El Presidente del Departamento de Medio Ambiente del Colegio Médico de Chile, Dr. Andrei Tchernitchin, aclaró en una entrevista a La Gran Época que grandes peces como el atún y la albacora no deben ser consumidos por personas embarazadas o niños pequeños, por sus altas concentraciones de mercurio.
El Dr. Tchernitchin, que además es Profesor Titular de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, dijo que “todos los atunes, igual que el albacora, el pez espada, y el tiburón, por ser carnívoros y estar al final de la cadena trófica, tienen mercurio, pero a niveles en que es inocuo comerlo una vez cada dos semanas”, y agregó:
“La mujer embarazada no debiera consumirlo por ningún motivo porque puede ser peligroso para el feto, por daños mediante el mecanismo del ‘imprinting’”.
Diversos compuestos químicos que acceden al organismo durante la vida fetal tardía o durante los primeros años de la vida postnatal por el mecanismo del ‘imprinting’ (reprogramación celular), pueden ocasionar “cambios en la diferenciación o programación de algunos tipos celulares que se encuentran en períodos críticos de su desarrollo, de tal manera que estos cambios se hacen irreversibles».
«Pueden detectarse en períodos más tardíos de la vida, cuando determinan el desarrollo de diversas patologías”, según Tchernitchin en su estudio que describe el mecanismo, publicado en Los Cuadernos Médicos Sociales de 2006 del Colegio Médico de Chile.
Entonces la recomendación para el atún, albacora, y otros peces grandes es “máximo una vez cada dos semanas”, dijo el médico a La Gran Época, en tanto que “la mujer embarazada y niños pequeños (en tamaño y en años) no deben consumirlo”, reitera el Dr. Tchernitchin ante la pregunta de La Gran Época.
En la cadena trófica, el mercurio es inicialmente consumido por peces pequeños que se alimentan de fitoplancton.
“En el mar hay mercurio inorgánico, y parte de ese se une al fitoplancton en donde se metila, es decir se le agrega un grupo metilo, (que es -CH3) transformándose en un mercurio inorgánico, metil mercurio, que los peces que se alimentan de fitoplancton lo acumulan”, explicó el especialista.
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Tchernitchin destacó a su vez que los peces no tienen capacidad de excretar este mercurio, y aunque tienen “muy pequeñas cantidades de mercurio, los peces carnívoros se comen a esos pequeños peces herbívoros”.
“Para aumentar su peso corporal al doble, (estos peces carnívoros) necesitan ingerir 50 veces su peso corporal en alimento, por lo cual el mercurio aumenta 50 veces y se diluye en dos (sube de peso al doble), es decir que la concentración de mercurio aumenta 25 veces”, añade Tchernitchin.
En esta cadena, “los peces más grandes comen a los carnívoros más pequeños y nuevamente la concentración de mercurio se multiplica por 25. Los últimos de la cadena vuelven a multiplicar su concentración de mercurio en 25 veces, y así ya tienen concentraciones que pueden ser peligrosas si se ingieren con mucha frecuencia”, advierte el médico.
Mecanismo de imprinting
En un estudio científico previo, el Dr. Tchernitchin describe con detalle cómo opera el mecanismo conocido como ‘imprinting’ o reprogramación celular ante los contaminantes ambientales.
“La exposición perinatal a diversos contaminantes ambientales y a otros agentes químicos afecta en forma irreversible la diferenciación y programación de diversos tipos celulares, alterando cualitativa y cuantitativamente sus receptores hormonales mediante el mecanismo del imprinting, afectando su función y determinando el desarrollo de diversas patologías más tarde en la vida”, describe el extracto del estudio publicado en 2006.
En su trabajo, el médico chileno de origen ruso, describió como los agentes “actúan por este mecanismo afectando de por vida la salud reproductiva y la sexualidad«.
