El Partido Comunista Chino (PCCh) ha tomado estrictas precauciones en sus preparativos para celebrar su centenario. Beijing está fuertemente vigilada. Las tiendas de cuchillos están obligadas a pedir una identificación y a reportar los datos de los clientes a la policía. Los restaurantes situados en zonas restringidas se han visto obligados a cerrar sus puertas. El PCCh está arrestando a personas que van a Beijing y bloqueando toda cuenta de redes sociales que no muestre suficiente autocensura.
El PCCh puede parecer fuerte por fuera, pero en realidad está muy nervioso. A pesar de décadas de férreo control y lavado de cerebro, el pueblo chino es muy consciente de que el sistema comunista va en contra de la naturaleza humana y no durará mucho.
Desde que tomó el poder en China, el PCCh ha asesinado a unos 80 millones de chinos. A lo largo de su existencia, nunca ha dejado de realizar campañas para purgar a diferentes grupos, eligiendo cada vez un nuevo grupo como objetivo. Sus principales objetivos han sido aquellos que representaban lo mejor del pueblo chino y su cultura.
En la década de 1950, el PCCh arrebató las propiedades a los terratenientes, confiscó los negocios privados de los empresarios y mató a millones de personas a las que llamó «capitalistas». Muchas de sus víctimas eran los más cultos y los más exitosos de la sociedad china —a menudo aquellos que difundían lo mejor de la cultura china, transmitida a través de una larga historia familiar.
El pueblo chino tiene una larga tradición de lealtad a su familia y a sus cónyuges. Cuando los funcionarios del PCCh llegaban a las ciudades, se divorciaban de sus esposas y se casaban con chicas de la ciudad. Los chinos también tienen una larga historia de respeto y apoyo hacia quienes viven en templos. Pero el PCCh obligó a los monjes a casarse.
Todos los países comunistas han sufrido hambrunas. Es un resultado inevitable del sistema comunista. En China, se calcula que la Gran Hambruna de 1958 a 1962 mató a unos 40 millones de personas. En miles de casos, la gente terminó enloqueciendo y recurrió al canibalismo.
Hay una historia de este tipo que es ampliamente conocida. Un padre y sus dos hijos, un niño y una niña, eran los únicos que quedaban en su granja. Un día, el padre sacó a la hija de la casa. Cuando la niña volvió, su hermano había desaparecido. Una espuma blanca flotaba en el wok, y había un hueso arrojado junto al fuego. Varios días después, el padre añadió agua al wok y le dijo a su hija que se acercara. La niña tenía tanto miedo que se escondió tras la puerta, llorando y suplicando: “Papi, por favor no me comas. Cuidaré el jardín y mantendré el fuego para ti. Si me comes, nadie hará eso por ti”.
China tiene una historia de 5000 años de civilización. Durante la mayor parte de ese tiempo, China fue la envidia de los países vecinos. La gente era civilizada y llevaba una vida elegante. Incluso los reyes de otros países elegían quedarse e incluso morir en China. El comunismo, sin embargo, ha traído hambre, pobreza y una guerra interminable contra el pueblo chino.
Los chinos tienen la tradición de ser extremadamente respetuosos con los ancianos, mostrando respeto a sus padres, abuelos y maestros. «Un día mi maestro, mi padre para toda la vida», como dice el viejo refrán: quien me enseña durante un día es mi padre de por vida.
Sin embargo, en los años 60, durante la Revolución Cultural, los funcionarios comunistas animaron a los adolescentes a golpear a sus padres y profesores. Solo en Beijing, más de mil profesores fueron golpeados hasta la muerte por sus propios alumnos. De joven, Bo Xilai —que luego sería el alcalde de la superciudad de Chongqing, y llegaría a visitar Estados Unidos como alto funcionario— pisó fuertemente el pecho de su padre, rompiéndole varias costillas. Este tipo de acto era inaudito para los 5000 años de historia china.
El PCCh utilizó adolescentes para registrar las casas de los civiles y destruir las antigüedades, los objetos tradicionales que encontraban, así como obras de arte públicas, templos, etc. —todo lo que pudiera hacerle acordar a la gente sobre la cultura tradicional china.
Siempre se creyó que la cultura china estaba inspirada en lo divino. Pero la ideología comunista es contraria a la humanidad y a la naturaleza humana. Cualquier cosa que represente la cultura y los principios tradicionales es un obstáculo para imponer su ideología.
Después de utilizar a adolescentes para destruir objetos tradicionales y derrocar a oponentes políticos, el PCCh envió a esos mismos adolescentes a zonas rurales remotas para «educarlos». De esta forma se evitaba una posible revolución y que exigieran empleos. Estos jóvenes sufrieron muchos años de dolor y desesperanza.
El PCCh también cerró las universidades y envió a los intelectuales al campo a realizar trabajos agrícolas para su «reeducación». A muchos músicos se les arruinaron las manos con los trabajos forzados. Innumerables escritores, artistas, profesores, ingenieros, científicos, expertos destacados y miembros de la élite cultural —las personas que tradicionalmente poseen el conocimiento, las habilidades y el espíritu cultural de un país— se suicidaron.
Lo peor de todo es que cuando el PCCh llegó al poder, prohibió la religión, desechándola como «el opio del pueblo». Utiliza el ateísmo para destruir la creencia de la gente en Dios, quitándole la creencia en las normas morales.
La campaña de persecución religiosa más severa del PCCh apunta a los practicantes de Falun Gong. En términos de escala y severidad de la persecución, no tiene precedentes, ya que atenta contra 100 millones de practicantes de la disciplina espiritual, así como a sus familias y amigos. Falun Gong enseña la meditación tradicional, que ha sido una parte fundamental de la tradición china desde la antigüedad, y los principios de verdad, benevolencia y tolerancia.
Para llevar a cabo la persecución —que se aproxima a su vigésimo tercer año— el líder del PCCh, Jiang Zemin, promovió a todo aquel que apoyara esta persecución, obligando a la gente a oponerse a la verdad, benevolencia y tolerancia. Al promover a personas que se oponían a la bondad, el PCCh colocó en los puestos más altos de la sociedad china a quienes eran más capaces de cometer el mal.
La sustracción forzada de órganos a practicantes de Falun Gong —en la que se mata a personas sanas para vender sus órganos con fines lucrativos— ha sido apoyada y llevada a cabo por el ejército, la policía, los tribunales, los hospitales y el sistema penitenciario. Como resultado, todo el país está moralmente en bancarrota.
Una vez que el PCCh comenzó a ganar dinero asesinando a practicantes de Falun Gong por sus órganos, no iba a detener su negocio de matar con fines de lucro. Ha continuado esta práctica en la provincia de Xinjiang.
La destrucción de las tradiciones chinas, el daño a la moral y la persecución de las personas creyentes han sido los peores crímenes del PCCh.
El Partido ha matado a más personas en China que las que murieron en las dos guerras mundiales juntas. Además de matar, ha hecho todo lo posible por destruir el espíritu, la cultura y la dignidad del pueblo chino. Plenamente consciente de que es el enemigo del pueblo, el PCCh siempre ha estado en una crisis existencial.
Por eso, cuando los máximos dirigentes del PCCh hablan en los actos de aniversario, siempre intentan hacer un fuerte llamado y parecer que representan al pueblo chino. En realidad, el PCCh ha tomado como rehén al pueblo chino, por miedo a que se levante y lo derroque.
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