«Todo lo que somos es el resultado de lo que hemos pensado. La mente lo es todo; nos convertimos en lo que pensamos». Atribuido a Sidarta Gautama, el Buda.
«Cada vez que aprendemos y tenemos experiencias nuevas, cientos de miles de neuronas se reorganizan». El Doctor Joe Dispenza, reconocido a nivel internacional por su innovadora teoría acerca de la relación mente-materia, comenta las extraordinarias propiedades que el cerebro ha revelado a los científicos en la última década.
«La ciencia empieza a entender que, además de permitir que el entorno modele nuestro cerebro, podemos crear conexiones sinápticas en el mismo, sólo con enfocar nuestra atención en un pensamiento».
Con cada nueva experiencia, una conexión sináptica se establece en nuestro cerebro; con cada sensación, visión o sentimiento nunca antes explorado, una nueva relación entre dos de las más de 100 mil millones de células cerebrales se establece de forma inevitable. Si la experiencia se repite en un lapso de tiempo relativamente corto, dicha conexión se fortalece; si no lo hace en un largo período de tiempo, la conexión se debilita o se pierde.
La plasticidad cerebral, o capacidad de nuestro cerebro para cambiar su forma física, constituye una de las propiedades más asombrosas en el campo de la neurobiología. Sin embargo, la influencia de cada experiencia corporal sobre nuestro órgano pensante (frío, miedo, sueño, felicidad) es un campo en el que muchos científicos del pensamiento adivinan pueda subyacer una relación inversa.
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Si una brisa fresca es capaz de erizar todos los bellos de un antebrazo ¿es capaz la mente humana de crear la misma sensación con idénticos resultados? Según el Dr. Dispenza, el cerebro no sólo puede recrear físicamente todos los estados que naturalmente percibe del ambiente, sino que es capaz de alterar el entorno social entero con el suficiente entrenamiento y la merecida intención. «Mente y materia no están separadas. Los humanos pues, podemos usar la mente subjetiva para influir en el mundo objetivo» , alega el autor de «Desarrolla tu cerebro: la ciencia de cambiar tu mente».
Dispenza sostiene que el cerebro es incapaz de diferenciar entre una sensación física real de una sensación provocada mentalmente. De tal modo y con el suficiente enfoque, nuestra materia gris podría verse engañada con el objetivo de revertir estados físicos negativos.
«Una vez tomé a dos personas» ejemplifica el bioquímico. «Una estiraba con un dedo un cordel durante una hora al día, durante cinco días a la semana, durante cuatro semanas. Su dedo ganó un 30% más de fuerza. La segunda persona hizo lo mismo… pero sólo mentalmente. ¡Y su dedo ganó un 22% más de fuerza!»
Los científicos actualmente estudian cuán profundo puede tornarse el juego en el que la mente domina a la materia. Desde el efecto placebo (en el cual la persona se siente mejor después de tomar un medicamento falso) hasta los practicantes de Tummo, quienes sudan mientras meditan a temperaturas bajo cero, la influencia de una porción «espiritual» del ser humano sobre una porción innegablemente física del mismo, desafía a las concepciones tradicionales acerca del pensamiento, donde la materia se regía por leyes físicas y la mente se remitía a un mero producto de interacciones químicas neuronales.
El Dr. Dispenza argumenta que sus investigaciones provienen de un campo tan estudiado como la física cuántica, y que su propia experiencia de remisión espontánea de una enfermedad constituye un punto de partida para el estudio de la influencia mental.
Dispenza, tras un accidente automovilístico en el que los doctores solo veían como salida un procedimiento quirúrgico, decidió desafiar a la ciencia y cambiar su estado de discapacidad con el entrenamiento mental diario. «Decidí que no me operaría y que usaría mi mente para que mi cuerpo mejorase. Y funcionó. Decidí dedicar mi vida a estudiar la conexión entre cuerpo y mente para lograr cambios».
El «Dr. de la mente» ha logrado registrar decenas de casos de remisión espontánea de enfermedades, en los cuales el paciente, generalmente afectado de patologías serias, lograba darse cuenta de que la dolencia era solo un producto de una mentalidad negativa, revirtiéndola completamente después de un poco de entrenamiento.
Tales argumentos, acompañados de evidencias como el «efecto placebo» y el asombroso dominio corporal de algunos monjes budistas, dejarían sin fundamento a cualquier defensor de “la mente como producto de la materia».
Otro de los frutos de las investigaciones del Dr. Dispenza, es la inconciente adicción que los mortales desarrollan por sentimientos diversos, negativos o positivos. Según Dispenza, los sentimientos condenan a una persona a la repetición de comportamientos, desarrollando una «adicción» a la combinación de sustancias químicas específicas para cada sentimiento que «inunda” el cerebro con cierta frecuencia.
De tal modo, podría decirse que una persona temerosa es «adicta» al sentimiento de temor. Su cerebro es capaz de liberar cada vez más fácilmente una combinación química propia del temor ante determinadas circunstancias y los receptores para tales sustancias también serían producidos en mayor número. Del mismo modo se aplicaría la relación a la depresión, la ira, la exultación y demás pasiones.
No obstante, Dispenza parece ganar tantos adeptos como detractores a la hora de demostrar que los pensamientos pueden modificar un campo espacial más allá del propio organismo.
Generalmente asociado a un género de pseudo-ciencia, el estudioso alega que si la teoría de «crear nuestra propia realidad» no suena científica, las partículas elementales tampoco deberían de serlo. «(las partículas) se comportan contrariando las leyes de la física mecánica. Para empezar: donde todo parece sólido, ¿qué hay? ¡Abismos de vacío! en el átomo, entre los electrones y el núcleo, hay inmensidades de vacío; y entre los protones y neutrones del núcleo del átomo, hay más inmensidades de vacío… O sea, los ladrillos de la materia… están vacíos. ¡La materia es mero vacío!»
Sin embargo, habilidades como la telequinesia (capacidad de mover objetos con la mente) parecen encontrarse aún más cerca de la aceptación científica que la capacidad de producir o afectar grandes hechos sociales que escapan a nuestra dimensión. A pesar de todo, el Dr. Dispenza, asegura que hemos estado afectando nuestra realidad durante siglos sin darnos cuenta. Cuando le preguntan como puede ser eso posible, simplemente responde «al rezar».
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