El secretario estadounidense de Defensa, Jim Mattis, llegó a Afganistán en una visita no anunciada este lunes, horas después de que su homólogo afgano dimitiera por el mortífero ataque talibán, que dejó más de 140 soldados muertos.
Jim Mattis, quien realiza su primera visita a Afganistán como jefe del Pentágono, se reunirá con altos funcionarios, entre ellos el presidente Ashraf Ghani.
La presencia de Jim Mattis se produce a menos de dos semanas de que Estados Unidos lanzara su bomba más poderosa no nuclear en los escondites del Estado Islámico en este del país.
El jefe del Pentágono deberá hacer frente a la polémica que se ha desatado en Afganistán tras el lanzamiento de la bomba MOAB, la más potente que poseen las fuerzas estadounidenses, para destruir una red de túneles del ISIS en la provincia oriental de Nangarhar.
Mattis inició su visita en la sede de la operación «Apoyo Decidido» , la misión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) para entrenar y asesorar a las fuerzas de seguridad afganas.
El jefe del Pentágono inició la semana pasada en Arabia Saudita su gira por Medio Oriente y el cuerno de África, con el objetivo de reforzar los lazos estratégicos en materia de defensa con sus principales aliados en la región.
La visita sorpresiva se produce cuando se confirmaron las renuncias del ministro de Defensa, Abdullah Habibi, y del jefe del ejército, Qadam Shah Shaheem.
Las dimisiones, anunciadas en una declaración de una línea del palacio presidencial, se produjeron en medio del poderoso ataque de los talibanes a una base militar en las afueras de la ciudad norteña de Mazar-i-Sharif.
Al menos 10 hombres armados con uniformes del ejército, y armados con chalecos suicidas, entraron a la base en camiones de las fuerzas armadas y abrieron fuego contra las tropas desarmadas a corta distancia en una mezquita y en el comedor.
Este incidente, en una base en la provincia norteña de Balkh, fue el más mortífero de todos los ataques talibanes contra un objetivo militar afgano, aunque el número exacto de víctimas del asalto sigue siendo incierto.
Funcionarios afganos han ignorado hasta ahora las cifras de que más de 100 soldados murieron o resultaron heridos, pero la entidad minimiza las bajas en tales ataques.
Estados Unidos ha dicho que al menos 50 soldados murieron, y algunos funcionarios locales han puesto el número de muertos tan alto como 140.
El domingo, Afganistán celebró un día de luto nacional por los caídos en el ataque, con servicios conmemorativos realizados en las mezquitas, y la bandera de Afganistán estuvo a media asta en los edificios gubernamentales y oficinas de todo el país.
El ataque en Balkh plantea serias dudas sobre la capacidad de los militares afganos a valerse por sí mismos en la batalla contra la insurgencia de los talibanes, tras la retirada de las fuerzas de combate extranjeras a finales de 2014.
El portavoz de los talibanes, Zabihulá Muyahid, señaló en un comunicado publicado el pasado sábado que el ataque es una represalia por la reciente muerte de varios líderes del grupo insurgente en el norte de Afganistán.
Las tropas estadounidenses han estado luchando durante casi 16 años en Afganistán, donde el gobierno y sus aliados de la coalición están luchando contra el movimiento talibán, así como otros grupos extremistas, incluyendo el ISIS.
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