Los osos pardos de los Pirineos, la cordillera que separa España y Francia, viven un invierno inusualmente cálido y en vez de hibernar en una cueva siguen buscando comida en pleno enero.
La segunda semana de enero, los trabajadores del Parque Natural del Alto Pirineo se quedaron boquiabiertos con las imágenes que habían captado sus cámaras: en medio de una zona rocosa y con algunos árboles todavía con hojas, una osa y tres oseznos hurgaban buscando comida.
Santiago Palazón, responsable del servicio de biodiversidad y protección animal del gobierno regional de Cataluña, dijo que no es normal que se encuentre una hembra con tres crías que en pleno enero no estén hibernando. Al menos pueden estar una semana fuera de la cueva.
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La hibernación de estos plantígrados suele empezar a finales de noviembre y se alarga hasta principios de abril, aunque en los machos este período puede ser más corto.
Pero el cálido invierno vivido en esta región de alta montaña, con temperaturas entre cinco y seis grados por encima de la media habitual y sin apenas nevadas, parece haber alterado sus costumbres.
Palazón precisó que las condiciones del hábitat eran buenas, casi no había nieve en el suelo, había mucha bellota del otoño que todavía podían comer y eso los puede haber hecho salir de la cueva.
Este comportamiento es nuevo en los Pirineos, donde habitan alrededor de 40 osos pardos, todos ellos llegados de Eslovenia fruto de un programa para garantizar la supervivencia de esta especie en la cordillera, que se quedó sin ejemplares autóctonos en 2004.
En cambio, se venía detectando desde 2012 en el otro núcleo de población de osos pardos en España, en la cordillera Cantábrica, que atraviesa el norte del país, donde viven unos 250 ejemplares de esta especie.
Guillermo Palomero, presidente de la Fundación Oso Pardo, explicó que la pauta habitual de los osos pardos es la hibernación pero por primera vez se descubrió que algunos ejemplares no lo hacían, principalmente hembras con crías de mayor edad, como ocurre ahora en los Pirineos.
Además dijo que las hembras, que han tenido un gran desgaste energético al dar de mamar, si las condiciones son favorables les puede compensar el no hibernar para comer y equilibrar el balance energético.
«Pero eso no quiere decir que el cambio climático sea bueno para ellos. Estamos mirando cómo puede afectar estas temperaturas más altas a la producción de bellotas, arándanos, hayucos… Entonces sabremos si les beneficia o a la larga los perjudica», precisó.
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