Un abuelito de 96 años murió de COVID-19 en el caserío de Yahuincolo, en Argentina, un lugar inhóspito en la provincia de Neuquén que ni siquiera aparece en Google Maps.
El fallecido, identificado como Pedro Troncoso, era el hombre más longevo del pueblo que de acuerdo con Infobae ni siquiera tiene conexión a internet ni señal de teléfono. De hecho, el centro de salud más cercano está ubicado a varias horas caminando.
El pasado 7 de octubre, su hijo Esteban llamó al hospital de Las Coloradas para informar que su padre tenía problemas respiratorios. Diego Riquelme, el doctor que lo atendió, recordó en conversación con el medio que “para concretar esa comunicación tuvo que caminar hasta una lomita para captar la señal y poder hablar.
El médico y una enfermera acudieron al lugar con la ayuda de un chofer que conocía la zona. Luego de examinarlo y practicarle un test rápido se confirmó que Troncoso tenía COVID-19, la enfermedad causada por el virus del PCCh (Partido Comunista Chino).
El abuelito fue trasladado al Hospital Ramón Carrillo, en la provincia de San Martín de los Andes, sin ningún acompañante porque toda su familia tuvo que someterse a una cuarentena a la espera de tener noticias.
Desafortunadamente, Troncoso padecía de hipertensión, diabetes y enfermedad pulmonar obstructiva, lo que empeoró la ya dramática situación. El 21 de octubre, el abuelito falleció en el hospital ante la duda del médico de cómo el virus del PCCh llegó hasta ese lugar tan inhóspito donde las familias no tienen contacto con gente del exterior.
De acuerdo con la Universidad John Hopkins, se ha diagnosticado a más de 1.1 millones de personas en Argentina y se han contabilizado 32 mil muertes. Solo la provincia de Neuquén, en tanto, presenta una cifra cercana a 27 mil casos.
El virus del PCCh ha cobrado la vida de miles de personas alrededor del mundo desde que surgió en Wuhan a finales del año pasado. Sin embargo, algunas personas aseguran haberse recuperado al mantener su fe en Dios.
Sobreviviente de COVID-19 dice que recitar estas palabras le ayudó a recuperarse
Osnat Gad, residente de Long Island , sufrió los síntomas de COVID-19 durante más de un mes. Ella recibió la visita de algunos miembros de su familia, de Manhattan, y se fueron de excursión. Una semana después de la visita, comenzó a sentirse increíblemente enferma.
El primer síntoma extraño que notó fue perder el sentido del gusto y el olfato. Dos días después, ni siquiera podía levantarse de la cama. Gad tuvo la sensación de que había contraído el virus.
Al día siguiente, sintiéndose aún peor, Gad solicitó atención urgente de un hospital. Allí, Gad dio negativo por gripe estacional y le dijeron que se fuera a casa, se pusiera en cuarentena durante dos semanas y tomara Tylenol cada cuatro horas. Aunque los médicos y enfermeras aun no realizaban pruebas para COVID-19 le dijeron que era probable que lo tuviera.
Gad realizó un seguimiento de sus niveles de oxígeno y temperatura, que se mantuvieron en niveles normales. Después de una semana, pensó que había mejorado. Entonces, un día, se levantó para lavar la ropa y recibió un “segundo ataque”.
“No podía moverme”, dijo Gad. Después de un tiempo, se recuperó y tuvo una videoconferencia con su médico, quien le dijo a Gad que había otros pacientes con COVID-19 que también tuvieron un segundo ataque después de una semana de retroceso de los síntomas.
Gad se sentía profundamente sola. Aislada en casa sin nadie para acompañarla, se dio cuenta que, si dejaba de respirar por completo, ni siquiera podría pedir ayuda. No había nadie que pudiera llamar por ella. Sin embargo, nunca imagino que recitar simplemente tres palabras salvaría su vida.
Ella llamó a sus amigos para pedirles consejos. Algunos le aconsejaron respirar vapor. Nada funcionó. Entonces, una de sus amigas, Anna, le dijo algo en chino, y la cabeza de Gad estaba tan borrosa que no pudo escuchar ni recordar la explicación.
Anna le dijo que simplemente repitiera estas palabras: “Falun Dafa Hao. Zhen Shan Ren Hao.
¿Qué tenía que perder? Ella dijo las palabras y sintió que el oxígeno volvía a entrar en su sistema.
“Estaba muy indefensa y enferma. Confié en que mi amiga Anna tenía el mejor interés en su corazón. Sé que ella se preocupa por mí y quería que sanara. Su pasión y fuerza fue la razón por la que comencé a recitar [esas palabras]”, dijo.
Las palabras están formadas por nueve caracteres en chino que se traducen como “Falun Dafa es bueno. Verdad, Benevolencia y Tolerancia son buenas”.
Gad dijo que era como si estas palabras le enseñaran a su cuerpo a respirar de nuevo, y cuanto más las decía, mejor se sentía. Ella comenzaba sus mañanas con las palabras y las decía antes de quedarse dormida. El efecto había sido inmediato, pero ella quería seguir diciendo las palabras.
“Tengo que estar muy agradecida con Falun Dafa”, dijo Gad. “Puedo decir que me salvó. Me enseñó a respirar”.
Después de lo que pareció un milagro, Gad tenía que saber qué era exactamente Falun Dafa. Así que llamó a Anna para saber más al respecto.
La cultura tradicional china tiene una larga historia de sistemas de “autocultivación”, o prácticas de mente y cuerpo. Falun Dafa es una práctica espiritual que se introdujo al público en China en la década de 1990, promueve ejercicios suaves, meditación y vivir según los principios de Verdad, Benevolencia y Tolerancia para superarse a sí mismos.
Gad se dio cuenta y sintió que decir esas palabras como un mantra era una forma de “autoayuda”.
“[Decir esto] cambió completamente mis niveles de energía. No sé si está asociado o no, no soy médico, pero sé que esto me salvó, porque aprendí a respirar diciendo el mantra, ¿entiendes lo que digo? Fue increíble”, dijo Gad.
“[El COVID-19] se quedó conmigo más de un mes, tal vez seis semanas. Si no respiraba, tal vez no podría mejorar”, dijo.
Gad investigó más sobre Falun Dafa y se interesó por aprender los ejercicios y la meditación.
«Estoy leyendo sobre la fuerza interior que tenemos dentro de nosotros, y solo depende de nosotros usarla siendo buenos humanos», dijo Gad. «Espero poder estudiarlo profundamente».
Con información de Biobiochile
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