Desde que el actual mandatario chino Xi Jinping asumió el cargo en 2012, China ha lanzado muchos grandes proyectos, como el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (BAII). Supuestamente son para el desarrollo económico de la región, pero muchos expertos concuerdan en que esa es solo una de las razones para la gigantesca inversión china en comercio e infraestructura en el extranjero.
“China tiene una estrategia deliberada para convertir sus capacidades económicas… todas las herramientas que tiene a disposición, para convertirlas en influencia política”, dijo Evan Medeiros, director de investigación sobre Asia-Pacífico en el Grupo Eurasia, en el World Leadership Forum de la Foreign Policy Association celebrado en Nueva York el 28 de septiembre.
Es por esta razón que China fundó el BAII junto con 56 Estados-miembro y un capital de inversión inicial de U$S 100.000 millones. En 2016, el banco prometió U$S 1700 millones para nueve proyectos, en su mayoría en Asia Central.
Medeiros dice que la estrategia de inversión crea una dependencia sin confrontación. “Hay un elemento de coerción pero no de confrontación”, agrega.
Algunos ejemplos de usar la economía con fines políticos incluyen la prohibición de exportaciones de tierras raras a Japón en 2010, y la restricción de importaciones agrícolas de Filipinas en 2012. El objetivo del régimen chino es empujar su agenda geopolítica en torno a las disputas territoriales en el Mar Meridional de China y expandir su alcance naval en el Océano Índico.
“Los chinos utilizan diferentes herramientas para negar el acceso de estos países al mercado de China”, dice Medeiros.
Malos antecedentes
Sin embargo, con los enormes proyectos de inversión como la Iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda (BRI, por sus siglas en inglés) y el BAII, el mayor punto de presión es impedir que ciertos países reciban las inversiones chinas.
El BRI es de lejos el proyecto más grande, que promete impulsar las economías de los países de Asia central. Fue anunciado por Xi Jinping en 2013. Aunque las estimaciones varían, China ha calculado hasta U$S 5 billones en inversiones en infraestructura para los próximos cinco años en los 65 países a lo largo de las rutas terrestres y marítimas. Puertos en Sri Lanka, ferrocarriles en Tailandia y enormes rutas y plantas de energía en Pakistán son unos pocos ejemplos de las inversiones planeadas.
En principio, la idea suena bien: meter billones de dólares en proyectos de infraestructura en una región subdesarrollada que ocupa gran parte de Asia central, y el comercio comenzará a crecer, las economías prosperarán y la paz reinará. Sin embargo, los expertos en el panel del World Leadership Forum creen que hay un riesgo importante.
“Cuando miras qué es lo que ha logrado el BRI después de cuatro años, es mucho menos de lo que la gente se imaginaba. Lees los titulares sobre las promesas de los chinos… Apenas un tercio de eso es realizado”, dijo Elizabeth Economy, Senior Fellow de C.V. Starr y directora de Estudios Asiáticos en el Consejo de Relaciones Exteriores.
Aunque no es oficialmente parte de la Iniciativa del Cinturón y la Ruta de la Seda, el proyecto de U$S 3600 millones de la Represa Myitsone en Birmania es un ejemplo de proyecto chino de infraestructura en un país muy pobre, que no funcionó según lo planeado. La construcción ha estado suspendida durante seis años, ya que ambos países no se ponen de acuerdo en cómo seguir.
Otro modelo no muy exitoso de una iniciativa china de desarrollo es Venezuela, dice Daniel Rosen, socio fundador del Grupo Rhodium (RHG). China le prestó U$S 65000 millones al afligido país sudamericano, “la mayor parte de lo cual nunca lo recuperará. Incluso ha socavado su proceso de desarrollo”, dijo Rosen.
También señala los malos antecedentes de China en recuperar sus inversiones. “Esta no es la primera vez que China arma un gran plan que no logra sus objetivos”.
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