El ‘acaparamiento de tierras’ es un fenómeno que apareció hace unos años cuando diversos países importadores de alimentos comenzaron a adquirir tierras de cultivo en el extranjero para producir sus propias cosechas en vez de seguir comprando al país productor. Este fenómeno se da principalmente en países de Asia, África y América Latina, donde generalmente no hay fuertes regulaciones sobre el manejo de tierras y suelen tentarse fácilmente con la promesa de grandes inversiones.
A la cabeza de los países que llevan a cabo el acaparamiento de tierras está China, con 86 proyectos que cubren 8,3 millones de hectáreas en países en vías de desarrollo. La industrialización desmedida en China provocó una catástrofe ambiental que redujo considerablemente las tierras de cultivo y contaminó severamente el medioambiente, provocando una crisis que hizo evidente que China debería conseguir sus alimentos en el extranjero. Pero lo que provoca controversias es la manera en que busca asegurarse esos alimentos.
En 2010, el Banco Mundial publicó un informe sobre el impacto de los proyectos agrícolas a gran escala en países en desarrollo. El Banco Mundial dijo que, en general, los inversores apuntan a países con un manejo débil de las tierras, lo que resulta en transferencias de terreno que generalmente no cumplen con los derechos existentes sobre las tierras. Señalan una cultura de secretismo en la cual no se consulta ni se informa a las comunidades sobre estos acuerdos sobre las tierras hasta que ya están firmados. El Banco Mundial también descubrió que estos proyectos de inversión no generan empleos. Varias organizaciones intergubernamentales, académicas y ONG han realizado también investigaciones y visitas de campo y llegaron a las mismas conclusiones.
Acaparamiento de tierras en Argentina
Argentina es un país muy fértil y con grandes recursos naturales, por eso China ha posado sus ojos sobre nuestras tierras. Uno de los casos de mayor repercusión fue el acuerdo firmado en 2010 por el entonces gobernador de Río Negro, Miguel Ángel Saiz, con la empresa china Beidahuang, por el cual cedía un total de 320.000 hectáreas junto con el uso gratuito de parte del puerto de San Antonio Este, la exención de impuestos para la empresa china, el uso de las oficinas e instalaciones necesarias, todo a cambio de la promesa de las inversiones necesarias para la instalación de los sistemas de irrigación y de transporte que utilizaría la misma empresa para llevar las cosechas a China.
Como es común en estos casos, el acuerdo se realizó sin consultar a la comunidad y se anunció cuando ya estaba firmado. El acuerdo provocó fuertes reacciones de la opinión pública, y varias organizaciones y particulares de la Patagonia presentaron un amparo colectivo para anular el acuerdo “por su significación en términos socioeconómicos, culturales, de resguardo de los recursos no renovables, y de soberanía y dignidad”. La justicia les dio la razón y el acuerdo se suspendió.
Pero ese no es el único caso en Argentina. La consultora especializada en finanzas Deloitte & Touche realizó un informe en 2012 en el que señala que las tierras de las provincias de Salta, Tucumán, Santiago del Estero y Córdoba también son blanco de los intereses chinos. Un informe de iProfesional.com sobre el mismo tema incluye declaraciones de Jicong Zheng, secretario general de la Casrech (la cámara que nuclea a los supermercadistas chinos), en las que reconoce su intención de comprar campos para producción propia, aparentemente para lanzar sus propias marcas en los supermercados, pero deslizando también su intención de adueñarse de toda la cadena de producción y luego exportar. «Toda inversión que se haga en alimentos a China le interesa. De acá se llevarán un producto con valor agregado”, afirmó. El informe también menciona la adquisición de bodegas y de plantas procesadoras de mariscos. En este último caso, Zheng afirma que la operación tiene «la idea de llevar los mariscos a China».
En Argentina se sancionó la Ley de Tierras en diciembre de 2011, la cual limita la tenencia de tierras en manos extranjeras. Cabe señalar que los planes de la Casrech no se ven afectados por esta ley al tratarse de empresas establecidas en Argentina por chinos con residencia argentina (que quedan exceptuados de la ley), a pesar de que claramente la intención es proveer a China. Hecha la ley, hecha la trampa.
Controversias a nivel mundial
Este modelo de acaparamiento de tierras suele presentarse como una gran oportunidad de inversión en países por lo general necesitados de capital. China se presenta como un socio que ofrece cientos de millones de dólares, prometiendo trabajo y desarrollo para las comunidades locales, lo cual raramente sucede.
Uno de los casos más recientes es un acuerdo firmado en septiembre entre el gobierno de Ucrania y de la R.P. China por hasta 3 millones de hectáreas, un equivalente al 5% del territorio del país europeo, a cambio de ciertas inversiones que en este caso incluyen la compra de maquinaria agrícola, insecticidas y semillas a China. Las voces en contra no tardaron en escucharse, advirtiendo que este sería el primer paso para convertirse en una nueva Kazajistán, otro ex miembro de la ex URSS donde China ya controla el 70% de los recursos naturales.
África es otra región en la que China está pisando fuerte. Sus amplias extensiones de tierras vírgenes y sus situaciones de pobreza hacen de esos países una presa fácil para el régimen chino. Pero ya en 2009, un líder africano declaró a The Economist que el número de trabajadores chinos trabajando en África es “catastrófico”, luego de citar un estimado de 1 millón de chinos labrando los campos africanos.
La mayor preocupación de los críticos del acaparamiento de tierras es no solo la debilitación de la soberanía alimentaria de los países que ceden sus terrenos, sino el impacto ecológico, ambiental y económico que permanecerá una vez que transcurran los 20, 50 o 100 años y China se retire, dejando atrás la tierra degradada, contaminada e inutilizable luego de aplicar el mismo modelo de producción que arruinó sus suelos y la obligó a buscar tierras extranjeras.
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