Se espera que Xi Jinping visite los Estados Unidos esta semana, la cual será su primer visita oficial a este país en su rol de mandatario de China.
Mientras que las preocupaciones estratégicas sobre ciberseguridad y las tensiones en el Mar del Sur y del Este de China inevitablemente ensombrecerán los desafíos en materia de derechos humanos, el presidente estadounidense Barack Obama y el Secretario de Estado John Kerry deberían, no obstante, aprovechar la oportunidad para poner sobre la mesa la cuestión de los DD.HH.
Bajo la Administración de Xi, China ha experimentado una intensificación en los procesos extrajudiciales, una persecución creciente de minorías religiosas, y la supresión contínua de las libertades fundamentales de las personas.
Al menos 220 abogados de derechos humanos han sido arrestados, miembros de la minoría uighur han sido detenidos en razón de dudosas conexiones con ISIS, y más de 15 mil personas han sido encarceladas por, supuestamente, poner en riesgo la seguridad del Internet -todo esto, solo en 2015.
Los desafíos de China en materia de derechos humanos encuentran su origen en la estructura de la sociedad china y del régimen ejecutado por el comunismo local. La sociedad china ha asignado históricamente un mayor valor a lo colectivo, en contraposición con lo individual. El Partido Comunista Chino ha reforzado esta aproximación, como se ha hecho manifiesto en la defensa de su propio registro de derechos humanos. Antes que lidiar con preocupaciones tradicionales sobre derechos humanos, como ser relativos a la libertad religiosa o los derechos de propiedad, el Partido Comunista Chino enfatiza el progreso en el alivio de la pobreza, o en mejoras en lo que hace a paz y prosperidad.
Sin lugar a dudas, China ha logrado rescatar a porciones significativas de su población, sacándolas de la pobreza (sobre su población total de 1.3 mil millones) -y ello remite a un logro notable. China incluso ha incrementado los índices de alfabetismo de un 65% en 1982 a un 96 por ciento en 2015. Pero los avances en derechos colectivos han sobrevenido con el precio inexcusable de la violación de derechos naturales de alcance individual.
Los derechos naturales son inherentes a todas las personas. No son creados por los gobiernos, pero sí garantizados por ellos. Dado que los gobiernos no son los creadores de tales derechos, menos pueden quitarlos. Y los derechos naturales, fundamentales e integrales para cada individuo no pueden ser sacrificados en aras del bien colectivo.
Si China desea convertirse en una nación de respeto, sus obligaciones son sencillas de comprender. El rol primario del gobierno es garantizar que cada individuo tenga la capacidad de ejercitar sus derechos naturales. Hasta el momento, China ha fracasado en esta empresa.
Un historial de abusos
China registra una extendida historia en violaciones de derechos. Durante el Gran Salto Hacia Adelante (1957-1960), Mao Zedong institucionalizó políticas de colectivización en la agricultura y de redistribución de la riqueza, que condujeron a una severa hambruna. La misma resultó en la muerte de entre 20 y 43 millones de personas.
Estudios recientes -elaborados por la Fundación Heritage (Washington, D.C.) hallaron que la política de un solo hijo evitó el nacimiento de al menos 346 millones de personas -muchas de ellas registradas a partir de abortos forzosos bajo los intentos draconianos del Partido Comunista Chino de limitar la población. Los abusos del gobierno chino, sin embargo, no se limitan al pasado. Mientras que China ha clausurado -según se dice- sus campos de educación forzosos en 2013, Amnistía Internacional aún evalúa que al menos 500 mil personas continúan bajo detención punitiva, sin enfrentar cargos ni un tribunal.
El Departamento de Estado, una vez más, listó a China como nación que amerita particular preocupación, designación que le cabe desde 1999, dada su contínua -y sin precedentes- persecución contra minorías religiosas que incluyen a uighures, musulmanes, cristianos (incluyendo católicos), budistas tibetanos y practicantes de Falun Gong. Y China es criticada repetidas veces en el Informe sobre Derechos Humanos, publicado anualmente por el Departamento de Estado -dadas las prácticas de Pekín que remiten a la privación arbitraria e ilegal de la vida.
Por qué llega Xi a Estados Unidos
En medio de los recientes desperfectos económicos que padece China, Xi aspira a que su visita a los Estados Unidos sirva para incrementar su credibilidad y legitimidad como autoridad competente de la República Popular. Si la legitimidad de Xi es el objetivo, entonces, los derechos humanos deberían estar entre sus principales preocupaciones. Después de todo, la verdadera legitimidad de un gobierno emana de su capacidad para proteger y promocionar los derechos de sus ciudadanos.
La visita de Xi a los Estados Unidos es incuestionablemente importante, pero es poco probable que derive en cambio significativo alguno en lo que hace a políticas. Con la excepción de un acuerdo potencial en materia de ciberseguridad, no se conocen de otros grandes temas de agenda. La visita oficial, por lo tanto, proporciona una oportunidad inmejorable para plantear las prioridades de EE.UU. en perspectiva, incluyendo a los derechos humanos entre ellas, como un objetivo estratégico de política pública.
Entre otros puntos a tratar, Estados Unidos debería presionar a China para que se proceda a la liberación de los 22 abogados de derechos humanos aún detenidos en China. Estados Unidos debería incluso continuar presionando a Pekín en su promesa de eliminar, de una vez por todas, el sistema de reeducación a través del sistema de campos de trabajos forzados (China afirma haberlo eliminado en 2013, pero continúa operando instalaciones similares, bajo el disfraz de centros de detención por drogas).
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