En un viaje a su antiguo territorio, Li Keqiang, segundo al mando en el régimen chino, lamentó el triste estado de esta estancada región industrial.
«Yo solía trabajar en el Noreste y podría considerárseme en parte del Noreste, por lo que no hace que sea demasiado cortés», dijo en una charla a los funcionarios de Changchun, capital de la provincia nororiental china de Jilin, según medios estatales. «Sus datos estadísticos (económicos) realmente hacen que me preocupe».
En cuanto a los «funcionarios incompetentes y perezosos», Li sugirió que el Partido los «golpee duro, los exponga en público y los critique de forma decidida».
Pero la situación del Noreste -hogar de más de 100 millones de personas y del tamaño de Gran Bretaña, Francia y Alemania combinados- no es un asunto de mero interés local. Son males sistémicos, provocados por las debilidades de control del Partido que afectan a China en su totalidad, tales como la corrupción, la ineficiencia económica y el declive demográfico.
Esta tierra industrializada e históricamente llena de disturbios, castigada por inviernos siberianos y veranos casi tropicales, poco ha visto del desarrollo meteórico que gozan las prósperas ciudades de la costa de China.
Poco después de la visita de Li, el líder del Partido Comunista, Xi Jinping, pronunció un discurso llamando a la revitalización de la difícil economía de la región, durante otra reunión del Partido Comunista en Changchun, provincia de Jilin.
Las palabras de Xi hicieron eco de la retórica de una década de campaña para que las provincias del norte -Jilin, Heilongjiang y Liaoning- alzaran vuelo. Sin embargo, durante la última generación, esta tierra industrializada e históricamente llena de disturbios, castigada por inviernos siberianos y veranos casi tropicales, ha visto poco del desarrollo meteórico que gozan las prósperas ciudades de la costa de China.
La búsqueda de beneficios económicos estuvo bastante bien durante un tiempo, impulsando el desarrollo económico, pero es evidente que se convirtió en un lastre para el crecimiento y la legitimidad del Partido
Charles Freeman III, director internacional de Forbes-Tate
No es por falta de recursos o capital. Manchuria, con sus fértiles tierras, significó durante muchos años una importante canasta de pan. Está bendecida con abundantes recursos minerales, incluyendo petróleo, carbón y hierro. A principios del siglo XX y durante la Segunda Guerra Mundial, fue codicida por la milicia japonesa, que la veía como un «salvavidas» de su imperio y la joya de sus conquistas. Estrategas japoneses ordenaron la construcción de un vasto complejo de ferrocarriles, minas y fábricas, a menudo utilizando mano de obra china forzada o a muy bajo costo.
Bajo el liderazgo de Mao, Manchuria retuvo su papel en la industria pesada y en la extracción de recursos. Hoy en día, el noreste permanece encadenado a una estructura económica ‘demasiado’ soviética, buena parte de lo cual China dejó atrás.
Una pesadilla económica con características soviéticas
En la década de 1990, a medida que China experimentaba un acelerado crecimiento económico, lo que mantuvo separada a Manchuria del resto del país fue el inusual alto nivel de industrialización que la región tenía, haciéndola más cercana a un país proveniente de la ex Unión Soviética, como Rusia o Ucrania. En estas naciones, las empresas anteriormente controladas por el Partido, ahora dirigidas por oligarquías, se dirigieron rápidamente hacia la corrupción institucional y decadencia social.
Tras la rendición de Japón en 1945, Manchuria fue liberada y devuelta a China. Cuando el Partido Comunista se hizo cargo de la ex colonia y luego del resto de China, heredó los frutos de la gestión japonesa y la mano de obra local. Bajo la tutela soviética, Mao creó grandes empresas de propiedad estatal que lideraran el desarrollo económico de China, convirtiéndose Manchuria en el corazón de un complejo militar e industrial de planificación centralizada.
La estructura económica estalinista fue implementada a lo largo de toda China como un medio para asegurar de forma totalitaria la «legitimidad en la sociedad y la primacía en la gestión industrial» del Partido Comunista, como lo describe Deborah A. Kaple en su libro «El sueño de una fábrica roja».
«El tema central de todos los escritos comunistas chinos de este período, al igual que en los del período de posguerra soviético, fue la justificación del poder del Partido Comunista y su control en la empresa», explica Kaple.
