Mientras que el régimen chino no se ha ahorrado ninguna crítica hacia la decisión de la Corte de Naciones Unidas del 12 de julio, la cual negó su controversial reclamo sobre gran parte del Mar de China Meridional, Beijing parece estar haciendo otra maniobra diplomática más directa: dialogar con el nuevo mandatario Filipino.
En un libro blanco de 49 páginas lanzado el 13 de julio, las autoridades chinas propusieron resolver “las relevantes disputas entre China y las Filipinas en el Mar de China Meridional” a través de negociaciones.
Filipinas ha pasado por una transición política recientemente, puesto el ex Presidente Benigno Aquino III abdicó el mando este 30 de junio. El Presidente Rodrigo Duterte lo ha reemplazado.
El viceministro de relaciones exteriores chino, Liu Zhenmin, dijo que China estaba perpleja por la política exterior del ex presidente, quien inició el caso ante la Corte de la ONU en 2013, y que ven a Duterte con más esperanza, según una traducción de su conferencia de prensa por el South China Morning Post.
“La transición entre mandatarios ha dado una buena oportunidad a China y a Filipinas para mejorar sus relaciones”, dijo Liu.
Al utilizar la «línea de los nueve puntos» de 1947 que fue propuesta incluso con anterioridad a la toma de China continental, el régimen comunista mantiene los reclamos de una enorme franja del Mar de China Meridional, que maneja más del tercio de los embarques mundiales y tiene acceso a varios puertos mayores.
La Corte de Naciones Unidas decidió que los reclamos de China se “extinguieron” cuando se unió a la Convención sobre el Derecho del Mar de N.U., y dijo que su “reclamo a históricos derechos sobre recursos” en la región también son incompatibles con la asignación de derechos y zonas marítimas bajo la Convención.
Al mismo tiempo que Taiwán, que oficialmente reclama los mismos límites que China continental, cuatro estados adyacentes –Filipinas, Vietnam, Malasia y Brunei- tienen pretensiones más modestas. Todos están en alguna forma de disputa mutua.
El asunto alcanzó nueva alturas desde fines de 2000, cuando la guardia costera y fuerzas aéreas navales chinas comenzaron a expandir sus despliegues en la región. Uno de los más grandes símbolos de esta expansión es el “Gran Muro de Arena” –islas artificiales construidas que alguna vez fueron arrecifes y rocas marinas- , las cuales fueron juzgadas por La Haya como una violación de la soberanía de Filipinas.
A pesar de las protestas de China, es una Estado firmante de la Convención, por lo que le recae la obligación legal de acatar el fallo de la Corte.
La oferta de buena voluntad no especificada de Liu, el viceministro de relaciones exteriores, es poco para indicar su grado de sinceridad. El 12 de julio acusó a la Corte Internacional de estar entre la nómina de pagos de Manila. “¿Quién les pagó? ¿Las Filipinas u otros países?”.
Liu también dijo que China “tiene el derecho” de establecer una zona de control aéreo y que el régimen continuaría trabajando por el “progreso” en la región.
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