Adicto se libera del «infierno» de las drogas para convertirse en un exitoso empresario

Un joven talentoso y traumatizado recurre a los opioides mientras trabajaba a tiempo completo, hasta que casi se destruye

Por The Epoch Times
12 de abril de 2021 5:53 PM Actualizado: 12 de abril de 2021 5:53 PM

En su propia mente, Jesse Harless se negaba a llamarse a sí mismo delincuente. Aunque lo habían atrapado comprando opioides a un agente federal y había sido condenado, esa etiqueta no era para él.

Harless solo tenía 22 años —era un joven brillante y con talento— y simplemente había tropezado con la adicción a una edad temprana. Por suerte, decidió iniciar un proceso de recuperación justo a tiempo para salvar su vida.

Para Jesse crecer no fue fácil. Procedente de Lawrence, Massachusetts, tenía un padre adicto a la cocaína y al alcohol. Perdió su trabajo como repartidor de correos. Luego tuvo un accidente de auto, donde sufrió una grave lesión cerebral, dejando a Jesse y a su madre a su suerte. Vivían en un apartamento en Lowell.

(Cortesía de Jesse Harless)

Cuando era niño, el PRIMER mecanismo de Jesse para afrontar su trauma (ser hijo de un adicto) fue chuparse el dedo.

«Era algo que escondía de la gente, era vergonzoso», dijo a The Epoch Times el ahora recuperado y exitoso empresario, de 38 años. «Y hago la broma de que me convertí en un ‘chupador de pulgar funcional'».

Cuando era un niño de 11 años, Jesse buscaba llenar un vacío en su vida.

Como su madre empezó a trabajar para la compañía de cable Media One y consiguió Internet de alta velocidad, Jesse se lanzó de cabeza al porno y a los videojuegos buscando evadir su realidad —pasaba de cuatro a seis horas casi todos los días— y la «fantasía» se convirtió en su nueva adicción. «Eso puede ser un trauma en sí mismo, esas imágenes, lo que estaba viendo», recuerda Jesse. «Y eso afectó todo, todas mis relaciones».

Pasaron los años.

Harless empezó a consumir marihuana y alcohol. Suspendió todos los cursos del primer año de universidad. Lo descubrieron haciendo plagio.

Entonces, llegó la tragedia.

Mientras trabajaba para la compañía Staples, llegó a casa una noche y su madre estaba histérica. Su padre había fallecido, dijo ella. En ese momento lo invadió un sentimiento de abandono total. Básicamente dejo de importarle todo y se marchó. Llamó a un amigo para ir de fiesta con «strippers» y consumir cocaína —la «droga preferida» de su difunto padre— por primera vez. Y por primera vez «se sintió amado».

(Cortesía de Jesse Harless)

Unos meses después, encontró la heroína.

La muerte de su padre hizo que la vida de Jesse diera un giro total. En ese entonces vivía en Raymond, New Hampshire, y para conseguir su dosis de cocaína o heroína, conducía 80 kilómetros hasta Lowell, algo peligroso, por supuesto. «Así que encontré la manera de pedir opioides con receta a través de Internet, y lo hice, y funcionó», dijo. «Básicamente, ese primer pedido llegó, y no lo podía creer».

«No lo vendía, lo conseguía para automedicarme, beber alcohol, y tenía un trabajo a tiempo completo. Así que, iba a mi trabajo a tiempo completo, tomaba estas pastillas, y lo hice durante meses y meses y meses».

Pero no duró.

Jesse estaba a punto de ser arrestado, y lo sabía.

Tuvo un presentimiento. Pero su necesidad de consumir droga lo empujó a seguir adelante.

«Decidí hacer un pedido a otra persona, y resultó que estaba intervenida por el Servicio Postal de EE. UU., los agentes federales», dijo a The Epoch Times. «Fui a recoger el paquete, y fue una operación planeada, y me golpearon cuando fui a recogerlo, y sabía de qué se trataba».

«Siempre me llamaban para decirme que había un paquete para mí, y esta vez me llamaron, y me dijeron que el paquete no había llegado allí, que había ido a la oficina de correos. Y yo lo sabía».

Añade Jesse: «Pero lo hice de todos modos porque cuando se tiene tanto dolor, uno es adicto, no importa, uno lo va a hacer».

Harless fue detenido, pero se sorprendió cuando le dejaron ir (más tarde sabría por qué). Les dijo a los agentes que planeaba mudarse a Florida para empezar de nuevo en un clima más cálido, lo cual era cierto; había estado planeando un cambio de escenario para «controlar» su adicción.

