Liberados de los campamentos de Xinjiang pero el régimen chino los obliga a mentir sobre ellos

Por Bitter Winter
26 de febrero de 2020 8:59 PM Actualizado: 26 de febrero de 2020 8:59 PM

En el año 2019, ante la presión de la comunidad internacional, el régimen chino aceptó invitar a representantes de los medios de comunicación a la Región Autónoma Uigur de Xinjiang para que se reunieran con «estudiantes» en «escuelas de formación profesional» seleccionadas –así es como las autoridades llaman a los temidos campamentos de transformación por medio de educación donde las personas son retenidas contra su voluntad–. En los campamentos que podían ser visitados por los periodistas, las bien ensayadas farsas eran representadas bajo la atenta mirada del personal gubernamental. En los videos posteriormente publicados se ve a los uigures cantando, bailando y diciéndoles a los representantes de los medios de comunicación que pueden salir libremente de las instalaciones para visitar a sus familiares cuando lo deseen.

El 9 de diciembre, Shorat Zakir, presidente del Gobierno de Xinjiang, afirmó durante una conferencia de prensa que casi todos los «estudiantes» de Xinjiang habían sido liberados. Este parece ser uno más de los espectáculos del Partido Comunista Chino (PCCh), organizado para engañar al mundo.

La historia del esposo de una mujer de etnia hui, la cual compartió con Bitter Winter, es una prueba de que el régimen autoritario está haciendo todo lo posible para ocultar el verdadero alcance de la persecución llevada a cabo contra su pueblo. Para proteger a la mujer y a su familia, la llamaremos por el seudónimo de Ma Li.

Liberado, pero no del todo

El esposo de Ma Li fue «liberado» del campamento de manera inesperada, después de haber pasado aproximadamente dos años allí. El mismo le explicó a su esposa que había sido liberado porque varios periodistas extranjeros iban a ir a investigar la situación en el campamento y el régimen quería reducir la cantidad de detenidos. Él se encontraba entre las pocas docenas de presos liberados –una gota en el océano en comparación con la cantidad de personas que aún permanecen detenidas–.

Hombres kirguises sostienen retratos de parientes que temen que estén detenidos en «campos de reeducación» en la región china de Xinjiang, en una conferencia de prensa en Bishkek, Kirguistán, el 29 de noviembre de 2018. (Vyacheslav Oseledko/AFP/Getty Images)

Ma Li aún recuerda vívidamente el día en que su esposo recibió una llamada telefónica en la que le exigieron que se presentara inmediatamente en una oficina gubernamental. Mientras lo esperaba junto a la puerta del recinto gubernamental, Ma Li notó que más de 20 uigures estaban siendo sacados de allí. Al vivir bajo un régimen que no necesita ninguna razón para arrestar, encarcelar o incluso matar a su pueblo, Ma Li tuvo la premonición de que su esposo se encontraba en peligro inminente. Pronto fue testigo de lo acertada que era su intuición: vio a su esposo esposado siendo empujado dentro de un automóvil policial. Más tarde se enteró de que había sido enviado a un campamento de transformación por medio de educación por haber interpretado el Corán en su grupo WeChat.

Ma Li se sintió sumamente feliz cuando su esposo regresó a su hogar tras haber estado confinado durante tanto tiempo, y quiso compartir su felicidad invitando a sus familiares a una celebración. Pero él mismo le pidió cautelosamente que no publicitara la noticia y le dijo que esperara una inspección gubernamental pronto.

Entrenados para el «espectáculo»

Pocos días después de su regreso a casa, el esposo de Ma Li y otros musulmanes liberados fueron enviados a trabajar a una fábrica contra su voluntad. Solo se les permitía regresar a sus hogares si contaban con permisos especiales y eran monitoreados de cerca.

Funcionarios gubernamentales les enseñaron a los exdetenidos del campamento cómo hablar con los medios de comunicación y les dijeron que repitieran declaraciones tales como: “Puedo volver a casa todos los días, pero no me molesto en hacerlo porque vivo muy lejos de aquí. Prefiero quedarme aquí después del trabajo. Ir a casa una vez por semana es suficiente”.

