El efecto invernadero siempre ha existido pero se está incrementando desde la revolución industrial. Los niveles de los gases de efecto invernadero bien mezclados más importantes, que son dióxido de carbono (CO2), metano (CH4) y óxido nitroso (N2O), son los más altos de los últimos 800.000 años, ha dicho a Efe el físico Ángel Gómez, del Observatorio Atmosférico de Izaña, en Tenerife.
El efecto invernadero siempre ha existido pero se está incrementando desde la revolución industrial, ha señalado Ángel Gómez, de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), quien ha añadido que con ese incremento se está produciendo en la superficie de la Tierra un aumento de temperatura, que es muy lento debido a que el agua profunda de los océanos tarde mucho en calentar.
Observatorio Atmosférico de Izaña
Los gases de efecto invernadero en el Observatorio Atmosférico de Izaña se miden continuamente (24 horas al día todos los días del año), y si bien el óxido nitroso y el hexafluoruro de azufre (SF6) se miden desde 2007, el metano y el dióxido de carbono se analizan desde 1984.
Ángel Gómez ha explicado que si bien el monóxido de carbono (CO) no es un gas de efecto invernadero influye en la química del metano, que sí lo es, de forma que si hay más del primero hay un poco más del segundo.
La diferencia entre ambos tipos de gases es importante, ya que para los primeros se puede alcanzar un equilibrio entre emisión y destrucción, en cuyo caso la concentración del gas permanecería constante en la atmósfera, mientras que para los segundos la concentración del gas en la atmósfera continua creciendo mientras haya emisiones.
Esto explica porqué las concentraciones medidas en el Observatorio Atmosférico de Izaña siempre crecen para dióxido de carbono, óxido nitroso y hexafluoruro de azufre, mientras que la concentración de metano ha tenido periodos de no crecimiento, y la de monóxido de carbono incluso decrece.
Impacto de emisiones
Ángel Gómez ha indicado que el impacto de las emisiones de los diversos gases en cierto instante del futuro se cuantifica mediante el Potencial de cambio de la Temperatura Global (GTP), que se basa en el cambio de la Temperatura Superficial Global Media (GMST) provocado por dichas emisiones para diferentes horizontes temporales utilizando como referencia el que provoca el dióxido de carbono.
El Potencial de cambio de la Temperatura Global a un horizonte de diez años para las emisiones presentes de metano es casi igual al provocado por las emisiones de dióxido de carbono, pero es poco más de la mitad para un horizonte de veinte años, y despreciable para un horizonte de cien años, ya que el metano emitido cien años antes habrá sido casi completamente destruido.
Sin embargo, el GTP para las emisiones presentes de óxido nitroso permanece constante en esos horizontes temporales, ya que su vida media es larga y parecida a la del dióxido de carbono.
Los valores promedio de la atmósfera de fondo medidos en el Observatorio Atmosférico de Izaña durante el pasado año mostraron que por cada millón de moléculas en la atmósfera 398,6 partículas eran de dióxido de carbono, 1,86 de metano, 0,3277 de óxido nitroso, 0,00000842 de hexafluoruro de azufre y 0,0923 de monóxido de carbono.
El crecimiento anual medio de dióxido de carbono de la última década ha sido de 2,1 partículas por millón al año, mientras que el aumento de óxido nitroso ha sido de 0,00089 partículas por millón al año y el incremento del hexafluoruro de azufre de 0,00000030 partículas por millón al año.
El vapor de agua (H2O) también es un gas de efecto invernadero importante, sin embargo su concentración en la atmósfera varía muchísimo de un lugar a otro y también en altura, ya que su concentración no está determinada por las emisiones procedentes de la evaporación de agua líquida en océanos, lagos y ríos, evapotranspiración de las plantas y del suelo y otros, sino por factores meteorológicos complejos como temperatura, viento, localización de las borrascas y anticiclones.
El vapor de agua desaparece de la atmósfera mediante su condensación en forma de agua líquida en nubes, que es posteriormente devuelta a la superficie de la tierra mediante la precipitación en forma de lluvia.
Por todo ello, el impacto del vapor de agua en el incremento del efecto invernadero se tiene en cuenta en forma de retroalimentación: el aumento de los gases de efecto invernadero bien mezclados, aumenta la temperatura de la baja atmósfera, y este incremento de temperatura permite que una mayor cantidad de vapor de agua pueda permanecer en la atmósfera.
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