Tratándose de una organización política creada para perpetuar la revolución, el Partido Comunista Chino irónicamente le teme demasiado. Sin embargo, la revolución ya esta sucediendo en China, y el próximo paso está por darse.
Una de las principales contradicciones actuales del régimen es la diferencia entre sus ideologías originales y los hechos sobre el terreno. En las escuelas, los niños chinos deben aprender sobre el marxismo (o al menos la versión del Partido), las ideologías de Mao Zedong, las teorías de Deng Xiaoping, y sobre otros líderes.
De hecho, los rícos y poderosos en China tienen mucho interés en defender las banderas de Marx y Mao, ya que se trata de algo así como un seguro político hacia el Partido y contrafuertes de su legalidad.
Pero para los pobres, alrededor del 60 por ciento de la población china, unos 1.4 mil millones de personas, las enseñanzas teóricas del partido ofrecen escaso alivio. Y la brecha entre estos y los ricos no hace más que crecer a medida que los multimillonarios continúan con su saqueo desenfrenado de los bienes públicos y ciudadanos, impidiendo a los pobres ascender por la escalera social, estructura que no ha cambiado desde hace casi 20 años.
Según la teoría marxista ortodoxa, el Partido Comunista Chino se degeneró en una elite burguesa predadora, lo que sería la verdadera causa de la revolución comunista. Las personas en la cúspide de la sociedad, ahora cuentan con la legitimidad de disponer como quieran del Partido, que se convirtió en la peor tiranía de la historia.
Mientras que la doctrina ideológica del régimen chino sirva actualmente como una espada de doble filo, el Partido central nunca la dejará de lado. El ex líder supremo Deng Xiaoping se abrió a la reforma económica y otras reformas en sus días, pero nunca rechazó al Marxismo y la ideología de Mao Zedong.
Se busca líder revolucionario
El pueblo chino busca una revolución, pero no al estilo Marxista. Desistieron de las armas teóricas de Marx y abrazaron los valores democráticos universales en su lugar.
Algunos quieren una revolución democrática total, con la libertad de expresión, asociación y congregación instauradas inmediatamente. Otros esperan derrocar al Partido Comunista, permitiendo así el acceso equitativo a las riquezas, pero conservando la constitución del Partido en nombre del mantenimiento de la “estabilidad social”. Los de este último grupo podrían hacer sus demandas bajo la bandera de “revolución democrática”, pero probablemente permanezcan conectados al régimen.
Pero a pesar de la proliferación de teorías y masas potencialmente revolucionarias (solo hace falta revisar Twitter o Weibo para darse cuenta del sentimiento revolucionario) sigue faltando una organización o un líder que guíe la revolución. Esta es la razón de por qué el Partido, consultando toda su historia fundacional, es casi patológicamente sensible a las organizaciones.
“Espiar, silenciar, arrestar”, esta es la estrategia del Partido para restringir a toda organización en China. Con este fin, pueden encontrarse informantes en club de libros, asociaciones sin fines de lucro y colegios; organizaciones civiles y organizaciones no gubernamentales asistidas por gobiernos extranjeros como la Iniciativa de Constitución Abierta y la Biblioteca Rural China son cerradas; y activistas que son ligeramente populares, como Xu Zhiyong, Wu Gan y otros, resultan detenidos y cuentan con muy pocas libertades tras su liberación.
Genio fuera de la lámpara
Sin embargo, a pesar de toda su estricta censura, el Partido falló en prevenir que un líder político comenzara a potenciar a las masas revolucionarias.
El ex funcionario del partido Bo Xilai, fue una figura popular en todo el espectro social mientras dirigió Chongqing desde 2007 hasta 2012. Bo promulgó ideas de izquierda inspiradas en Mao y llevó adelante una campaña al estilo de la Revolución Cultural “cantando canciones rojas y aplastando a las bandas negras”, reviviendo temporalmente un retraso espiritual comunista entre los residentes de Chongqing. Muchos miembros del Partido y personas comunes cayeron dentro de su retórica y creyeron que sería un líder que protegería sus intereses.
Debido a que el Partido Comunista no soporta la competencia, el líder chino Xi Jinping expulsó a Bo por “comportamiento desorganizado” y corrupción cuando su popularidad todavía se encontraba en estado embrionario.
