Cai Qi pasó 14 años en modestas posiciones oficiales en la provincia oriental china de Zhejiang. Finalmente, en 2013, Cai llegó a ser diputado en la provincia número dos.
Sin embargo, en los últimos cuatro años, Cai ha disfrutado de un progreso en su carrera, algo similar a un empleado de una multinacional en un mando medio que se hace director ejecutivo de la noche a la mañana, con una oferta adicional para unirse a la junta directiva.
Cai fue primero sacado de Zhejiang para ser subdirector del órgano de seguridad nacional del régimen chino en 2014. Luego fue alcalde de Beijing y terminó en el cargo superior en Beijing, secretario del Partido Comunista, en un lapso de seis meses entre 2016 y 2017.
Como jefe de Beijing, Cai, de 60 años, también parece asegurarse un puesto en el Politburó, un cuerpo de toma de decisiones de 25 miembros elite, cuando se realice el 19 Congreso Nacional, un cónclave clave del partido, cerca del final del año.
El reciente nombramiento de Cai por parte del liderazgo de Xi Jinping y más de una docena de personas para puestos de altos cargos provinciales ha sorprendido porque técnicamente no son élites, ninguno de los funcionarios recientemente promovidos está en el Comité Central, un grupo de más de 300 funcionarios ministeriales.
Xi probablemente eligió promover a Cai y a otros, que son antiguos colegas de trabajo de Xi o académicos y tecnócratas, para consolidar más plenamente su control sobre el régimen chino.
Combate político a muerte
En el papel, el secretario general Xi Jinping ya parece ser muy poderoso, siendo el líder «central» del régimen chino, el principal supervisor militar y jefe de varios grupos políticos clave.
Pero en realidad, Xi es menos influyente de lo que sus muchos títulos insinúan.
Incluso antes de asumir el cargo en 2012, Xi se vio obligado a lidiar con una poderosa facción política dirigida por el ex jefe del Partido Comunista, Jiang Zemin. La facción de Jiang ha sido dominante durante dos décadas y es responsable de perpetuar la corrupción, la cleptocracia y la persecución en China.
Las elites de la facción de Jiang habían planeado originalmente deshacerse de Xi, con un candidato en mutuo acuerdo entre Jiang y el entonces saliente líder chino Hu Jintao, en un golpe de estado, según fuentes del partido y en un informe de un funcionario del gobierno de Obama al reportero Bill Gertz de Washington Free Beacon. El propio Xi Jinping pareció aludir al intento del golpe de estado en discursos oficiales en los que acusó a las deshonestas elites de Jiang de formar «camarillas y conspiradores» para «arruinar y dividir» al Partido.
Durante los últimos cinco años, Xi ha tratado de cambiar el equilibrio de poder a través de una campaña en contra de la corrupción, lo que llevó a la caída de muchos aliados y partidarios de Jiang en varios órganos del gobierno y el ejército. Más de un millón de funcionarios han sido investigados por corrupción desde 2013, de los cuales más de 200 son elites del partido, según los medios estatales chinos.
Los funcionarios, posiblemente descontentos por ser incapaces de hacer fortuna fácil a través de la corrupción, recientemente han estado resistiendo pasivamente el liderato de Xi al negarse o cumplir pobremente las órdenes dictadas por la central del Partido, según los estudiosos chinos o indirectas alusiones en informes de la agencia anti-corrupción.
El resultado del «duelo a muerte» entre el liderazgo de Xi y la facción de Jiang es el estancamiento en el régimen chino. En los últimos cinco años, Xi no ha podido impulsar reformas sustanciales económicas, jurídicas o de seguridad.
Reestructurando las provincias
A la luz de la situación política actual en el régimen chino, la reciente promoción por parte del liderazgo de Xi Jinping del jefe de Beijing Cai Qi y de otros funcionarios a altos cargos provinciales a pesar de no ser de la élite parece nacer de una necesidad urgente en lugar de un intento deliberado para romper con la convención del régimen.
Si Xi promoviera a funcionarios de entre el actual grupo de miembros del Comité Central, o dentro de importantes administraciones de nivel provincial como Beijing, Chongqing o Xinjiang, corre el riesgo de afianzarse en el «profundo estado» chino que abarca a funcionarios cuyo patrocinio político pueden estar vinculados a la facción de Jiang Zemin.
Xi probablemente no quiera pasar otros cinco años siendo incapaz de impulsar adecuadamente sus políticas. Ubicando al número uno y a dos cargos en provincias clave con funcionarios leales o académicos capaces y tecnócratas sin alineamientos políticos es una manera de romper el impase.
Los esfuerzos de Xi en la reorganización política se aprecian mejor en Beijing.
El jefe del partido en Beijing, Cai Qi, trabajó con Xi en las provincias meridionales de Fujian y Zhejiang. El nuevo alcalde interino, Chen Jining, fue presidente de la prestigiosa Universidad de Tsinghua hasta 2015 antes de servir como Ministro de Protección Ambiental. Los dos nuevos miembros del comité municipal del partido en Beijing, el jefe del órgano consultivo político y el jefe de la legislatura fueron traídos desde fuera de Beijing.
Xi ha replicado o parece estar en el proceso de efectuar nombramientos políticos similares en las otras administraciones claves a nivel provincial, como Tianjin, Chongqing, Guangdong, Xinjiang y Shanghái, la cual durante mucho tiempo ha sido la base de operaciones de Jiang Zemin.
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