Cuando los ingleses llegaron a Sri-Lanka acuñaron el término serendipity, cuyo significado es algo así como “la suerte de encontrar algo interesante y valioso por casualidad”. Esto no sólo le ocurrió a mi colega Aldana Chiodi, sino también a mí mismo cuando descubrí Sri-Lanka, la antigua Ceylán. Donde quiera que yo viaje, me hago invariablemente la misma pregunta: ¿Por qué elijo este país y no otro? La respuesta más probable es de tipo inconsciente: todo viajero va en busca de sus serendipities.
El escaso turismo que aún recibe este bello país tiene una explicación. Hasta el año 2009 Sri-Lanka estuvo sumido en una desgarradora guerra civil contra los terroristas tamiles. Pero, actualmente, la situación política y social es de absoluta tranquilidad. Aún así, en el aeropuerto de Colombo, su capital, tienes que pasar por tres rigurosos controles policiales. Tan pacífico es que, por poner un ejemplo –no tan baladí como pudiera parecer–, Sri-Lanka es uno de los poquísimos países del planeta donde el fútbol pasa absolutamente desapercibido. No se practica ni interesa a nadie. Esto les libra de otras batallas: las que a menudo suceden entre los fanáticos seguidores del fútbol, además de otras ventajas: ¿Te imaginas descansar durante toda tu visita a la vieja Ceylán, de los vociferantes comentaristas deportivos de radio y televisión que machacan tus tímpanos incesantemente? Allí todo el deporte gravita en torno al cricket, ¡pese a que un partido puede durar horas!
¿Budismo turístico?
Recién llegado a la villa de Habarana para alojarme en el lujoso hotel Cinnamon Lodge (otras veces, lo hago en humildes guest houses, pero lo cito por la anécdota que relato a continuación), un resort con amplios bungalows y exquisita cocina, se produjo un curioso hecho: un bullicioso grupo de veintitantos jóvenes monjes budistas procedentes de China irrumpió el primer día en el restaurante. No para recabar óbolos, sino para participar de una copiosa cena, ya que se hospedaban en el mismo lujoso hotel como tantos otros turistas. El motivo de su viaje era asistir a un festejo anual en honor de Buda. El comentario que hizo al respecto el perplejo periodista Mario Hernández con quién compartía el viaje es harto comprensible: “Si la cualidad más notoria de estos monjes es el voto de pobreza ¿por qué se alojan en este lujoso hotel y participan de un opíparo bufé?”
Una roca emblemática
Como casi todos los países del continente asiático, Sri-Lanka tiene sus mitos. Uno de ellos es el de que Adán, el primer hombre de la historia, dejó su huella en una famosa roca sagrada de la isla: la “Montaña del León”. Ubicada en Sigiriya, alberga, aparte de cultivos y jardines, algunas de las pinturas budistas más antiguas y valiosas del mundo. Sus frescos de misteriosas mujeres de pechos desnudos son uno de los grandes atractivos del país. En esta icónica e inmensa roca el príncipe Kassapa, tras asesinar a su padre en el año 495, construyó también una fortaleza para defenderse de las iras de su hermanastro.
Pero para admirar la Montaña del León hay que madrugar para evitar el calor y tomar antes un copioso desayuno: tiene 185 m.de altura y hay que escalar más de mil doscientos escalones. Algunos viajeros no se atreven a realizar esta ascensión. No así muchas mujeres que, en los últimos tramos de la inmensa escalinata, cuando sus fuerzas flaquean, cuentan con la tradicional ayuda de los guías que colocan sus manos en las nalgas femeninas para empujarlas y culminar el ascenso. Un gesto no apto para maridos celosos…
Paraíso del té y de las especias
Sri-Lanka sorprende por su riqueza arqueológica. Polonnaruwa es el mejor ejemplo. Pero también por su exuberante naturaleza. Gran parte de la isla es pura jungla. Por donde quiera que vayas, te encuentras rodeado de verdor. Especialmente, cuando recorres sus paisajes en un legendario ferrocarril a fuel oil hasta las montañas de Nanu Oya para contemplar las panorámicas de las inmensas plantaciones de té. Éstas forman una extensa alfombra verde que invita a zambullirse en ella. Mujeres elegidas por su corta estatura, con sus coloristas saris, seleccionan hábilmente entre el espeso ramaje las hojas de té depositándolas en sus inmensas cestas. El té, como es sabido, es de vital importancia para la economía del país, que, al igual que sus preciadas especias, se exportan por su alta calidad a todo el mundo. Sus aromas invaden tus sentidos.
En este sentido, es curioso visitar una factoría y observar el complejo proceso que lleva elaborar el té hasta poder saborearlo .Las empleadas te solicitan que las fotografíes, a lo que uno accede gentilmente. La sorpresa viene después, cuando escuchas de sus labios exigentes peticiones: “¡Money, Money!”. De lo que se infiere el escaso salario que perciben por tan ingrato trabajo. Una de ellas, me susurró sotto voce: “¡La esclavitud aún no se ha abolido aquí!” El negocio del té en Sri-Lanka fue impulsado por los británicos en el siglo XIX y el escocés Thomas Lipton –¿os suena este nombre?– tuvo la feliz ocurrencia de embolsar las hojas molidas. El punto culminante de de estas Rutas del Té es Kandy que tiene una de las plantaciones más vistosas y visitadas.
La ciudad más turística
Kandy, la ciudad con más tirón turístico del país. Conserva el sabor colonial británico que con tanta exquisitez describió Somerset Maugham en sus novelas. También es considerada el centro espiritual de la isla. Durante siglos, los alrededores de esta ciudad sagrada estuvieron ocupados por monjes meditadores sin contacto alguno con el resto de la población. Su famoso Templo Budista alberga la reliquia de un diente de Buda. Según la leyenda, alguien rescató este diente de su misma pira funeraria en la India y, escondido en los cabellos de una princesa, llegó a Sri-Lanka.
En pleno centro de la ciudad hay un hermoso lago artificial por cuyas veredas es muy agradable pasear. Los nativos miran con curiosidad a los extranjeros quienes pueden dirigirse a ellos con Ayubowan, un saludo que significa “Hola y adiós”. Pero, seguramente, uno de los mayores atractivos de Kandy es el espectacular Jardín Botánico Peradeniya. Posee una original colección de orquídeas, palmeras reales, un jardín de especias, y, entre otras muchas plantas, una higuera gigante de Java que cubre una superficie de 2.500 m2. ¡Visitarlo te ahorra un masaje anti-estrés!
Orfanato de Elefantes Pinnewala
Sri-Lanka es una experiencia distinta a otras que uno pueda tener en países de su entorno. Es difícil hacer todo lo que desearías en una o dos semanas. De ahí que haya que elegir entre unas rutas u otras. Pero una de las experiencias más entrañables que casi nadie se pierde es la visita al Orfanato de los Elefantes, donde pequeños paquidermos abandonados por sus madres son amamantados por otras sin ningún problema o con un simple biberón. Allí se encuentra la mayor manada de elefantes en cautiverio del mundo. El elefante es el animal totémico del país. Ha sido usado para los trabajos más pesados y crueles. Hasta el punto de haberlo dedicado también antiguamente para pisotear a los prisioneros hasta su muerte. Y, para más emoción, ya se puede visitar Jaffna, la capital de los tamiles, sin necesidad de un permiso especial. Tras muchos años de guerra y asedio está renaciendo su particular idiosincrasia cultural.
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