Y funcionó.

Por un tiempo.

Jesse se mudó a Florida. Compró una tortuga. Compró una planta. Pensó que todo estaba listo.

Pero en un par de meses, su planta murió, su tortuga «nadaba en el estiércol», y Jesse «iba a morir». Florida no era lo que él esperaba. «Me metí de lleno en el vientre de la bestia», dijo. «Fui allí y era un infierno de… muchas oportunidades de conseguir pastillas recetadas allí, fue simplemente ridículo».

«Cuando volví a consumir cocaína, se acabaron las apuestas, iba a morir en Florida».

Tuvo una sobredosis. Pero, gracias a Dios, sobrevivió.

Jesse recuerda «un montón de pequeños milagros» que dieron un giro a su vida. Uno de ellos fue su intuición, que le hizo regresar a New Hampshire para recuperar su antiguo trabajo. Estuvo a punto de ir a la cárcel: siete años en una prisión federal. Todo el tiempo habían estado construyendo un caso contra él.

Lo vio como una señal del universo de que se había salvado. El miedo a la prisión también ayudó.

Jesse sabía que había llegado el momento.

«Así que ahí empezó mi viaje de recuperación», dijo, marcando el día 18 de diciembre de 2005. Hizo todo lo que exigía la «receta del juez»: asistió a reuniones de 12 pasos, trabajó a tiempo completo, consiguió un terapeuta designado por el tribunal, encontró un mentor, escribió un diario todos los días y, lo más importante, se mantuvo sin consumir.

Tribunal Federal de Estados Unidos en New Hampshire. (Google Maps)

Adquirió nuevos hábitos, experimentando emociones que nunca había sentido, y compró su primera casa, un gran hito, ya que siempre había vivido en apartamentos. «Solo iba a demostrarme a mí mismo que, pasara lo que pasara, no iba a etiquetarme como un adicto, un delincuente», dijo. Aunque técnicamente era un delincuente.

«Tuve que salir al mercado como delincuente y buscar un trabajo», dijo. «Y me presenté a la empresa Verizon. Me contrataron incluso con mis delitos.

«Fue la mejor decisión que tomaron, y que yo tomé, porque no solo gané todos los premios [por los logros que tuvo la empresa], sino que estableció el marco y la base para que dejara el trabajo en 2017 para iniciar mi propio negocio Entrepreneurs In Recovery«.

Con el tiempo se convirtió en gerente de atención médica empresarial, a punto de ganar seis cifras en su «trabajo soñado», Jesse dejó todo eso para ayudar a otros a recuperarse de la adicción y la salud mental como empresario.

Con su maestría en consejería de salud mental, ahora ayuda a los adictos en recuperación a encontrar dirección y propósito en la vida, desde «profesionales altamente capacitados hasta aquellos que viven en residencias de vida sin consumir».

En 2018, Harless escribió su primer libro «Smash Your Comfort Zone with Cold Showers«(«Rompa su zona de confort con las duchas de agua fría»), compartiendo cómo la «terapia fría» le ayudó a aliviar su ansiedad severa después que un amigo se lo sugirió. «Dos horas más tarde, fui a una reunión, y no sentí ninguna ansiedad en la reunión», compartió el autor. «Y me dije: ‘Bueno, ¿qué es esto de las duchas frías?».

Entonces, el año pasado, el COVID-19 le brindó una oportunidad.

Con diez meses libres, escribió su historia «Si no es usted, ¿entonces quién?», revelando con detalle su espeluznante descenso a la adicción y el camino que lo forjó hasta su recuperación. Y plantea un plan de recuperación para «darle un giro a tu vida» que muchos ya han seguido.

(Cortesía de Jesse Harless)

El libro de Jesse también relata un acto de gratitud.

«Mi juez, el juez federal, no se puede volver a hablar con ese juez nunca más una vez que le procesan», dijo a The Epoch Times.

«Bueno, me encontré con un padre que perdió a su hijo por sobredosis en un retiro hace un par de años. Le conté mi historia y me dijo: ‘Soy abogado, sé que puedo ponerme en contacto con ese juez. ¿Quiere que me ponga en contacto con ese juez y que pueda decirle ‘gracias’?».

Jesse aceptó la oferta y pudo darle las gracias al juez, cuya «receta» le salvó la vida. Y el juez le respondió en una carta, que Harless publicó en su libro.


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