Cuando el Apollo 17 emprendió su viaje de regreso, la superficie lunar quedó otra vez en completo silencio. A partir de aquel diciembre de 1972, ningún humano volvió a poner un pie sobre el satélite hermano. La agencia espacial estadounidense (NASA) argumentó el cese de los programas por falta de presupuesto.
Algunas personas, sin embargo, como el periodista español Juan José Benítez, creen que la verdadera razón por la que el hombre nunca volvió a la Luna tiene matices bastante menos conocidos que la historia oficial. “Desde aquel diciembre del 72 han transcurrido más de 30 años (…) ¿Por qué nunca se volvió a la Luna?”, pregunta J. J. Benítez al final de su documental “Mirlo rojo”.
En un informe de polémica veracidad, Benítez expone una serie de argumentos según los cuales la NASA habría llegado a la Luna con una misión militar específica, y cuya etapa final habría concluido con el regreso del último Apollo. Benítez recalca que sus informantes, a quienes denominó secretamente “mirlos rojos”, le hicieron partícipe del costado más oscuro del proyecto que puso al hombre en el cielo.
En un programa emitido por la TV Española el 11 de enero de 2004, Benítez reveló un video en el que los astronautas Neil Amstrong y Buzz Aldrin analizaban el interior de una estructura tipo hangar con el techo derruido. Cuando se descubrió que la filmación había sido realizada por un estudio de grabación vasco, Benítez argumentó que el video era la simulación de una cinta real que uno de sus informantes guardaba en secreto.
La extraordinaria teoría de José Benítez podría ser atribuída a una imaginación descontrolada, de no ser porque la misma versión de la historia parece reafirmarse una y otra vez de la mano de antiguos empleados de la NASA que se desempeñaron para la agencia durante las misiones lunares. La carrera espacial Según Benítez, la denominada “carrera espacial” fue impulsada por algo más que una feroz puja entre potencias. “Soviéticos y aliados mintieron a la hora de justificar aquella loca carrera espacial. Todo empezó en la década de los 40.
En esas fechas, las intensas oleadas ovni registradas en el mundo pusieron en máxima alerta a los militares soviéticos y aliados. Para ellos estaba claro: aquellos objetos pertenecían a civilizaciones no humanas, civilizaciones muy avanzadas. El mundo nunca lo supo. Aquellos miles de avistamientos fueron la gran razón que impulsó a los militares a dar un brusco giro en la carrera armamentista”.
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“Desde los años 50, tanto EE.UU. como la antigua URSS redactaron planes concretos para pisar el satélite natural y establecer bases que, según ellos, pudieran controlar y contrarrestar la presencia de estas astronaves no humanas”. ¿Se omitieron hallazgos del Apollo 11? Segundos antes de que el módulo “Eagle” de la misión Apollo 11 tomara contacto con la superficie lunar en 1969, el panel de periodistas ubicados en la sala de recepción de imágenes fue expulsado durante unos minutos sin explicación aparente.
El corresponsal para la televisión española, Santiago Vázquez, en una entrevista para el programa Cuarto Milenio resume el acontecimiento: “nos ‘invitaron’ a salir de ese pequeño habitáculo. Noté que había un cierto ánimo de que nos fuéramos pronto. (…) La gran incógnita que yo tengo desde esa noche es: ¿Qué pasó en esos 4 o 5 minutos, y por qué salimos de allí?” “Los monitores tenían un plano con la nave avanzando muy cerquita (de la superficie)”, recuerda Vázquez, “y antes de llegar a posarse, se cortó la señal.
Cuando volvió, la nave ya estaba posada sobre la Luna”. El episodio relatado por Vázquez recuerda a uno posterior, cuando en abril de 1972 la señal fue interrumpida súbitamente después de que un astronauta de la misión Apollo 16, parado en el borde de un cráter, pronunciara las palabras “Están ahí otra vez”.
La NASA justificaría más tarde el episodio, diciendo que el astronauta se refería a un escape de gas del suelo lunar. Según Alan Davis, el jefe de telecomunicaciones en la isla de Antigua durante el primer alunizaje, aquel 21 de julio un retraso de 10 segundos en la transmisión hacia la base de Houston permitió a la NASA ocultar imágenes de un milenario edificio emplazado sobre a polvorienta superficie.
La descripción de Davis coincide perfectamente con la del hangar de J. J. Benítez, por lo que se deduce que el experto fue uno de los dos informantes a los que el escritor se refiere como “Mirlos rojos”. Alan Davis reconoció, además, que la NASA guardaba restos de aquellas ruinas y reveló una curiosa conversación en la que Neil Amstrong decía sentir la presencia de “alguien más” sobre la superficie lunar. Una extraña sensación de ser observados pero sin saber por quién.
El informe Brookings A principios de los años 60, un panel de expertos en temas legales y sociales confeccionó para la NASA un polémico informe en el que recomendaba a la agencia no difundir información ante el posible hallazgo de vida inteligente extraterrestre. El llamado “informe Brookings” alertaba sobre las posibles consecuencias económicas y sociales de una revelación semejante.
Para muchos adherentes a la teoría de las ruinas, este informe público fue el tapadero legal perfecto para que la agencia espacial pudiera ocultar mucha de la información obtenida en las sucesivas misiones. ¿Qué pasó con las supuestas ruinas? El destino final de las ruinas, si es que las mismas existieron, solo encuentra respuesta de la mano del recurrente J. J. Benítez.
De acuerdo con el escritor, aquellos viejos edificios habrían sido víctimas del mismo secretismo con que se llevó a cabo la misión Apollo. Las ruinas habrían sido voladas por “armas nucleares tácticas” después de haber sido filmadas por última vez por la tripulación del Apollo 17.
“Los militares norteamericanos no lo consintieron; esas estructuras podían provocar el caos en la Tierra”, afirma Benítez en “Mirlo rojo”.
Según el periodista, la contaminación radioactiva de aquellas explosiones sería uno de los motivos por los que la ambición de los viajes a la Luna murió hace más de treinta años.
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