En su última jugada en la ofensiva de desarrollar motores a reacción funcionales, China estableció una nueva compañía estatal con la misión de consolidar los esfuerzos de los anteriores fabricantes.
La nueva empresa, llamada el Grupo de Motores Aéreos de China (GMAC), está patrocinada por el gobierno central, las autoridades de Beijing, y dos empresas aeroespaciales estatales, según informó Reuters el 28 de agosto. GMAC se formó con 50 mil millones de yuanes (alrededor de U$S 7,5 miles de millones) de capital inicial.
Beijing lleva largo tiempo buscando construir motores lo suficientemente duraderos y confiables para satisfacer las demandas de sus aviones militares modernos de cuarta y quinta generación, pero la deficiencia industrial y la corrupción obstaculizaron este proyecto desde que comenzó en 1980.
El líder chino Xi Jinping describió la creación de la nueva empresa como una “jugada estratégica”, según informan medios estatales.
La creación de GMAC representa un cambio en la estrategia de desarrollo, según Richard D. Fisher Jr., alto miembro del Centro Internacional de Evaluación y Estrategia. Al reunir los recursos en una empresa, China tiene la esperanza de “racionalizar vastamente” su sector de motores aeronáuticos, dijo.
En el pasado, se dividieron los esfuerzos entre varias empresas y compañías industriales, pero los resultados no fueron satisfactorios.
“Por un tiempo, China pudo tener la esperanza de que la competencia llevaría al progreso pero eso no sucedió”, escribió Fisher en un correo electrónico”. Ahora China va a concentrar sus recursos en sus ganadores y por ende a producir progreso.
Actualmente, el grueso de los aviones de combate de China se basa en una variante de un motor de diseño soviético, el Saturn AL-31, el cual tiene décadas de edad que ya se están haciendo notar. Este motor fue construido para la familia de aviones combatientes soviéticos Su-27, pero China también los usó en su avión combatiente de diseño local J-10, lo que trajo considerables dificultades.
El proyecto autóctono chino, que culminó en la serie de motores WS-10, aparentemente dejó mucho que desear en términos de desempeño, seguridad, y durabilidad, según Fisher. La iteración más exitosa de esta central eléctrica sólo se compara con la tecnología estadounidense y rusa de la década 1970, dijo.
Hay opiniones contradictorias de por qué China se ha tomado tanto tiempo en producir un motor funcional. El diseño es complejo y las demandas industriales son agudas, sin embargo también puede que los fabricantes chinos rindieran por debajo de lo esperado.
“En 20 o 30 años, dada la cantidad de trabajo que hicieron y el esfuerzo que están poniendo en ello, deberían tener un motor militar viable”, dijo a Reuters Greg Waldron, Editor Gerente en Asia de Flightglobal, una publicación de la industria.
No está nada claro si la nueva empresa será capaz de resolver este problema. Asuntos de control de calidad, estandarización, organización del trabajo y retroalimentación plagan los complejos proyectos industriales chinos, y la corrupción en las empresas estatales y militares no ayuda. Más centralización de los proyectos de motores existentes, más capital y un poco de espionaje, pueden no ser suficientes para ofrecer el avance que China necesita.
Obstáculo paralizante
Para las fuerzas aéreas chinas, no ser capaz de hacer un motor adecuado para sus aviones de cuarta generación es una exasperante limitación tecnológica a su ambición de construir su propio avión combatiente de quinta generación que pueda competir con el F-22 estadounidense y el prototipo PAK FA ruso.
Por ejemplo, los motores chinos no son lo suficientemente poderosos como para ser usados en supercrucero, esto es, la habilidad de volar en una velocidad supersónica sin postquemadores. Para un avión combatiente de quinta generación, que se ampara en el sigilo para poder competir, esta es una enorme desventaja dado que un jet con sus postquemadores es un objetivo altamente detectable.
Luego de años de negociaciones, China llegó a un acuerdo con Rusia de comprar dos docenas del avión combatiente Su-35, una versión significativamente mejorada del Su-27 que voló por primera vez en la década 1980 y que sirve en las fuerzas aéreas chinas como el J-11. El nuevo avión, que se supone será entregado este año puede ser del interés de Beijing debido a su avanzado motor AL-411S, que fue probado por primera vez en 2008, según informó el mes pasado ‘Rusia Más Allá de las Titulares’, un sitio web de noticias financiado por el estado.
Los esfuerzos de China se han limitado a la tecnología rusa y a la industria local. De acuerdo con el Departamento de Justicia de EE. UU, este junio un tribunal de Florida condenó a una mujer china por intentar adquirir y enviar motores de aviones combatientes y drones a China.
En abril, las autoridades de Estados Unidos revelaron que el expatriado chino Fuyi Sun fue arrestado al intentar comprar fibra de carbono avanzada, un material de aplicación en el espacio aéreo y la industria nuclear, y enviarlo a las fuerzas armadas chinas.
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