El estudio revela que “la exposición aguda o crónica a diversos agentes químicos afecta la acción de los estrógenos en el útero, afectando la función reproductiva en forma precoz o causando un daño acumulativo”.
Las primeras alteraciones producidas por exposición prenatal a substancias exógenas fueron descubiertas por el desarrollo de cáncer – adenocarcinomas cervicovaginales- en mujeres jóvenes cuyas madres fueron tratadas durante su embarazo con el estrógeno sintético dietilstilbestrol.
En el ser humano las alteraciones más frecuentemente encontradas son infertilidad, alteraciones del ciclo menstrual, presencia de quistes ováricos y tendencia a los abortos habituales.
Investigaciones más recientes revelan que los agentes contaminantes actúan a través de diferentes receptores en el cuerpo humano.
Efectos adversos en generaciones sucesivas
Una exposición aguda o crónica a estos contaminantes también determina efectos adversos en forma diferida en el tiempo. «Entre los más conocidos están las mal formaciones congénitas, las mutaciones y el desarrollo de neoplasias malignas”, destaca el estudio.
Después de ser expuestos a contaminantes en los primeros meses de vida intrauterina,»las mutaciones se producen por modificación del material genético por efecto de estos compuestos, que se detectan en laboratorios como alteraciones cromosómicas claramente visibles, o como un aumento en la incidencia de mutaciones en diversos microorganismos».
Tchernitchin destaca en su reporte que los efectos son mayores si la acción contaminante es a nivel de las células germinales.
“Si afectan las células de la línea germinal, su gravedad para la especie humana es consecuencia de la persistencia en el tiempo, a través de las generaciones, del aumento de diversas patologías de tipo hereditario», señala el estudio.
«Los carcinógenos promueven el desarrollo de diversos tipos de neoplasia, que muchas veces son específicas para cada uno de los contaminantes que las causan”.
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Medidas
Tchernitchin aclara que quitar la contaminación “en el mar es imposible”. Vertidos químicos con mercurio son casos históricos y los sectores de la costa que resultan frecuentemente afectados son las bahías.
A su vez en su estudio publicado en 2006 explicó la importancia de una investigación e identificación de los agentes inductores del mecanismo «imprinting» en el ser humano y «el desarrollo de medidas legislativas y administrativas para minimizar el daño, constituyen un desafío pendiente para mejorar la salud reproductiva de las futuras generaciones», propone el médico en su escrito.
El representante del Colegio Médico chileno concluye que se necesita regulación para evitar las exposiciones a agentes contaminantes. «Medidas administrativas de protección contribuirán a una mejoría importante de las condiciones de salud de la humanidad”, agrega el médico.
Tragedia de Minamata
Entre los casos destacados de recordar por envenenamientos masivos de mercurio en el hombre, Tchernitchin mencionó a la Tragedia de Minamata, un brote causado por metilmercurio, que se detectó en 1956.
Ese año murieron cuarenta y seis personas. Entre 1953 y 1965 se contabilizaron 111 víctimas y más de 400 casos con problemas neurológicos. La madres que no presentaron ningún síntoma dieron a luz niños gravemente afectados, según reporta Monografías.
El Gobierno reconoció en 1968 oficialmente que la causa de la enfermedad fue la ingestión de pescado y de marisco contaminado de mercurio por los vertidos de la empresa petroquímica Chisso.
Se calculó que entre 1932 y 1968, año en que cambió el proceso de síntesis por uno menos contaminante, se vertieron a la bahía, 81 toneladas de mercurio.
En el año 2001 se diagnosticaron 2.955 casos de la enfermedad que recibió el nombre de Minamata. “La enfermedad de Minamata es un síndrome neurológico grave y permanente causado por envenenamiento con mercurio. Los síntomas incluyen ataxia, alteración sensorial en manos y pies, deterioro de los sentidos de la vista y el oído, debilidad y, en casos extremos, parálisis y muerte”, según el reporte de Monografías.
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