviques tomaran el control de las principales ciudades rusas y antes de que ocurrieran muchos combates en la Guerra Civil, reinó el caos. Como parte de los primeros movimientos contra la Rusia rural, el régimen soviético clasificó a los campesinos que tenían un nivel económico bueno como «kulaks», o avaros capitalistas. Los bolcheviques organizaron a los trabajadores para dirigir a los «campesinos pobres» en una violenta lucha económica contra civiles corrientes lo cual mataría a más de cinco millones de personas por hambre y enfermedades.
‘Ruina metódica’
Mientras que los bolcheviques controlaban los grandes centros industriales y los ferrocarriles, dándoles una ventaja contra los generales «Blancos» anticomunistas, quizás el mayor enemigo durante y después de la Guerra Civil rusa fueron los campesinos que se resistieron a las políticas de Lenin.
Los comunistas consideraban al campesinado ruso, quienes no apoyaron a los bolcheviques en las primeras revoluciones de 1917 y 1918, con gran desdén. Lenin los llamó «pequeños propietarios burgueses» que habían ayudado a derrocar a los grandes terratenientes y capitalistas, pero tendrían que ser dejados en la «lucha más decisiva y despiadada».
Como Richard Pipes escribió: «Una larga experiencia le enseñó a mujik [nombre del campesino ruso] para hacer frente a los desastres naturales, haciendo a un lado suficientes reservas para aguantar a través de un año o incluso dos de malas cosechas. Normalmente, los fracasos de las cosechas significaban hambre y no hambruna … Los bolcheviques sin remordimiento y metódicamente tardaron tres años en arruinar la agricultura y familiarizar a Rusia con la hambruna en la que murieron millones de personas.
Un campesino ruso decía en ese momento que «las malas cosechas provienen de Dios, el hambre proviene de los hombres».
La respuesta de los bolcheviques se puede comparar desfavorablemente con la forma en que el gobierno zarista manejó el hambre. En 1891, una hambruna mortal afectó a 12,5 millones de rusos, pero las autoridades estaban bien preparadas para el desastre y rápidamente distribuyeron comida a 11 millones de personas. Menos de medio millón perecieron, 13 veces menos que los 6,5 millones que murieron de hambre bajo Lenin, según Pipes.
Como el hambre se produjo en regiones que generalmente se consideraban como los grandes graneros de Rusia tales como el área del Volga y Ucrania, los soviéticos no podían excusarse del desastre al culpar a las fuerzas Blancas o a los llamados kulaks.
El régimen bolchevique censuró todas las noticias sobre la hambruna y compraron alimentos del extranjero para mantener a las ciudades alimentadas, y eso fue todo. Pipes señala que en «ninguno de los escritos o discursos de Lenin de ese período se puede encontrar una palabra de condolencia» por el campesinado hambriento.
Pero mientras Lenin hacía poco para apoyar a los moribundos, él llegó a anotar por escrito cómo la hambruna ayudó al gobierno bolchevique: la población estaba demasiado débil para iniciar una revuelta. «El Libro Negro del Comunismo» registra cómo un amigo de Lenin recordó que «tuvo el valor de salir y decir abiertamente que el hambre tendría numerosos resultados positivos».
Lenin también pensó que el sufrimiento sería el mejor divorcio de la Rusia rural con su fe cristiana. «La hambruna también destruiría la fe no sólo en el zar», agregó el líder bolchevique, «sino también en Dios».
Sólo en julio de 1921 el régimen reconoció que una terrible tragedia estaba en marcha. El Kremlin movilizó a un cuerpo de figuras públicas encabezadas por el propagandista soviético Maxim Gorki, quien apeló con éxito a Herbert Hoover, entonces Secretario de Comercio de Estados Unidos.
A pesar de su profunda oposición al comunismo, Hoover dirigió la Administración de Asistencia de Estados Unidos para entregar millones de toneladas de alimentos y medicinas a la Unión Soviética. A mediados de 1922, el hambre había terminado.
Lenin había querido controlar directamente la ARA y someter a su personal a la ley soviética, pero se vio obligado a aceptar los términos de Hoover. En notas de una reunión del Politburó, el dirigente bolchevique declaró con rabia que «la bajeza de Estados Unidos, Hoover y la Liga de Naciones era rara».
El comunismo de guerra era una descripción apropiada al principio de la política soviética, en la que los bolcheviques brutalizaron a sus propios compatriotas. Mientras los comunistas luchaban y superaban la resistencia armada de los ejércitos rusos Blancos, Lenin y sus partidarios reforzaron su despotismo económico con la supresión de toda disensión interna, el infame Terror Rojo.
Se estima que el comunismo ha matado al menos 100 millones de personas, no obstante sus crímenes no han sido recopilados y su ideología aún persiste. La Gran Época busca exponer la historia y creencias de este movimiento, que ha sido una fuente de tiranía y destrucción desde su surgimiento.
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