Un pequeño cementerio de Washington cubierto de maleza se convirtió en el lugar de la misión de una mujer para rendir homenaje a la memoria de sus seres queridos perdidos.
La abuela Kelly Mulvaney todos los días se dirige al cementerio Grand Mound de Rochester para limpiar las lápidas por al menos tres horas. Armada con cubos, una pala, cepillos y un par de guantes, se dispone a trabajar limpiando la suciedad y el césped crecido, recortando los bordes y retirando el musgo de las piedras.
Luego coloca una pequeña bandera estadounidense en el suelo para marcar cada lápida restaurada.
Los primeros días de la pandemia, Mulvaney comenzó a llevar a sus nietos a pasear y a montar en bicicleta por el tranquilo cementerio. El Día de la Recordación, ella y su nieta, Annika, notaron que muchas lápidas tenían algo en común: estaban en un estado de abandono.
«Vi todas las lápidas militares cubiertas de moho y musgo y hongos, y pensé, no se supone que se deban ver así», dijo Mulvaney a KGW8.
Pidió permiso a los funcionarios del cementerio antes de partir. Sus familiares están enterrados en otro lugar, en Yakima, por lo que cuidar las lápidas en el Gran Montículo es «una especie de forma de poder ayudar a otras personas en la misma situación», explicó.
Hablando con The Epoch Times por correo electrónico, Mulvaney dijo que aunque ella y Annika se interesaron primero por las lápidas de los veteranos, pero también limpia muchas que no están asociadas con los militares. La diligente abuela ha limpiado casi 600 tumbas hasta la fecha.
«Tengo un par de señoras que me ayudan, Trieste Markva y Pam Hudi-Caccamo», dijo, y añadió que otros han ido y venido, y muchos simpatizantes han donado suministros.
Al eliminar años de crecimiento excesivo, Mulvaney está reforzando las conexiones entre las familias y sus seres queridos. «No se olvida a la gente», afirmó, «pero a veces las lápidas envejecen y se cubren de suciedad y la gente no puede llegar hasta aquí».
Mulvaney ha compartido el proceso en Facebook para comunicarse con las familias de los difuntos y aquellos que desean hacer un homenaje a la herencia compartida, como ella lo hace. Le pide a la gente que especifique si desean que una tumba se mantenga como está, o si desean que se atienda como una prioridad.
Le pide a la gente que especifique si desean que una tumba sea dejada en paz, o si desean que una sea atendida como prioridad.
Mientras que el trabajo de Mulvaney se puede ver claramente en la pulcra apariencia del cementerio, su trabajo en lápidas individuales también significa mucho para aquellos cuyos seres queridos descansan en Grand Mound.
Una de ellas es Crystal Hitchcock.
La madre de Hitchcock, Vickie McKinney, murió en un accidente de auto en 1989. «En realidad no tengo recuerdos de ella», dijo Hitchcock a NBC. «Mucha gente me dice que me parezco a ella (…) Ahora soy mayor que mi madre. Llegué a esa marca en octubre pasado».
Hitchcock lleva a sus propias hijas a visitar la tumba de su madre y calificó el gesto de Mulvaney de «increíble», añadiendo: «No puedo creer que alguien tenga la amabilidad de hacer eso (…) por alguien que ni siquiera conoce».
Mulvaney no cobra por limpiar las tumbas, pero para ella, la satisfacción está en un trabajo bien hecho. Ella quiere que la lápida de cada veterano esté limpia a tiempo para el Día de los Caídos.
«Acabo de aprender que la muerte no es algo malo», dijo a Komo News 4. «Es solo un nuevo comienzo».
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