Poco después de ser nombrado oficialmente cabecilla de China, Xi Jinping inició una campaña para librar al Partido Comunista de China de actividades ilícitas. Oficialmente, el objetivo era acabar con la desenfrenada corrupción y reforzar las credenciales de jefatura del Partido; extraoficialmente, Xi trató de desalojar a una poderosa red política controlada por su predecesor Jiang Zemin. De cualquier manera, la campaña contra la corrupción, que ha purgado a miles de funcionarios de alto y bajo rango, se ha tendido como una espada de Damocles sobre el mandato del Partido de ser líder legítimo de China.
Sin embargo, recientemente, el Partido decidió discutir públicamente y no censurar la discusión ciudadana sobre el tema de su legitimidad.
El 9 de septiembre, Wang Qishan, el jefe de la agencia anticorrupción del Partido y mano derecha de Xi Jinping, dijo a más de 60 ex políticos y académicos en una reunión pública en Beijing que la «legitimidad del Partido en el poder radica en la historia, su base popular y en el mandato del pueblo», según la agencia de noticias estatal Xinhua.
Las redes sociales chinas pronto se llenaron de comentarios acerca de las afirmaciones del Partido de su legitimidad política.
«Tengamos un referendo y vamos a ver el porcentaje de apoyo; esa conversación no es más que autoengaño», escribió un internauta chino de la ciudad de Chenzhou, en el sur de China, en el popular servicio de microblogging Sina Weibo. «Discutir el tema de la legitimidad después de 60 años de régimen sugiere una conciencia culpable».
Otro comentario fue más directo: «¿Cuándo votará el pueblo?»
Al día siguiente, una cuenta de WeChat administrada por El Diario del Pueblo, portavoz del Estado, publicó un análisis de las declaraciones de Wang. Explicó que con China aumentando su importancia en la escena mundial, había una necesidad de aclarar la legitimidad del partido para evitar «la tragedia de la Unión Soviética». El artículo, que también fue transmitido por muchos otros medios de comunicación estatales, en conclusión dijeron que «plantear la cuestión de la legitimidad de su mandato implica una profunda sensación de crisis».
¿Por qué ahora?
Antes el régimen comunista chino abordó abiertamente su derecho a sentarse en el trono, y no es coincidencia que siempre ocurriera después de eventos tumultuosos que sacudieron su legitimidad política.
Por ejemplo, después de la masacre de la Plaza Tiananmen el 4 de junio, el entonces cabecilla Deng Xiaoping dijo entre líneas en su discurso a los oficiales militares del Ejército Popular de Liberación de que ya no podían depender de las matanzas para ser legítimos, sino más bien en la constante reforma económica para ganar el apoyo de las masas chinas.
Los analistas dicen que la China de hoy con Xi Jinping, enfrenta problemas difíciles que una vez más ponen en cuestión la legitimidad del partido.
En primer lugar, parecía apropiado que Wang Qishan trajera a colación el tema de la legitimidad porque la jactanciosa campaña anticorrupción que dirige agitó las plumas de los veteranos del Partido, según los analistas. Revelar el alcance de la corrupción también ha dejado a los ciudadanos chinos preguntándose cómo los funcionarios del Partido hicieron tan enormes riquezas, de ahí que el mandato del Partido esté en tela de juicio.
Después, la serie de desastres —la caída de la bolsa en julio, la explosión de la bodega con productos químicos cerca de zonas residenciales en la ciudad costera de Tianjin en agosto— dejaron el pueblo chino afligido y a la sociedad china en un estado frágil.
Por último, Xi Jinping visitará al presidente Barack Obama en Estados Unidos a finales de septiembre, y es probable que se enfrente a preguntas sobre la represión masiva por parte del régimen a los abogados de derechos humanos, a la destrucción de iglesias en el este de China, y a la piratería y espionaje contra empresas estadounidenses.
Lo que el Partido realmente quiere decir con ‘legitimidad’
Xia Ming, profesor de la City University de Nueva York y experto en política de la élite china, cree que el partido «se enfrenta ahora a una crisis de legitimidad», y sus declaraciones sobre la legitimidad son retórica vacía.
En Occidente, Xia explica, la legitimidad se basa en procedimientos y elecciones abiertas con renovación periódica del mandato. A un gobierno legítimo se le permite sobrevivir en caso de una crisis, como la invasión extranjera o retos políticos y económicos.
«El argumento de Wang Qishan y los medios de comunicación chinos es este: tenemos dos fuentes de legitimidad, por lo tanto, nuestro sistema es legítimo», dijo Xia telefónicamente a un periodista de La Gran Época, en referencia a las declaraciones de Wang acerca de la historia y el apoyo del pueblo.
Pero el argumento de la productividad está siendo socavado por una desaceleración económica que, debido a profundos factores estructurales, el partido parece incapaz de detener.
Además, el régimen chino no está realmente hablando de legitimidad como se entiende comúnmente, como el derecho a gobernar a los ojos del pueblo. El término chino utilizado, «hefaxing«, «se trata más de un procedimiento legal o legalidad», por lo que «cuando el Partido Comunista Chino habla sobre hefaxing, está hablando de legalidad», explica Xia Ming. «No nos hemos metido en una discusión sobre si el régimen es legítimo o no».
Li Tianxiao, veterano comentarista político de New Tang Dynasty Television con sede en Nueva York, intentó una opinión más optimista: «Las declaraciones de Wang Qishan son en realidad un intento por moldear la opinión pública acerca de los cambios de China en el futuro», una pista sutil que quizás el partido no será siempre la única alternativa.
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