Como dice el refrán chino, «Los de arriba tiene medidas políticas, los del fondo tienen contramedidas». Esto se refiere al extendido sabotaje político y la intransigencia que afecta al gobierno en China, y el firme control sobre el personal es la única manera de manejarlo.
Xi Jinping, líder de China, está haciendo una serie de cambios de personal en las provincias de China, mostrando que entiende este principio.
Esta sacudida organizativa puede colocar a Xi por lo menos un paso por delante de la facción política rival dirigida por el ex jefe del Partido Comunista, Jiang Zemin, quien sigue resistiendo al gobierno de Xi.
Estos cambios son cruciales en la preparación del decisivo cónclave político este otoño.
Últimos cambios
En abril, cinco provincias chinas -Gansu, Hainan, Heilongjiang, Shandong, Zhejiang- recibieron nuevos secretarios del Partido Comunista, y los gobernadores fueron reemplazados en cuatro de ellos.
Los secretarios provinciales del partido son los funcionarios más poderosos en las 31 provincias, en las ciudades provinciales y en las regiones autónomas del régimen chino; Los gobernadores son segundos. El carácter autoritario del régimen chino significa que los altos funcionarios provinciales rigen con un poder sin restricción.
Los líderes provinciales también son incorporados al Comité Central, un cuerpo de más de 300 elitistas del régimen. Los jefes de regiones como Beijing y Shanghai pueden incluso ser nombrados para el Politburó, un órgano de toma de decisiones clave de 25 miembros.
Después de los cambios de personal en abril, 16 jefes provinciales y 18 gobernadores son o bien leales a Xi o de su aliado más cercano, el jefe anticorrupción Wang Qishan, o bien tecnócratas que deben su nuevo ascenso a Xi. Cuando Xi asumió el cargo De líder del régimen chino en marzo de 2013, sólo cuatro jefes provinciales y tres gobernadores estaban en su grupo.
La situación se invierte para el rival político de Xi, Jiang.
En marzo de 2013, 25 jefes provinciales y 24 gobernadores eran aliados o partidarios de la facción de Jiang. En el mes pasado, Jiang tenía sólo 15 jefes provinciales y 13 gobernadores en su lista. Varios de ellos están programados para retirarse aproximadamente en medio año en el 19 Congreso Nacional del Partido Comunista, un cónclave clave celebrado una vez cada cinco años.
Los líderes provinciales que son miembros prominentes de la facción de Jiang podrían ser marginados antes del 19 Congreso. Han Zheng, el jefe del Partido de Shanghai, es particularmente vulnerable, a la luz de los intensos esfuerzos de lucha contra la corrupción en la ciudad costera en los últimos meses.
Shanghai es el hogar de la infame «pandilla de Shanghai» de Jiang y es la base de operaciones desde hace mucho tiempo de éste y sus familiares.
Problemas sistemáticos
Sin embargo, la ventaja personal de Xi sobre Jiang no necesariamente se traduce en un control político más completo.
Jiang fue el líder del partido de 1989 a 2002, y luego se convirtió en un poderoso operador secreto en la década siguiente durante el reinado de su sucesor, Hu Jintao. El largo período de dominio político de Jiang le permitió condicionar al oficialismo del régimen chino para responder favorablemente a la corrupción, la cleptocracia y al abuso de poder.
Xi ha tratado de detener la cultura de malversación dejada por Jiang a través de una campaña contra la corrupción. Muchos de los más de 200 altos funcionarios y más de 1 millón de cuadros de menor rango que han sido purgados por corrupción son aliados o afiliados de Jiang.
Xi se ha encontrado con ataques que amenazan la economía china y la estabilidad social.
La salida masiva de capitales de China en los últimos años puede atribuirse en parte a funcionarios chinos que trasladan sus finanzas a menudo mal obtenidas al extranjero para escapar de la investigación. Las burbujas inmobiliarias también se han desarrollado en varias ciudades y regiones debido a la corrupción y a la especulación de los funcionarios locales. Las políticas económicas no se están aplicando porque los funcionarios chinos las resisten pasivamente.
«Hay una inacción generalizada de las élites locales y los gobiernos», dijo Jin Canrong, un académico de la Universidad Renmin en Beijing, en un discurso el año pasado. «Nadie se opone, pero nadie hace nada».
Xi ha sido partidario públicamente de que el régimen chino gobierna «de acuerdo con la ley». Pero el aparato legal y de seguridad del régimen a veces sigue operando de manera represiva e ilegal lo cual era típico del zar de seguridad purgado y aliado de Jiang, Zhou Yongkang.
En 2016, cinco policías de Beijing arrestaron y golpearon a muerte a Lei Yang, un ambientalista de clase media. A pesar de que Xi abiertamente pidió una administración transparente de justicia para Lei, los agentes de policía escaparon del juicio. Muchos chinos de clase media estaban enfurecidos y preocupados por el veredicto, sobre todo porque presumían que la violencia policial se limitaba a los obreros o a grupos perseguidos.
‘Sin elección’
Xi ha respondido a los contraataques del profundo acondicionamiento de Jiang con más investigaciones sobre corrupción.
En la actualidad, al menos 19 funcionarios de élite han sido purgados de la Comisión de Asuntos Políticos y Jurídicos del régimen, la organización del Partido Comunista que supervisa las prisiones, los tribunales y el aparato de seguridad pública.
Pero la campaña contra la corrupción nunca será una solución permanente para arreglar un grupo de cuadros podridos o la profunda corrupción sistemática insertada por Jiang, según Don Tse, un experto en los temas de China en el sitio web China Decoding.
Mientras el régimen chino esté en el poder, Xi siempre se verá obligado a recurrir a las tácticas represivas del régimen para limpiar el oficialismo y mantener un firme control sobre las masas, explicó Tse.
«Xi Jinping no tiene otra opción que salir del viejo sistema», dijo. «Si Xi no se deshace del Partido Comunista Chino, entonces descenderá con éste».
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