NUEVA YORK.- Cuando Terry Branstad conoció a Xi Jinping en 1985, Branstad era gobernador de Iowa y Xi era un funcionario agrícola en el norte de China. Durante dos semanas, Xi se quedó con la familia en la ciudad de Muscatine, una experiencia que recordó con cariño cuando visitó Iowa y al gobernador Branstad en 2012 como vicepresidente del régimen chino.
Xi, ahora líder de China, pronto recibirá a Branstad en Beijing.
El presidente electo Donald Trump eligió a Branstad, de 70 años, para el cargo de embajador de Estados Unidos en China. El nombramiento de Branstad, un gobernador de seis periodos quien ha mantenido una cordial relación de 30 años con Xi, podría ser fundamental para las administraciones de Trump y Xi en los próximos meses.
Branstad y su esposa Chris conocieron a Trump y a sus principales asesores en el Trump Tower en Nueva York en la tarde del 6 de diciembre.
«Estoy realmente entusiasmado con la calidad de gente que está atrayendo al Gabinete», dijo Branstad a los periodistas después de una hora en la oficina de Trump. «Estoy muy orgulloso de haber apoyado a Donald Trump como presidente».
El portavoz del ministerio chino de Relaciones Exteriores, Lu Kang, dio la bienvenida a Branstad, dijo que va a jugar «un papel muy importante en el avance de las relaciones entre China y Estados Unidos «, esta fue su opinión cuando se le preguntó sobre la probable cita del gobernador de Iowa en una conferencia de prensa el 7 de diciembre.
Branstad es un «viejo amigo del pueblo chino», dijo Lu. El sentimiento podría ser mutuo: Branstad ha dirigido cuatro misiones comerciales a China en los últimos seis años y mantiene buenas relaciones con Xi, a quien llamó un «amigo de mucho tiempo» cuando Xi visitó Iowa en febrero de 2012.
Branstad también es amigo de Trump. Trabajó muy activamente en su campaña en las elecciones generales, y su hijo, Eric Branstad, manejó la campaña en el estado de Iowa. Trump ganó en el estado con el 51 por ciento de los votos, contra el 42 por ciento de Hillary Clinton.
La elección de Branstad por parte de Trump para la posición diplomática más importante en China sugiere que el presidente electo está dispuesto a mantener abiertos los canales de negociación con Beijing, en lugar de adoptar una actitud totalmente confrontativa como se podría interpretar por sus publicaciones en los de medios sociales, Y por aceptar una llamada telefónica de la presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen.
Trump acusó al régimen chino de manipulación de divisas a través de Twitter y declaró en un artículo de política que tiene «tolerancia cero» hacia el robo cibernético con los secretos comerciales de Estados Unidos por parte del régimen chino. Durante las elecciones, Trump dijo que planea imponer aranceles a los productos chinos que llegan a Estados Unidos. La reciente llamada de felicitación de Tsai hacia Trump fue un asunto delicado porque Washington rompió sus relaciones diplomáticas con Taiwán y en cambio reconoció a la República Popular de China en 1979.
Branstad también podría ayudar a la administración de Trump a negociar los lazos comerciales bilaterales con China, ya que es una materia con la que está familiarizado. En 2015, Iowa exportó US $ 2.300 millones en bienes a China, según el Consejo Empresarial Estados Unidos.
Más importante aún, Branstad, siendo el «viejo amigo» de Xi, probablemente ganará la confianza del líder chino y ayudará al gobierno de Trump a comprender mejor las importantes dinámicas políticas en China.
Un momento de cambio
El nombramiento de Branstad llega en un momento de un posible cambio significativo en China.
Desde que asumió el poder en 2012, Xi ha estado presionando una transición política en el régimen chino. Durante 13 años (1989-2002), Jiang Zemin fue el líder del Partido Comunista Chino, y luego durante otros 10 años fue el gobernante de facto de China. Jiang fue capaz de influir en los asuntos cotidianos a través de sus aliados en el Comité Permanente del Politburó, el más poderoso órgano de decisión del régimen y a través de su extensa facción política.
Durante los últimos cuatro años, Xi utilizó la campaña contra la corrupción para eliminar la facción de Jiang y a sus partidarios. Muchos funcionarios chinos apoyaron a Jiang porque él hizo la vista gorda a la malversación y les prometió riqueza y altos cargos si participaban en la persecución a Falun Gong. Entre 70 y 100 millones de chinos habían tomado la práctica espiritual antes de que Jiang iniciara una campaña el 20 de julio de 1999 para erradicarla.
Xi ahora parece tener la ventaja sobre la vieja guardia de los partidarios de Jiang, debido a que Xi tomó el título de líder «central» del Partido Comunista en octubre. En otras palabras, Trump está tratando directamente con un líder chino con influencia real, no un títere de Jiang como el predecesor inmediato de Xi, Hu Jintao.
El gobierno de Trump también podría reconocer cómo Xi busca reemplazar la corrupción y la cleptocracia de Jiang.
Xi a menudo hace hincapié en la necesidad de un oficialismo disciplinado y restringido y también está haciendo más elocuente en promover las virtudes de la cultura tradicional china.
A finales de 2013, Xi abolió el sistema de campos de trabajo forzado, que mantenía a cientos de miles de practicantes de Falun Gong. Este año, la dirección de Xi hizo gestos públicos que sugieren que está considerando poner fin a la persecución de Falun Gong, uno de los peores abusos en la historia china moderna.
Los académicos chinos también han estado discutiendo recientemente la democratización de Rusia bajo Mikhail Gorbachev y están estudiando la forma en que funcionan las democracias autoritarias. Parece poco probable que Xi delegue la investigación de sistemas alternativos de gobierno si él no estuviera al menos considerando sus opciones.
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