Si Fang Bin, un residente de Wuhan que dice ser periodista en la principal ciudad china afectada por el coronavirus, esperaba que la policía lo localizara, pero seguramente no pensó que sucedería tan rápido.
Durante días Fang había estado conduciendo, documentando cada paso de su recorrido en el teléfono para reportar la vida en una ciudad ahora cerrada por la cuarentena del coronavirus.
En la mañana del 1 de febrero había visitado cinco hospitales, donde registró doctores que andaban a toda prisa por los pasillos llenos y pacientes frenéticos que gemían y sollozaban. En el quinto hospital, contó ocho cadáveres de una furgoneta funeraria, todos en los cinco minutos siguientes a su llegada al hospital. Un niño enfermo gemía y jadeaba al lado de su padre que ya se había quedado sin vida. Fang subió todos estos momentos a Internet.
Alrededor de las 7 p.m. de esa noche, media docena de hombres enmascarados vestidos con trajes para materiales peligrosos visitaron su propiedad, exigiendo tomarle la temperatura.
«Has estado en lugares peligrosos. Tenemos que averiguar si estás infectado o no», dijeron a Fang.
Afirmando ser oficiales médicos de guardia, le indicaron que era un «peligro» para los demás ir a los hospitales sin la debida protección de la salud, e irrumpieron en su casa, ignorando la repetida protesta de Fang de que su temperatura era normal.
Los hombres se llevaron su portátil, un ordenador de sobremesa y un móvil. Lo siguiente que supo fue que estaba en una comisaría de policía.
La policía lo interrogó sobre los videos que había publicado. «Encendiste una bomba nuclear», dijeron en medio de un interrogatorio, según Fang.
Fang relató que también lo acusaron de tomar dinero de «fuerzas extranjeras» y amenazaron con ponerlo en cuarentena por «crear miedo».
«Solo debe haber una voz de lo contrario se creará un caos», le dijeron.
Finalmente fue liberado el 2 de febrero y recuperó su teléfono.
Fang, que se las arregló para encontrar una bicicleta y pedaleó más de tres horas hasta su casa, dio crédito a los usuarios de las redes sociales por su apoyo. Él explicó que las autoridades cambiaron su tono después de ver que sus videos se volvieron virales. En otro post del 3 de febrero, señaló que había recibido al menos miles de solicitudes de amistad en WeChat, la popular plataforma de mensajería china, añadiendo que el solo responder a los mensajes en línea le llevó horas.
«La justicia está en el corazón de la gente», dijo.
Los medios de comunicación estatales chinos habían advertido de las graves consecuencias para cualquiera que «difundiera rumores».
Citando a profesionales legales anónimos, la agencia estatal de noticias Xinhua advirtió el 26 de enero a los individuos que no «fabricaran y difundieran información falsa sobre el coronavirus» en las redes sociales o se arriesgarían a hasta siete años de cárcel.
Fang, que también vende ropa tradicional china llamada «Hanfu» en Wuhan, sostiene que la clave para contener el brote es la transparencia de la información.
El 30 de diciembre, el doctor de Wuhan Li Wenliang trató de advertir a sus colegas médicos en WeChat sobre un misterioso virus y rápidamente fue puesto bajo investigación policial junto con otros siete profesionales médicos que hicieron lo mismo. Fue un día antes que la Comisión de Salud Municipal de Wuhan celebrara una reunión de emergencia y anunciara la noticia del brote.
No obstante, la policía hizo que Li firmara una declaración en la que reconocía su mala conducta y prometía no repetir la «conducta ilegal». A Li se le diagnosticó el virus el 2 de febrero después de tratar sin saberlo a una persona infectada.
Los trabajadores de los crematorios en Wuhan han descrito largas horas de trabajo en un esfuerzo por hacer frente a la repentina oleada de cuerpos que necesitan ser cremados.
Yun, que trabaja en la Funeraria Caidian, dijo al periódico chino Epoch Times el 4 de febrero, que el 90 por ciento del personal estaba de turno las 24 horas del día.
«Realmente necesitamos más mano de obra», dijo. «Cada día, necesitamos al menos 100 bolsas para cadáveres».
Para Fang, su liberación tampoco significa estar seguro en su hogar.
El 4 de febrero, las personas que llevaban trajes de materiales peligrosos aparecieron al menos tres veces en la puerta. La primera vez a las 9 p.m., le dijeron que estaban entregando vegetales a los residentes. Alrededor de una hora más tarde, un grupo diferente llegó, identificándose como oficiales de policía y comenzaron a tomarle fotos. El jefe del grupo, que Fang reconoció como el jefe de la comisaría de Houhu, dijo que quería tomar un té. Fang no lo complació.
Fang cree que el brote en Wuhan es, al menos en parte, un «desastre provocado por el hombre». También dijo que no se rendiría a pesar de la presión.
«Mientras esté aquí, estaré haciendo videos; mientras veas mis videos, significa que estoy a salvo», dijo.
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