Pero Xi, solo cerró temporalmente la lámpara del genio. Las masas revolucionarias ya tuvieron el gusto de seguir a un líder popular carismático, hecho que puede volver a ocurrir en cualquier momento.
Dinatía Qing tardía
Desde que el Premio Nobel de la paz fuera entregado al disidente chino Liu Xiaobo en 2010, el Partido cerró por completo la puerta a la reforma, y Beijing se volvió especialmente sensible ante cualquier atisbo de “revolución”.
La edición del 14 de junio de este año de The People’s Daily, contó con cinco artículos destacando el profundo daño causado por las “revoluciones de color” (protestas que resultaron en el derrocamiento de gobiernos opresivos) y que el sistema democrático no puede ser injertado a la fuerza en China. Los artículos decían que China debe permanecer atenta a la infiltración y dispersión de una “revolución de color”; las “hostiles” fuerzas occidentales nunca renunciaron a socavar y derrocar al Partido Comunista Chino; y China debe erradicar su “supersticiosa” fe en la occidentalización e instituciones occidentales.
Las autoridades chinas están manteniendo la estrategia de gastar dinero para comprar y promover la “estabilidad social”, pero esto no funciona si la economía china va en bajada y el desempleo empieza a convertirse en un grave tema social. De hecho, la palabra “revolución” está empezando a dejarse ver en la internet china cada vez con mayor frecuencia.
Uno de los pies de la revolución ya dio el paso. El otro pie todavía no lo ha hecho, solo está siendo demorado por la vigilancia del Partido, que monitorea intensamente a los disidentes.
El Partido Comunista Chino debería renunciar a fin de preservar su propia seguridad y por si piensa en los intereses futuros de la nación. De otra forma, enfrentará dos revoluciones potenciales: una revolución de color liderada por las clases medias y los intelectuales, o una violenta agitación proletaria en manos de las clases bajas.
¿Tiene China aún la oportunidad de mejorar? Probablemente no. La situación presente podría evolucionar rápidamente, dándose algo parecido a lo que ocurrió en los años finales de la Dinastía Qing, cuando la revolución destituyó al mandato imperial.
Antes del siguiente paso
Los regímenes colapsan cuando hay golpes de estado, crisis financieras, graves disputas entre el pueblo y sus funcionarios, violencia frecuente, resistencias letales o invasiones extranjeras. A veces, todos estos factores ocurren al mismo tiempo.
Probablemente el principal factor revolucionario que enfrente China en estos momentos es la crisis financiera. El régimen chino introdujo varias políticas financieras para elevar el mercado de valores, pero aún está por verse si van a funcionar o no. El estado de la economía internacional es extremadamente difícil de predecir, sin embargo, podría ejercer una gran influencia sobre China.
Mientras tanto, el otro pie está descendiendo, lentamente pero con seguridad. La sociedad china está continuamente deteriorándose a medida que el estado derrocha los recursos sociales, incentiva el odio y degrada los valores éticos. Con el tiempo, las masas revolucionarias crecerán en número, aguardando el momento oportuno para emerger.
¿A quién debería responsabilizarse por esta situación? Al Partido Comunista Chino, por supuesto. El orden social humano normal se revirtió cuando el Partido primeramente eliminó a las clases sociales propietarias, y convirtió la propiedad privada en propiedad pública. Utilizando los recursos nacionales para promover la propiedad pública, los funcionarios y las familias “rojas” no tardaron en convertirse en millonarios y multimillonarios, mientras que en China crecía la clase más grande del mundo viviendo en la cúspide de la pobreza.
La historia del Partido es una historia de esclavizar y engañar a las masas, así como también la de suprimir y eliminar a las voces de la disidencia. El Partido no quiere que nadie utilice la revolución violenta para destronarlo, a pesar de que su propia ideología sea un caldo de cultivo para la misma. Aún así, independientemente de sus deseos, la revolución china ya comenzó.
He Qinglian es una prominente escritora y economista china. Actualmente asentada en Estados Unidos, es autora de “Trampas de China”, que trata de la corrupción dentro de la reforma económica china de 1990, y de “La bruma de la censura: el control de los medios en China”, que habla de la manipulación y control que hay sobre la prensa. Generalmente escribe sobre temas contemporáneos de la sociedad y economía china.
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