Esta foto tomada el 31 de mayo de 2019 muestra a una mujer uigur (c) atravesando la entrada de un bazar en Hotan, en la región noroccidental de China, Xinjiang. – Es difícil imaginar que se repitan los disturbios de Urumqi que dejaron cerca de 200 personas muertas hace una década en el Xinjiang de hoy, una región china cuya minoría uigur está encorsetada por la vigilancia y las detenciones masivas. Un penetrante aparato de seguridad ha sometido los disturbios étnicos que han asolado la región durante mucho tiempo. (GREG BAKER/AFP/Getty Images)

Sus familiares también fueron reunidos para recibir capacitación sobre qué decir en lo relacionado con las detenciones de sus familiares. “¿Cuándo llegó tu esposo a casa?” un funcionario gubernamental le preguntó a Ma Li. Ella le dijo el día exacto, pero el funcionario le ordenó que le dijera al que le preguntara que había regresado hace seis meses, haciéndola memorizar la fecha falsa. También se le ordenó decirles a todos que su esposo había asistido a la «escuela de formación profesional» por su propia voluntad.

Cuando el funcionario le exigió a Ma Li que negara que su esposo era musulmán, la misma se dio cuenta de que ese era su límite, por lo que dejó de responder sus preguntas. Posteriormente, fue despedida por ser «demasiado lenta para ser entrevistada por periodistas».

Un empleado de una oficina comunitaria emplazada en Xinjiang le dijo a Bitter Winter que había visto muchas veces lo bien que el PCCh podía manipular a las personas. Por lo cual, para los empleados de oficinas comunitarias, los entrenamientos del tipo al que había sido sometida Ma Li se han convertido en trabajo rutinario previo a diversas inspecciones y visitas de periodistas extranjeros. «Los funcionarios a veces se hacen pasar por gente común, y cuando los visitantes quieren hablar con alguien, ellos se presentan para responder sus preguntas», afirmó el empleado de la oficina comunitaria. «Previo a las visitas de los periodistas, y para que los extraños nunca se enteren de la verdad, a los que previamente hayan expresado sus opiniones generalmente se les exige permanecer en sus hogares, controlados por personal especialmente asignado para tal fin».

Obligado a guardar silencio

Luego de que su esposo llegara a su hogar, Ma Li le formuló una gran cantidad de preguntas sobre el campamento, pero él mismo no se mostró dispuesto a hablar sobre el tema. Según una fuente familiarizada con el asunto, muchos detenidos liberados son obligados a firmar acuerdos de confidencialidad para poder mantenerlos en silencio. Si se descubre que alguien filtró información sobre los campamentos, en particular a periodistas extranjeros, la persona que lo haya hecho podría enfrentar «graves consecuencias».

Esta foto tomada el 4 de junio de 2019 muestra a escolares caminando bajo las cámaras de vigilancia en Akto, al sur de Kashgar, en la región occidental de Xinjiang en China.
(GREG BAKER/AFP/Getty Images)

El esposo de Ma Li se quejó repetidamente de que le dolían mucho la cintura y las piernas y mencionó algunos otros problemas de salud. Cuando la misma comenzó a reunir los detalles que su esposo le revelaba esporádicamente, se dio cuenta de cuán severas eran las condiciones en el campamento: las personas permanecían esposadas y encadenadas, vivían en espacios confinados y algunos reclusos incluso habían fallecido.

El esposo de Ma Li no ha sido capaz de abrirse a su esposa desde su regreso. La misma recuerda que, durante una breve visita para ver a su esposo en el campamento, la conversación que habían mantenido en presencia de cuatro guardias había sido grabada, y su esposo le había dicho que «vivía una buena vida» allí, a pesar de que, al final, se había atrevido a pedirle que lo sacara de ese lugar. Ma Li se dio cuenta de que sin importar los esfuerzos que hiciera para intentar conseguir la liberación de su esposo, no muchos funcionarios gubernamentales tenían el poder para liberarlo.

El esposo de Ma Li le dijo que se le permitió salir del campamento porque había mantenido la cabeza baja y era cauteloso. Le dijeron que había sido elegido para ser puesto en libertad porque se lo consideraba «inteligente y estaba haciendo un buen trabajo». Otros reclusos no fueron tan «afortunados».

Este artículo fue publicado originalmente en Bitter Winter, una publicación sobre libertad religiosa y derechos humanos en China.

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