Incluso luego de la muerte de Mao y del ascenso de la economía de mercado, la mano dura del Partido está presente todavía en las empresas estatales y en los bancos que dominan el panorama económico de China.
«Revitalizando» un sistema estancado
Cuando el primer ministro Li Keqiang visitó la región en abril, sus críticas mordaces contra los funcionarios locales fueron abundantes, señalando que ellos estaban viviendo de «comidas gratis» que les eran proveídas por el pueblo, en lugar de trabajar diligentemente. Sin embargo, modificar los incentivos burocráticos tomará tiempo y requerirá de algo más que meros reproches de parte de Li Keqiang, por muy contundentes que sean.
En la reducción de los años 90’s, Manchuria sufrió de un grave desempleo, como resultado de que trabajadores de fábricas fueron despedidos en masa. El resultado fue un significativo descontento de los trabajadores, ocasionando que miles de obreros se declararan en huelga, bloqueando el tráfico ferroviario y evitando el envío de minerales en bruto y productos industriales del noreste al resto de China.
Doce años después de que el Partido lanzara una campaña para revitalizar la vieja base industrial del noreste de China mediante la expansión del sector privado orientado a la prestación de servicios, la ineficiencia y corrupción a las que son propensas las empresas controladas por el Estado aún reinan. La productividad disminuyó, lo que se refleja en el declive general del sector inmobiliario y en la infraestructura del mercado.
A fines de la primera década de este siglo, a raíz de un paquete de estímulo de 4 billones de yuanes que permitió continuar con la inversión en infraestructura y el sector inmobiliario, las fábricas de Manchuria adquirieron valor nuevamente, pero el problema de la diversificación económica nunca fue resuelto.
La demografía de la región ha sido duramente golpeada por los efectos no deseados de la política de un solo hijo, poniendo en evidencia un sector industrial y de extracción de recursos dirigido por el Estado, cada vez menos competitivo.
Según un censo nacional llevado a cabo en 2010 en China, el noreste tiene una tasa de natalidad de alrededor de un hijo por mujer, muy por debajo del promedio nacional de 1,5, y menos de la mitad de la tasa de reposición natural de 2,1. En comparación, las mujeres japonesas tienen una media de 1,34 hijos, según datos de 2013. Corea del Sur, otra nación conocida por tener una severa disminución de su población, tiene una tasa global de fecundidad de 1,19.
Alrededor de 2 millones de personas abandonan Manchuria todos los años, en su mayoría buscando trabajo en otras regiones de Cnina, según el medio de comunicación de China continental, Caijing, citando un estudio de la Universidad de Beijing. La población también está envejeciendo: sólo el 11,8% de los nordestinos tenía menos de 14 de años, en el 2010, según el censo de ese año.
Mientras la economía china en general sufre de una burbuja inmobiliaria que frenó su crecimiento económico, la industria automotriz, alguna vez el orgullo del noreste, también cayó.
Según Charles Freeman III, director internacional de Forbes-Tate, consultora en políticas públicas, el retorno del poder centralizado del Partido a las autoridades locales (medida para implementar el crecimiento durante los primeros años de reforma económica en China), tuvo efectos secundarios.
Dar a los funcionarios locales autoridad en el desarrollo económico también les dio la oportunidad de enriquecerse. En una entrevista con Quartz, Simon Powell, a la cabeza CSLA, compañía intermediaria especializada en petróleo y gas en Asia, indicó que la colusión entre empresas de terceros con gigantes estatates abrió brechas «casi ilimitadas» para «la corrupción y el nepotismo».
«La búsqueda de beneficios económicos estuvo bastante bien durante un tiempo, impulsando el desarrollo económico, pero es evidente que se convirtió en un lastre para el crecimiento y la legitimidad del Partido», dijo Freeman en una entrevista telefónica.
«La estructura de incentivos para muchísimos burócratas en China, y para mucho de su prestigio y poder, les llegó porque ellos están en la primera línea en la concesión de licencias y toma de decisiones», explica Freeman. «Para cambiar hacia una estructura de un gobierno posterior a uno de facto, muchos de estos incentivos, sea que estén alineados con la corrupción o con la búsqueda de beneficios económicos, deberán ser eliminados».
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